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Después de la dictadura, ¿qué hacer y qué esperar?

No se puede ser románticos en la política... pretendo hacer notar la diferencia entre aspirar a la democracia y el supuesto “rescate” de la democracia

“Los actuales autoconvocados seguimos apostando por la insurrección cívica”.

Onofre Guevara López

9 de octubre 2018

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El hecho de haber constituido la Unidad Nacional Azul y Blanco con la representatividad de la mayoría de los sectores sociales y políticos activos contra la dictadura Ortega-Murillo, es un gran suceso histórico por su concertación política sin prejuicios ni sectarismos ideológicos. Los diez principios, diez valores y trece compromisos de su proclama al nacer, deberán trascender a la unidad en la acción, como única manera de lograr la victoria.

Bastan dos de sus propósitos esenciales para abarcarlos todos y desarrollarlos de forma continua y simultánea, pero sin una visión lineal ni mecánica: la tarea de deshacerse del régimen por cualquier vía cívica, renuncia o derrota electoral anticipada; y de ahí, cumplir el objetivo humanitario de liberar a la sociedad de su tragedia de ver a sus jóvenes prisioneros, perseguidos y muertos.

Luego, vendrá el cumplimiento del programa de acción y transformación con los veintitrés principios, valores y compromisos para erradicar el sistema orteguista e iniciar la tarea histórica de construir legalmente un sistema de respeto a los derechos humanos y garantizar todos los derechos civiles democráticos.

Nada fácil como se puede escribirse y decirlo.  Ninguno de los cambios propuestos para avanzar programas económicos, políticos y sociales serán posibles, sin hacer en la práctica lo que ahora todavía reside en el propósito: anteponer las diferencias ideológicas para cuando se deba llevar a cabo cada tarea en común, y se plantee solucionar los inconvenientes entre grupos con el menor sectarismo posible.


Esto significa, que cuando se discuta una ley, o todas las leyes, para regular las relaciones sociales injustas que caracterizan al histórico sistema de injusticias prevaleciente, deberá hacerse realidad lo que ahora solo se dice. Por ejemplo, que supuestamente algunos de los representantes empresariales en la UNAB, invoquen la absoluta libertad de empresa, como  históricamente se ha hecho, con el objetivo de burlar la justicia social.

Y, en un ejemplo opuesto, que algunos representantes de los sectores sociales asalariados, piensen, o tengan la concepción mecánica de que la derrota de la dictadura es una victoria de la revolución social radical.  Lo digo, porque en defensa de intereses particulares, casi siempre se renuncia a la reflexión y eso tiende a confundir las cosas: unos pretenderían la congelación del injusto sistema económico y social por egoísmo de clase (un orteguismo sin  Ortega), y los otros expresarían un radicalismo ingenuo, infantil.

Lo real, es que la  unidad en la acción sea para alcanzar objetivos comunes (libertad y derechos), sin tener que perder la autonomía ideológica de cada quien para ejercer su libertad de pensar, pero  respetando el pensamiento ajeno.  Con la unidad en la acción no se logra una armonía absoluta, sino con la comprensión mutua en el momento de remover los obstáculos que impiden la libertad de todos.

Al nacer la UNAB, ya se han expresado criterios opuestos en sectores tradicionales de la oposición, los que a pesar de proclamar su acuerdo en la lucha contra la dictadura, rechazan la ruta de la UNAB y bajo el estímulo de su sectarismo levantan cuestionamientos partidarios.  Ni qué decir que actuar así, no hacen más que estancarse con sus prejuicios y, sin quererlo, coinciden con el criterio del estudiantado sobre la inutilidad y el desprestigio de los caudillos y sus partidos, por ser actores políticos rezagados respecto esta forma de lucha de nueva factura histórica.

Nadie deseaba que surgieran estas diferencias, pero había que preverlos y que, como ya surgieron débiles, lo más probable será es  que se queden al margen de la historia, anquilosados como fuerza política, en lo individual, terminar como unos resentidos políticos… si acaso no terminan participando en las farsas electorales.

Seguramente que se conocerán otros fenómenos en la lucha unida cuando la dictadura sea ya un triste pasado, para los cuales no existen antídotos, pero sí se pueden prever y no asustarse ante ninguna expresión inconsecuente, comprendiendo que son fenómenos inevitables en política, y actuar en consecuencia.

No se puede ser romántico en política ni confundirse, porque alguien se niegue a comprender que en toda lucha y en todo campo de acción política se juegan intereses encontrados. Pero si se renuncia al sectarismo poblano, es más seguro que se llegue a tener un mejor ejercicio de la política.

No será la primera vez que, ante los extremismos de cualquier lado, trate de abordar el tema de la democracia y lo democrático, que parecen lo mismo, no lo es, según mi punto de vista.  He opinado, lo sigo haciendo, que en Nicaragua de hoy no se lucha por “rescatar” la democracia, sino de construirla, porque aquí no ha existido de modo cabal.

Recordemos. Hubo una versión conservadora de la democracia, por cuanto practicó la alternabilidad en el poder, como ocurrió en los últimos treinta años del siglo XIX, pero esa alternabilidad fue entre pocas familias oligárquicas, mientras los muy pobres (que no tenían propiedad de al menos cien pesos) y los analfabetos no podían votar.  Fue una democracia para una minoría.

En los 125 años transcurridos desde 1893 (siete del siglo XIX, todo el siglo XX y 18 años del siglo XXI), tampoco hemos tenido una democracia de la cual todas las generaciones de este largo período hayan estado satisfechas.  Siguió la dictadura de Zelaya, después vinieron gobiernos libero-conservadores, títeres de la intervención armada de los Estados Unidos, incluida la dictadura somocista que nos heredaron, hasta la revolución sandinista de 1979.

Esta revolución, solo lo fue por algunos cambios políticos y sociales,  luego truncados o mediatizados por la otra forma de intervención armada pronorteamericana y por errores propios.  Duró solo once años, y fue una democracia para las clases históricamente preteridas, pero fue una dictadura para otras clases sociales.

Después, tuvimos dieciséis años de una democracia más formal que real, aunque con libertades políticas, los tradicionales privilegios de clase y una rapaz corrupción administrativa, en especial la de Arnoldo Alemán. Se puede decir, que sobrevivieron las injusticias sociales, las que no se pudieron compensar con el respeto a las libertades políticas.

Luego, y ahora, tenemos la peor de todas las dictaduras, la bicéfala de Daniel Ortega y Rosario Murillo.  Además de su nivel de criminalidad y de corrupción, ha querido estafar –y a muchos sigue estafando, sobre todo a sus amigos del exterior— con la mentira de que su régimen es la continuidad de la revolución del 79, siendo que ellos mismos hicieron y están haciendo más que lo suficiente para enterrarla definitivamente.

Con esta breve reseña de nuestra historia pretendo hacer notar la diferencia entre aspirar a la democracia y el supuesto “rescate” de la democracia.  De paso, trato de explicar la diferencia entre la aspiración por la democracia y lo que en realidad podemos alcanzar después de la derrota de la dictadura: una democracia en construcción con pleno respeto de todos los derechos humanos y políticos para todos.

Ayudar a construir esa democracia es el fin de la participación, consciente, honesta y sin sectarismo dentro de la Unidad Nacional Azul y Blanco, siendo fiel a sus objetivos, valores y compromisos.  Poner otras condiciones, no propicia ningún éxito y, de hecho, se contribuye con los adversarios de todo signo democrático.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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