16 de diciembre 2024
La toma de Damasco y con ello el asentamiento militar decisivo de Organización para la liberación del Levante (HTS) en el gobierno provisional de Siria ha creado las pautas para un nuevo ordenamiento de fuerzas tanto al interior de Siria como al interior del espacio islámico y, no por último, al exterior de Siria y del espacio islámico.
Si no estuviera tan gastado el término, podríamos hablar que la llevada a cabo por el ETS fue una auténtica revolución nacional (y nacionalista) nacida desde los interiores de la Siria profunda sobre todo en la provincia de Idilib donde fueron puestas en práctica formas plurales de gobernabilidad antes de que los milicianos iniciaran la marcha triunfal hacia Damasco, pasando por Jama, Alepo y Homs. Este sesgo es precisamente el que diferencia al HTS de sus troncos originarios, Al Quaeda y EI, ambas sectas entendidas por sus militantes como fuerzas supranacionales, destinadas a combatir a las influencias culturales y políticas occidentales representadas en la región por Israel, y en el mundo, por los Estados Unidos.
Hacia una Siria institucional
Desde el comienzo de la guerra al régimen al-Assad las declaraciones de los principales dirigentes del HTS han destacado que el nuevo gobierno, siendo como todos los de la región, islámico, no busca la expansión de una religión y mucho menos de una ideología. Como dijo en una entrevista concedida a CNN el principal líder del movimiento Mohammed al Jolani, Siria no tiene enemigos, ni siquiera Israel. Solo combatirá a los que se oponen a la unificación nacional en el interior, a los sectores que apoyan a la dinastía de Al Assad, y a los contingentes que se oponen desde el exterior, los de la teocracia iraní y su brazo armado Hisbollah. Tales declaraciones se encuentran en consonancia con el carácter pluri religioso y pluri étnico de Siria, país donde siempre han convivido suníes, chiíes, alavíes, cristianos, kurdos, drusos, etc. El mismo HTS, cabe agregar, está formado por todos esos grupos, sectas, y fracciones.
Para el líder Al Jolani la condición para que la multiculturalidad sea mantenida reside en la creación de instituciones que representen a todos los sirios como ciudadanos de un solo país. Ese será el cometido del gobierno provisional fijado por Mohamed Al Bashir quien también fuera jefe de gobierno en Idilib. En ese sentido podríamos decir que la que se inicia por el momento no es -como quisieran algunos cándidos observadores occidentales- una transición hacia la democracia (de eso estamos lejos todavía) sino una transición que debe culminar en la creación de un Estado en forma. Vale decir, en un Estado institucional, constitucional y unitario. Un proyecto que merece el apoyo de todas las naciones del mundo interesadas en que en Oriente Medio sean consolidadas naciones, si bien no democráticas, al menos republicanas, en un clima donde predomine la paz por sobre la guerra. Desde un punto de vista realista, vale la pena apostar por ese incierto proyecto.
Trump, con su “delicadeza” acostumbrada dijo que “esta no es nuestra guerra”. Quizás tiene razón. Después de las barbaridades cometidas en Irak, Libia y Afganistán, sería mejor que Estados Unidos no asome sus narices en la región y deje a los gobiernos europeos las tareas de ayuda y cooperación con la nueva Siria.
Lo peor que podría suceder es que una Siria desconectada del mundo caiga de nuevo bajo las garras de imperios salvajes como el ruso y el iraní. En ese caso, apoyar el proyecto que insinúa HTS significa también apoyar la pacificación de la región, posibilidad que favorecería política y económicamente a Europa. Tal vez esa posibilidad la ha entendido el aliado más directo del gobierno sirio: nos referimos a la Turquía de Erdogan.
En Occidente todavía sus gobiernos están “observando”. Solo algunos se han dado cuenta de la premura que requiere acompañar y apoyar los cambios que ya han puesto sobre el tapete los dirigentes de HTS. Por eso, uno de los pocos políticos con seso que van quedando en Alemania, el ministro de defensa Boris Pistorius, dijo en su visita a las tropas alemanas establecidas en Irak, que su gobierno debería comprometerse de modo profundo y lo más pronto posible en el caso sirio. Entre líneas se puede leer, “antes de que todo caiga en las manos de Turquía”. Se entiende perfectamente: uno de los más grandes ganadores con la caída de la dictadura de al- Assad es Turquía.
