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Diez lecciones que aprendí de Lola

La historia de superación de mi amiga con síndrome de Down

Sede de Los Pipitos, en Managua. Carlos Herrera/Confidencial.

Sylvia Torres

4 de septiembre 2017

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La Lolita debe andar cerca de los 50 años. Nació con Síndrome de Down, y la conocí cuando su hermana me empezó a tratar con acupuntura. Después trabajamos en la Cuenta Reto del Milenio (CRM) en León, donde, según ella, ganaba “cachimbo de riales". Llevamos casi veinte años de amistad, y decidió que yo y mis dos amigas, Lucia y Georgina, éramos sus tías. Compartimos marchas y seminarios sobre los derechos de las mujeres, navidades y noches buenas. Aunque ahora nuevas obligaciones y quebrantos de salud nos han alejado, nos queremos. En estos días que Los Pipitos están de aniversario, comparto algunas de las lecciones que aprendí al lado de esta destacada artista de esta organización.

Lola

Lola, en una fiesta a la que asistió vestida de quinceañera. Foto: Cortesía.

  1. Se puede vencer el miedo. En la CRM, nos llevaron a una actividad de grupo para crear acercamiento en el equipo y aprender a vencer retos, y desarrollar confianza. Las actividades requerían, atada a arneses, caminar en unos mecates a la altura de un poste de luz y coordinarse para cruzarse con alguien que venía en la otra dirección. Como dije, a la altura de un poste de luz. También subir una pared igual de alta, tirarse al vacío, etc. Ella paso todas las pruebas. Y las aplicó de vuelta en su casa.
  2. La autonomía económica da poder. En la CRM, ella recibía quincenalmente su salario, firmaba planilla con el pulgar y decidía cómo gastar su dinero. Generalmente, en sorbete, desodorantes, uno para cada axila, y corte de pelo donde una peluquera de moda. Un día la castigaron, diciéndole que no iba a ir a trabajar. Respondió a su hermana: sí voy, yo tengo reales. Tenía treinta córdobas ganados con el arreglo del cuarto de una colega que vivía en su casa. En lo que la hermana se baña, ella escala y salta la tapia, detiene un taxi, le enseña el logo de la CRM. Tenta, le dice y llega a la oficina a trabajar. A la hora de buscarla en el vecindario, llama la hermana a la CRM llorando, se me perdió la Lola, consigan un carro vamos a buscarla. ¿Cuál perdida, dice Georgina, aquí anda lampaceando, y cantando a grito partido, Queee tiene ella, que no tenga yoooooo?  Y pues, yo ya no acepto más de un reclamo.
  1. Rechazar la culpa. Cuando la empezamos a regañar por la escapada, sale una de sus colegas, la alcahueta tía Georgina, y dice: pero por qué me la regañan, la llevan a aprender autonomía y me la castigan cuando es autónoma. Estábamos nosotras en la regañadera para disciplinarla, cuando ella se enoja y dice: Ya, ya pachó. Y no aceptó más regaños, ya pachó, ya pachó. Mucha disculpa debilita.
  1. Nadie te da tu lugar, vos los tomas. Bailarina de folklore y palo de mayo. En una celebración de Los ipitos en la Plaza de Catedral estaba esperando turnos tras bastidores, y como nunca la anunciaban, en lo que termina un numero se sale al escenario, levanta las puntas de su vestido blanco de folklore, y los organizadores no tuvieron más   que poner la música que le correspondía y empezó a bailar. Guau, si la Lola se toma su lugar, pos yo también.
  1. Todo trabajo se paga. Se ofreció a limpiar el cuarto de unas colegas que vivían en su casa. Y estableció tarifas: 10 córdobas por arreglar la cama, 30 si limpiaba el piso y ponía “Azistin". El día que no le pagaban y llegaban las tías a trabajar,  las señalaba con la boca y gestionaba por detrás mostrando que le debían. Como no todo mundo es “Lannister", yo cobro las deudas.
  1. Tu trabajo tiene que ser respetado. Un poquitín obsesiva, el piso de la CRM brillaba como un espejo, y si te descuidabas y andabas de falda, mostrabas tus calzones. Un día llegaron unas señoras a realizar una gestión y estaban comiendo chucherías y tiraban la basura al piso. La Lola llegaba, las tocaba y después caminaba y les indicaba al cesto de la basura. Una de las señoras dice: “qué chavala más malcriada”. Y le dice otra de ellas: “más malcriada sos vos que estás ensuciando donde ella limpia”. Punto final, basura en su lugar.
  2. Todas las personas tenemos potenciales que ser aprovechados. A la Lola se le encontró un oficio que estaba acorde a sus posibilidades. Para realizar un trabajo ha de servir cualquier persona, aunque hayan jefes que distribuyen inteligencia.
  3. Vos te celebras lo tuyo. Invitada a una piñata de princesas, ya vestida de rosa de pies a cabeza, con bouquet y corona, decidió que esa era su fiesta de 15 años. Desfilo a paso de quinceañera, tuvo su baile triunfal e hizo que la pasearan por el parque para que la viera el pueblo. Mas noche, hubo que acudir a poderes humanos y divinos para evitar que durmiera con el vestido y los zapatos puestos. Si nadie te celebra, te celebras vos.
  4. Que el trabajo de cuidados le truena. La Lola ha sobrevivido más años que otras personas de su condición, pero luego que murió su mama, su hermana se dedicó a cuidarla ella, y es un trabajo de tiempo completo. Mientras en países como Costa Rica, ya no nos comparemos con otros del primer mundo, el Estado proporciona una pensión a las personas discapacitadas, aunque no hayan cotizado nunca, en Nicaragua, el cuidado que requiere la Lola, las personas de la tercera edad o con enfermedades discapacitantes, que requieren trabajo de cuidado por 24 horas, recae sobre su familia, y especialmente en las mujeres, lo que ha obligado a su hermana a dejar de trabajar. Se supone que así es el amor, pero debería haber más apoyo estatal.
  5. Que Los Pipitos son lo máximo. Tendrán errores durante sus treinta años de historia, pero su obra de amor ha contribuido a sensibilizarnos, para que personas como La Lola, tengan una vida mejor.  Cuando la Lola trabajó en la CRM, nos hizo mejores personas a todos los hombres y mujeres que trabajamos allí. Hay mucho más por hacer, pero por ahora, Gracias Lola, gracias a la organización de padres con hijos discapacitados Los Pipitos, quienes sacaron del clóset a las personas con discpacidad. FIN.

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