John Antonio Briceño / Jennifer Morris
24 de junio 2023
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Los “bonos azules” permiten que los países refinancien sus deudas y asignen lo obtenido a la protección de la biodiversidad y la adaptación climática
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, habla durante una sesión de la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, en París. Foto: EFE
La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, organizada por el presidente francés Emmanuel Macron, se lleva a cabo esta semana en París y es una oportunidad histórica para lograr profundas reformas financieras que apoyarán al desarrollo y reforzarán la lucha contra el cambio climático. Pero al foco de la cumbre —el clima, el desarrollo y la deuda— parece faltarle algo: la naturaleza.
La pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental sin precedentes plantean un riesgo existencial a la vida en la Tierra debido al agotamiento de los recursos naturales (entre ellos, el agua); los trastornos en la formación del suelo y, con ellos, en la producción de alimentos; la prolongación del tiempo de recuperación para los desastres naturales; y posibles conflictos por el clima y los recursos. Según el Foro Económico Mundial, seis de los diez principales riesgos mundiales para la próxima década están vinculados al clima y el medio ambiente.
Los países en desarrollo no crearon esos riesgos, pero están pagando su costos: deben financiar intervenciones para mitigar las crisis climática y de biodiversidad, interrelacionadas entre sí, al tiempo que pagan por los daños y perjuicios asociados con ellas.
Sin embargo, esos países ya están al límite de su capacidad fiscal, principalmente debido a que las subas de interés de las economías avanzadas y los ajustes de precios por riesgo encarecieron el costo del servicio de la deuda, y por ello suelen carecer de financiamiento accesible.
Hay esfuerzos en curso para solucionar este problema sistémico. Un ejemplo notable es la Iniciativa Bridgetown de la primera ministra barbadense, Mia Amor Mottley, que busca aumentar el margen de maniobra fiscal para el desarrollo, la mitigación y adaptación climática, y los daños y perjuicios. Pero queda más por hacer, de hecho, hay que reimaginar completamente al sistema financiero mundial.
Lo más inmediato es que en la próxima cumbre de París se cree un plan de reforma creíble y alineado con las necesidades de la naturaleza. Simultáneamente, los bancos multilaterales de desarrollo deben situar a la naturaleza en el centro de sus operaciones. El Marco Mundial de la Biodiversidad, acordado durante la Conferencia sobre Biodiversidad de la ONU realizada en diciembre en Montreal, las obliga a garantizar tanto que sus carteras sean positivas para la naturaleza como que estén alineadas con el acuerdo climático de París de 2015.
Se debe prestar especial atención a la expansión de las soluciones de probada eficacia, como las permutas de deuda por naturaleza. Esas permutas —especialmente los “bonos azules” promovidos por The Nature Conservancy— permiten que los países refinancien sus deudas en términos más favorables y asignen lo obtenido a la protección de la biodiversidad y la adaptación climática. La consecuencia es el aumento del gasto en conservación o inversión verde, y que la carga de la deuda se reduce (o, al menos, no aumenta).
En 2021 Belice, gracias a un acuerdo de conversión de deuda de USD 364 millones con The Nature Conservancy logró reducir su deuda en aproximadamente el equivalente al 12% del PBI, liberando al mismo tiempo fondos para la conservación sostenible a largo plazo estimados en USD 180 millones durante 20 años. El acuerdo incluyó también el compromiso de Belice de proteger el 30% de su territorio marítimo.
El año pasado un acuerdo similar —en el que participaron The Nature Conservancy y el Banco Interamericano de Desarrollo— permitió al Gobierno barbadense convertir USD 150 millones de su deuda, nuevamente a cambio del compromiso de conservar aproximadamente el 30% de su territorio marino. Y gracias al mayor acuerdo de deuda por naturaleza del mundo, Ecuador está convirtiendo USD 1600 millones de deuda en USD 12 millones por año para la conservación de las islas Galápagos.
Las permutas de deuda por naturaleza no son la panacea; no eliminan la necesidad de subsidios, financiamiento preferente y otros créditos, ni de la inversión privada. Los donantes aún deben cumplir sus compromisos: los países ricos todavía no aportaron los USD 100 mil millones por año de financiamiento climático que prometieron en 2009 a los países en desarrollo para 2020.
Tampoco movilizaron la inversión privada adecuada. La ampliación de la mejora crediticia —por ejemplo, mediante garantías de terceros— reduciría el riesgo de inversión (y, con él, los costos de endeudamiento de los emisores), lo que permitiría a los países reducir la carga de sus deudas y, al mismo tiempo, atraer financiamiento privado para inversiones en el clima y la naturaleza.
De todas formas, las permutas de deuda por naturaleza pueden ayudar en gran medida a los países con bajos y medianos ingresos a encarar el desafío triple del elevado endeudamiento, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Tanto la Coalición para la Deuda Sostenible, creada y aprobada por los ministros de finanzas africanos el año pasado, como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) y el grupo V20 de países vulnerables al clima solicitaron que aumente el uso de esas y otras herramientas innovadoras.
La buena noticia es que la arquitectura institucional necesaria para implementar las permutas de deuda por naturaleza a gran escala y con más actores en gran medida ya existe. Ahora es necesaria la voluntad de los accionistas y decretos ejecutivos que impulsen la capacidad de las instituciones de finanzas para el desarrollo para ofrecer garantías de emisión de deuda soberana vinculada a las inversiones destinadas al clima y la naturaleza.
La cumbre de París puede dar el puntapié inicial al progreso alineando a las instituciones financieras internacionales sobre los mecanismos para garantizar las conversiones de la deuda, y ofreciendo un paquete de reformas para aumentar la eficacia y eficiencia de esas conversiones antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) que comenzará el 30 de noviembre. Las reformas financieras que no tengan en cuenta a la naturaleza resultarán insostenibles en el largo plazo.
Las permutas de deuda por naturaleza ya no son solo una opción económica viable, constituyen una línea salvavidas para nuestro planeta. Si no la aprovechamos ahora es posible que pronto quede fuera de nuestro alcance.
*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.
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Político beliceño y primer ministro de Belice desde el 12 de noviembre de 2020. Comúnmente conocido como Johnny Briceño. Líder del Partido Popular Unido desde 2016. Fue líder de la oposición de 2008 a 2011 y de 2016 a 2020.
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