23 de febrero 2017
No pudo ser. Lenin Moreno, el candidato de la oficialista Alianza PAIS (Patria Altiva i Soberana) fue incapaz de ganar en la primera vuelta de las elecciones en Ecuador, tal como le hubiera gustado a su mentor Rafael Correa. Pese a contar con un buen número de apoyos extranjeros, el respaldo de los votantes ecuatorianos fue insuficiente para superar el listón del 40% que exige la ley para evitar el desenlace por “muerte súbita”. De acuerdo con el 98,5% de las actas escrutadas, Moreno alcanzó el 39,33% de los votos, frente al 28,19% de Guillermo Lasso, de CREO-SUMA (Creando Oportunidades – Sociedad Unida Más Acción).
La preocupación del entorno bolivariano frente a unos resultados analizados como adversos es evidente. La pérdida de Ecuador sería vivida como un claro mensaje de fin de ciclo, por más que las realidades nacionales de los restantes países del ALBA sean muy diferentes. La derrota electoral del kirchnerismo en Argentina y la destitución vía juicio político de Dilma Rousseff en Brasil han realzado el creciente aislamiento regional de los “hijos de Chávez” y su preocupación por los resultados electorales ecuatorianos. De ahí el más que voluntarista (y apresurado) mensaje de Evo Morales la noche electoral vía twitter: “Celebramos el triunfo en primera vuelta del Hermano @Lenin [Moreno]. Una victoria más de los pueblos revolucionarios de la #PatriaGrande“.
El resultado de la primera vuelta dejó claras las motivaciones de Rafael Correa para no presentarse a una nueva reelección, a la que hubiera podido acudir si hubiera tenido la voluntad política de hacerlo. Pero, dicho en lenguaje criollo, “no le dio el cuero”. Lenin Moreno, o cualquier otro candidato oficialista, puede no conquistar la presidencia en la primera vuelta, ganar en la segunda y gobernar con total legitimidad. No es el caso de Correa, envuelto en una gran altivez y en el soberbio y altisonante discurso de la “revolución ciudadana”. El carisma de Moreno es incomparablemente menor que el de Correa. Pero eso no le garantizaba al hasta ahora presidente un porcentaje de votos mayor al insuficiente 39,33% cosechado por su partido.
Tras un raudo despegue inicial del escrutinio, llegó un momento en la noche electoral que el recuento se frenó, que el portal del Consejo Nacional Electoral (CNE) comenzó a tener problemas y que los partidos y los ciudadanos se lanzaron a manifestar su temor frente a una supuesta manipulación en el recuento de votos. Dentro del oficialismo había un sector impaciente por ganar en primera vuelta y dar por cerrado el proceso en ese mismo instante. De ese modo se reforzaría la mayoría absoluta obtenida en el Parlamento con el control del Palacio de Carondelet, sede de la presidencia ecuatoriana.
La falta de imparcialidad de los mecanismos de control, comenzando por el CNE, alimentaba las sospechas de fraude y manipulación, unas sospechas que se intensificaban con el paso del tiempo y la falta de resultados definitivos. Esta situación y la amenaza de movilizaciones callejeras llevaron a los militares a pronunciarse por la limpieza del proceso y a los responsables del CNE a pedir calma. Pese a eso, y herido en su orgullo, Correa fue rotundo al sostener que en caso de fraude el perjudicado era Alianza PAIS y no la oposición, más allá de la omnipresencia del oficialismo en ciertas instituciones claves del estado. De todos modos, en uno de sus tuits, Correa apuntó: “existe una mano chueca… infiltrada” en el CNE.
Despejada finalmente la incógnita de que habrá una segunda vuelta, Ecuador se prepara para la batalla definitiva del próximo 2 de abril. Como en otros escenarios distintos asistiremos a una elección muy diferente a la previamente celebrada. Simón Pachano ha recordado que en los balotajes de 1984, 1996 y 2006 no ganó el vencedor de la primera vuelta. Por eso habrá que ver cómo se recomponen las alianzas, cómo se manifiestan los respaldos de los partidos minoritarios a uno u otro candidato y cómo se movilizan los ciudadanos en favor de las distintas opciones.
Cynthia Viteri, la candidata social cristiana que obtuvo el 16,22% de los votos ya mostró su apoyo a Lasso, al igual que Jaime Nebot el alcalde de Guayaquil. Mauricio Rodas, el alcalde de Quito, se manifestó en la misma dirección. Por su parte Paco Moncayo, el candidato de la izquierda no correista y del movimiento indígena Pachakutik ha dicho que no iba a apoyar a ninguno de los dos candidatos en la segunda vuelta, lo que es un pequeño revés para Moreno.
Quedan poco más de cinco semanas para conocer el desenlace, pero la gobernabilidad en Ecuador será más complicada que en los pasados gobiernos de Rafael Correa. Las debilidades económicas se prolongarán en el tiempo y el encargado de gestionar Ecuador deberá hacer grandes equilibrios para cuadrar las cuentas públicas y ganar el favor de sus ciudadanos. Por si todo esto fuera poco, en el caso de una eventual victoria de Lasso, éste tendrá que gobernar con un Parlamento adverso.
De cualquier modo no está nada claro que la apuesta de Correa, de retornar victorioso en rescate de un país quebrado, funcione. Más allá de su voluntad manifiesta de iniciar un retiro académico europeo intentará mantener una presencia cuasi permanente ante la opinión pública marcando la agenda política ecuatoriana. Pero eso puede ser un arma de doble filo para una población que en un porcentaje elevado ha quedado saturada de tanta revolución, aunque ésta solo sea ciudadana y no bolivariana o plurinacional.
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Publicado originalmente en Infolatam.