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Dilma en apuros, Brasil en problemas

La situación es cada vez más desesperada y el gobierno de momento no logra dar con la tecla que desactiva la crisis. Lo cual no quiere decir que no lo pueda lograr en los próximos meses, no es imposible pero si cada vez más difícil, especialmente a la vista del resquebrajamiento de la alianza multipartidaria que sostiene al gobierno

Carlos Malamud

17 de agosto 2015

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Las calles brasileñas se volvieron a llenar de manifestantes antigubernamentales y anti PT, el partido de la presidente y de Lula da Silva, el mismo partido que en los últimos 12 años ha conducido las riendas del país. Los gritos de “Fuera Dilma” y “Fuera PT” evidencian el fuerte sentimiento de descontento presente en diversos sectores sociales y son buena prueba de que Brasil asiste a un cambio de época. Nada será en el futuro como fue en la década pasada, y no sólo como consecuencia de la serie crisis económica que golpea a la economía local.

El senador Romero Jucá, del PMDB, un partido teóricamente aliado al PT y columna vertebral de la coalición gubernamental, lo puso muy claro al señalar que “o el gobierno cambia o el pueblo cambia al gobierno”, en alusión a las movilizaciones ciudadanas. No en vano la aprobación de Dilma Rousseff cayó al 8% según las últimas mediciones disponibles, dejando en claro el profundo malestar social existente.

La crisis económica y política ha afectado profundamente la valoración del gobierno. Y el escándalo de corrupción en torno a Petrobras ha minado aún más la credibilidad de los políticos y del sistema de partidos. En general lo que los ciudadanos se preguntan es si el PT ha estado a la altura de las circunstancias y si sus principales dirigentes han sabido impulsar las necesarias políticas públicas de modo de gestionar adecuadamente la economía y la política brasileñas.

Es verdad que los logros están a la vista. Que la gestión de Lula primero y Rousseff después han servido para sacar a millones de personas de la pobreza, aumentando el tamaño de las clases medias. O que la desigualdad ha retrocedido en los últimos años. Pero más allá de lo coyuntural, del aprovechamiento de una larga década marcada por el aumento del precio de las materias primas y los beneficios cosechados a partir de la vinculación a China, cabe preguntarse por el derrotero seguido una vez que el viento comenzó a cambiar de dirección y por la habilidad del timonel para mantener el rumbo del crecimiento.


Si bien en Brasil no asistimos al festín bolivariano que impulsó al populismo en varios países de la región, los gobiernos de Lula y Rousseff fueron incapaces de profundizar y modernizar la democracia brasileña. Los partidos políticos en vez de reforzarse como organizaciones capaces de intermediar con la sociedad civil y permitir una mayor participación ciudadana en la vida política se fueron convirtiendo en grupos cada vez más replegados sobre si mismos. El parlamento sigue siendo más un marco donde los representantes populares se dedican fundamentalmente a sus asuntos que a controlar al gobierno y redactar leyes con sentido de estado.

La gran excepción es la justicia. El poder judicial está demostrando una independencia absoluta del ejecutivo, algo totalmente desconocido en buena parte del vecindario, y se ha convertido en la gran esperanza de los brasileños para recuperar la fe en sus instituciones. La instrucción del escándalo de Petrobras, como había ocurrido en menor medida con el caso del mensalão, no respeta altos cargos políticos o empresariales. El desfile de encauzados es impresionante y ha llegado a niveles insospechados, a tal punto que el juez Sérgio Moro, el instructor de la causa Lava Jato se ha convertido en una especie de héroe popular.

La crisis del gobierno es también la crisis del PT. Ahora que la fiesta se ha acabado hay muchos que empiezan a querer saldar cuentas atrasadas y pasan sus facturas. También hay otros que empiezan a preguntarse por los responsables del desastre. Y cada vez con más frecuencia el nombre de Lula sale a relucir, lo que puede tener graves consecuencias para su futuro político y el futuro de su partido, que se ha prácticamente rendido a su liderazgo. Si el PT fue incapaz de avanzar en la institucionalización y democratización de Brasil, Lula fue incapaz de avanzar en la institucionalización y democratización del PT.

Tras la ajustada victoria de Dilma Rousseff en las últimas elecciones presidenciales se comenzó a hablar una probable candidatura de Lula en 2018. Hoy de lo que se habla es de cómo hará Lula para salvar el gobierno de Rousseff y la imagen de su partido. Inclusive la semana pasada se rumoreó que el ex presidente podría incorporarse al gabinete de su sucesora en un ministerio clave como una medida algo desesperada para enderezar una situación cada vez más complicada.

La situación es cada vez más desesperada y el gobierno de momento no logra dar con la tecla que desactiva la crisis. Lo cual no quiere decir que no lo pueda lograr en los próximos meses, no es imposible pero si cada vez más difícil, especialmente a la vista del resquebrajamiento de la alianza multipartidaria que sostiene al gobierno. Su principal ventaja es que si bien en la calle son muchos los que apoyan el impeachment de la presidente, también es una verdad a voces que sería una medida muy contraproducente en el momento actual.

Los gritos de “Fuera Dilma” recuerdan a los de “Fuera Correa”, pero es importante ver como se trata a la protesta social en uno y otro país. Durante mucho tiempo Correa, como muchos otros presidentes latinoamericanos, han insistido que a los movimientos sociales no se los reprime. Hoy los tacha de golpista. Rousseff, por su parte, jaqueada por las protestas mantiene otro discurso, pese a que desde las filas del PT también se recurre a la descalificación de golpista y destituyente para aludir a las manifestaciones. O algunos, como los sindicatos afines al partido de Lula, amenazan con salir a defender violentamente las conquistas de los últimos años. Sin embargo, lo que la crisis muestra es como en Brasil las instituciones funcionan mejor que en Ecuador y que el entorno institucional lleva a unos y otros a expresarse de forma diferente.

Publicado en Infolatam

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Carlos Malamud

Carlos Malamud

Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia e investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos.

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