Turquía avanza
Turquía apostó fuerte a favor de la insurgencia siria. En ese punto hay que reconocer la visión geopolítica de Erdogan. Gracias al apoyo directo y nunca oculto a los contingentes del HTS, ha matado por lo menos a seis pájaros con un solo tiro.
Primero: Turquía ha ganado posiciones al interior del mundo islámico convirtiendo en pocos días a dos países, si no enemigos, contrarios, Turquía y Siria, en dos países aliados. Probablemente esta alianza continuará en el terreno militar, toda vez que Israel, al bombardear los puntos estratégicos militares de al- Assad, ha dejado a Siria desprotegida frente a poderosos enemigos externos.
Segundo: Turquía, gracias a su influencia determinante en el espacio islámico, ha reforzado el puente de plata que la une con Europa. Ante los europeos aparece ahora como el representante del mundo islámico y ante el mundo islámico como representante de los europeos. Evidentemente, ha sacado el máximo provecho a la situación estratégica y geográfica que ocupa en el mapa euroasiático. Incluso ha extraído muchas ventajas por su pertenencia a la OTAN y por su no pertenencia a la UE. Lo último le deja las manos libres para actuar de modo independiente en la región islámica.
Tercero: Junto con Israel, Turquía ha liquidado las pretensiones hegemónicas de Irán. Sin sus dos brazos armados, Hamas y Hezbolah, Irán no tendrá demasiado influencia en la región. Lo que no pudo hacer en años Arabia Saudita lo consiguió en dos días Turquía gracias a sus aliados del HTS. Está por verse si Turquía y Arabia Saudí serán amigos o enemigos. Probablemente serán las dos cosas a la vez.
Cuarto: Turquía ha sacado en pocos días –y por ahora- a Rusia del tablero geopolítico del Islam, convirtiéndola junto a Irán en una nación perdedora. Rusia deberá contentarse, aún si venciera totalmente a Ucrania, con el rol de simple imperio regional. Muy poco para la psicopatía de Putin quien aspira a convertir a Rusia en un imperio de connotaciones mundiales, baluarte y vanguardia de la guerra a Occidente.
Con encono, el filósofo fascista de Putin, Alexander Dogin, escribió acerca de “la traición de Turquía”. Formulación inexplicable: Turquía no es un aliado de Rusia, Erdogan tiene intereses comunes con Rusia, pero también intereses diferentes. Tanto para Turquía como para el nuevo gobierno sirio, y quizás también para Arabia Saudí, la presencia determinante de una potencia no islámica en el espacio islámico, como es Rusia, adquiere el carácter de una blasfemia.
Quinto: no sabemos si con la anuencia de Siria, Erdogan podrá continuar con su plan ofensivo, incluso genocida en contra de los kurdos. Estos mismos ya se encuentran divididos en dos fracciones: una pro-turca, otra independentista. Probablemente, y como siempre, los destrozos de la guerra los pagará en gran parte el pueblo kurdo.
Sexto: Erdogan se saca de encima el peso de mantener a miles de refugiados sirios en Turquía. Es cierto que estaba subvencionado desde la UE y evidentemente recibió mucho más de lo que en esa ayuda invirtió. Pero a la vez, en Turquía, la enorme población siria estaba creando ante el nacionalista Erdogan un problema inter-cultural de fuertes potenciales políticos. En los momentos en que escribo estas líneas, largas caravanas de sirios regresan desde Turquía a Siria.
La hora europea
Una presencia fuerte de Turquía en territorio islámico conviene a la mayoría de los países europeos, de eso no cabe duda. No obstante, un poder desmedido de Turquía puede transformarse perfectamente, si no obtiene contrapeso, en una amenaza para la propia Europa. De hecho, las tensiones entre Turquía y Rusia tenderán a aumentar. Una Turquía fuerte, apoyada desde la OTAN, puede ser para Putin una amenaza muy superior a la que representa Ucrania en Europa. Por otra parte, Irán está aislado, pero no definitivamente derrotado. No hay que olvidar tampoco que la actitud anti-israelí que representa Erdogan en estos momentos puede arrastrar a Europa a inesperadas dificultades.
