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Después de las primarias en Venezuela, ¿qué viene?

El liderazgo de María Corina Machado tiene una característica que le da una gran solidez: la persistencia

María Corina Machado

María Corina Machado recibe el documento que la proclama como ganadora de las elecciones internas de la oposición en Venezuela. Foto: EFE/ Miguel Gutiérrez

Tulio Hernández

28 de octubre 2023

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Tres cosas se verificaron en el proceso de elecciones primarias del domingo 22 de octubre. La primera, lo que era un hecho suficientemente anunciado y solo requería de una verificación fáctica, que ha surgido un nuevo liderazgo en el país, el de María Corina Machado, y que no es cualquier liderazgo sino uno sólido, unificador y sin competencia alguna. Sin nada ni nadie que le haga ruido, ni en el seno del Gobierno ni en el de la oposición.

Lo segundo, algo en lo que no había tanta claridad y certeza, que el ciudadano común que adversa al régimen chavista, ahora madurista, sigue estando dispuesto a participar políticamente cuando se le ofrecen escenarios confiables que pueden tener repercusión y contundencia. Lo ha demostrado muchas veces cuando, como en las elecciones legislativas de 2015, percibió que había coherencia, unidad de parte de la resistencia democrática y, algo muy importante, un equipo creíble y coherente a la cabeza del proceso.

Y, tercero, que al Gobierno se le está haciendo cada vez más cuesta arriba, especialmente por las negociaciones internacionales, atropellar burdamente las acciones políticas de las fuerzas democráticas.

Lo del liderazgo de Machado ratifica el misterio de la manera cómo se consolidan los liderazgos carismáticos, pero también del modo como se apagan o desaparecen. Incluso de cómo se pueden volver formas de rechazo colectivo. O de cómo pueden renacer. Recordemos, por ejemplo, como Carlos Andrés Pérez pasó de ser, en 1973, un político que venía con un cierto desprestigio como responsable de la persecución a la guerrilla y luego se fue convirtiendo en un fenómeno que emocionaba con frenesí a las multitudes que le seguían. Para luego, en medio de su segunda presidencia convertirse en objeto de rechazo colectivo.


O pensemos en la saga de líderes opositores —Manuel Rosales, Leopoldo López, Henrique Capriles, incluso Ramos Allup­— que han vivido momentos de gloria y éxtasis colectivo, para luego desaparecer entre las estadísticas de la pérdida de apoyo, el rechazo y hasta el olvido. O recordemos la emoción profunda y las movilizaciones de masas que suscitó la emergencia de Juan Guaidó y su envió a las filas de la segunda línea. Atención que en cualquier momento uno de ellos puede renacer.

El liderazgo de María Corina Machado tiene una característica que le da una gran solidez: la persistencia. No es resultado de un movimiento aluvional. Repentino. Sino de una larga actividad política en la que la dirigente ha pasado de lugares y posiciones minoritarias a ir ampliando su base de apoyo y credibilidad, creándose un perfil propio, individual, distintivo, a fuerza de mantener posiciones a contracorriente de las mayorías opositoras.

Dos cualidades le fueron consolidando la conexión emocional con los ciudadanos. Además de la persistencia, de no bajar la guardia en la actividad de calle girando por el país, ir adquiriendo —a base de hechos visibles— la fama de mujer valiente, capaz de vencer todo tipo de atropellos, amenazas, bloqueos, saboteos, realizados por las fuerzas violentas oficialistas. Y, segundo, aunque no sea ese el eje de su comunicación, en un país de tradición populista y estatista, atreverse a presentarse con un discurso liberalmente radical poco común que incluye la idea —siempre vista con temor— de la privatización de PDVSA.

Así que cuando los demás liderazgos se fueron agotando, los partidos debilitándose, la cancha quedándose sola, el público desanimado, todos los caminos llevaron a Machado y ella, inteligentemente, con una capacidad de movilización, desde pequeños pueblos hasta grandes ciudades, lo convirtió en opción sólida para recuperar esperanza y emoción que, lo sabemos ahora, no estaba perdida. Solo hibernaba.

La persistencia también ha sido una cualidad de la Comisión Nacional de Primarias. Muchos teníamos grandes dudas de si sería posible, no solo realizar, sino realizar con éxito, esta consulta. Pero la paciencia inquebrantable con la que insistió la CNP, con la creíble figura de Jesús María Casal al frente, logró un evento con una calidad de organización para todos visible y esperanzadora. Y el retiro a última hora de las candidaturas de Roberto Henríquez, Henrique Capriles y Fredy Superlano, terminó de conformar un cuadro confiable para los electores, dejándola en la consulta prácticamente sin competidores.

La realización de las primarias ha demostrado que al régimen le cuesta cada vez más boicotear las iniciativas opositoras. Lo demostró el hecho de que la disolución del CNE no impidió en nada la realización de la consulta. Igual el bloqueo comunicacional y periodístico oficial, porque la convocatoria cobró fuerza a través de las redes sociales y del boca a boca. Y los intentos de crear confusión por parte de candidatos, aparentemente opositores, como la de Prosperi, no tuvieron el más mínimo efecto en una población que ya había tomado la decisión de participar.

Una nueva etapa política ha comenzado. A la candidata, elegida casi que por aclamación, le corresponde ahora consolidar la unidad, tarea en la que ella frecuentemente no participó. El régimen hará lo que esté a su alcance para impedir unas elecciones libres, pero ya no puede inventarse varias oposiciones para que asistan divididas a elecciones simuladas. La oposición ya tiene candidatura única e incuestionable. La carta de la inhabilitación será el hueso más duro de roer. Pero las declaraciones recientes de voceros de EE. UU. anuncian que sin eliminación de las inhabilitaciones y sin libertad de los presos políticos no habrá levantamiento de sanciones.

Paradójicamente, a María Corina Machado, siempre crítica del régimen pero también de los principales acuerdos de los más importantes partidos opositores con el Gobierno, convocante de las manifestaciones callejeras de 2014, conocidas como “La Salida”, le corresponderá ahora liderar alianzas y acuerdos con ambos, limar diferencias, mantener con vida y mucha fuerza la presión popular de calle, articular los apoyos internacionales, tanto de los Gobiernos adversarios como de los amigos de Maduro para obligarle a jugar esta vez en el tablero democrático de las elecciones libres. Da la impresión de que, por primera vez en mucho tiempo Maduro está contra las cuerdas con la particularidad de que el contrincante es una mujer.

*Artículo publicado originalmente en Fronteraviva.

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Tulio Hernández

Tulio Hernández

Sociólogo venezolano experto en cultura, comunicación y opinión pública. Consultor internacional en políticas culturales y ciudad. Exiliado político tras una amenaza de cárcel hecha por Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. Actualmente reside en Bogotá.

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