Turquía no es Irán, y eso lo sabe muy bien el gobierno israelí. En ese sentido sería muy recomendable que la lerda política internacional europea sea reactivada en dirección a Siria. Hay que evitar, dicho en otras palabras, que Turquía convierta a Siria en un protectorado turco. Probablemente advirtiendo esa posibilidad, el jefe del gobierno provisional sirio, Mohammed al- Baschir, se apresuró a declarar que su país está abierto a recibir ayuda occidental. Al menos el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, escucharon el llamado de auxilio sirio y acordaron unificar sus posiciones en lo concerniente a Siria. Extrañó la ausencia del gobierno alemán, como siempre más preocupado de sus problemas internos que del resto del mundo.
El problema fundamental para Europa continuará siendo la Rusia de Putin. Conociendo el modo de actuar de Putin, sus pretensiones en el Medio Oriente no han sido abandonadas sino solo postergadas. Irán y Yemen son todavía piezas que mantiene Rusia en el ajedrez islámico. Tampoco Putin parece querer abandonar los diversos puntos de contacto que ha concertado con la Turquía de Erdogan.
Al fin y al cabo, la última palabra no existe ni en la historia ni en la política. Seguramente Putin concentrará por el momento su dispositivos en derrotar totalmente a Ucrania y así llegar a la mesa de negociaciones con todas las cartas sobre la mesa si es que Europa se lo permite. Cierto también es que Putin ha demostrado su incapacidad para mantener dos guerras intensas al mismo tiempo. Pues bien, esa es una razón más que obliga a Europa, o al menos a sus países más pudientes, a incentivar el apoyo, sobre todo económico, que necesita Siria.
Gane o pierda Ucrania, la tarea fundamental de Europa será concentrar esfuerzos en detener las ambiciones anti-occidentales de Rusia, apoyando políticamente, y si es necesario militarmente, a la ciudadanía de las democracias emergentes, sea en Ucrania, sea en Eslovaquia, sea en Bulgaria, sea en Rumania, sea en Georgia, sea en los países Bálticos. Eso no significa abandonar al Medio Oriente a su suerte. Todo lo contrario, se trata de apoyar los esfuerzos anti tiránicos, aunque no sean democráticos, que aparecen en diversas lugares del mundo. Hoy el acento está puesto en Siria. Mañana puede estar en las tres dictaduras mafiosas de América Latina, todas hoy al servicio de Putin: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Puede que la de ahora no sea todavía una guerra mundial, pero la lucha entre democracia y dictadura, sí es mundial.
Los rebeldes sirios han dado una lección. Por una parte han logrado concertar una unidad entre sectores religiosos y étnicos que ayer parecían irreconciliables. Por otra, reconocieron perfectamente cuando había que actuar. Es evidente en ese sentido que recibieron ayuda del exterior, sobre todo de Turquía. Es también cierto que la guerra de Israel a Irán, les abrió sendas inesperadas. Pero la guerra la hicieron ellos. Y vencieron.
Ayer Siria era una hoja sangrienta. Hoy es una hoja en blanco. Lo que se escribirá en esa hoja será responsabilidad de los sirios, pero no solo de los sirios, también de los países que los apoyaron o no los apoyaron cuando había que hacerlo.
El mito del nuevo orden mundial se viene abajo
La caída de la dictadura de al-Assad, la retirada de Rusia y el aislamiento de Irán, han dado al traste con la ideología de un nuevo orden mundial propagada por las dictaduras rusa y china. Ha quedado demostrado una vez más que cualquier intento por edificar un orden planetario está destinado al fracaso, entre otras cosas, porque los seres humanos, así como las naciones que los constituyen, son entidades desordenadas. Los supuestos ordenes, visto así, no pasan de ser configuraciones momentáneas, destinadas a reconfigurarse sin cesar a lo largo de la historia. Kissinger, a su modo, lo entendió perfectamente: no se trata de construir ordenes mundiales sino de mantener algunas condiciones mínimas de precario equilibrio que impidan caer en una catástrofe mundial. En cierto modo los rebeldes sirios, sin proponérselo tal vez, han dado forma a un nuevo equilibrio entre las fuerzas que provienen del Oriente Medio cuyos consecuencias aparecerán en lugares donde menos son esperadas. En tiempos globales, el vuelo de una mariposa puede cambiar el orden del universo.
*Este artículo se publicó originalmente en POLIS: Política y Cultura