15 de enero 2019
“Nicaragua en la década del 90 inició un proceso de recuperación
y desarrollo que nos llevó a un buen nivel de crecimiento”.
Enrique Bolaños, Rector del INCAE,
discurso en un foro empresarial
No es el primero de los economistas nicaragüenses, ni el único que lo dice ahora en medio de la crisis, y es seguro que tampoco será el último en afirmar eso mismo sobre el tema del desarrollo económico nacional durante los gobiernos anteriores a la dictadura Ortega-Murillo.
Es que, incluso, siendo una cosa tan cierta, ningún lego en economía –la mayoría de los ciudadanos— lo ignora, pues quien no está informado por medio académicos, se lo ha enseñado la vida durante las dos últimas etapas de la política nacional.
Lo de la “recuperación y el desarrollo” es cierto, pero no lo es totalmente. Importante es tener presente en dónde radica esa media verdad o verdad a medias.
Para los efectos prácticos y políticos –no los estadísticos oficiales—, ese proceso del desarrollo de los años noventa, fue para los capitalistas de la restauración la continuidad por otros medios de la Piñata “sandinista” con los bienes del Estado, y no solo con los bienes raíces e inmuebles, sino con los valores monetarios obtenidos en el proceso de las devoluciones.
A partir del año 91, somocistas y no somocistas, pero todos expropiados, comenzaron su propia Piñata, muchos de ellos desde los Estados Unidos, en donde se habían nacionalizado, para recobrar sus propiedades como ciudadanos “americanos” poniéndoles precios de oro y a veces hasta por su doble o triple valor real.
Tan descarada fue la voracidad y el oportunismo de esos señores, que Antonio Lacayo, el principal funcionario del Gobierno de doña Violeta, los calificó de manera muy nicaragüense: los “Gringos caitudos”. Es decir, quienes se convirtieron en “americanos” con el propósito de ser protegidos en sus reclamos piñateros por los gobiernos estadounidenses.
Por su lado, diversos partidos políticos agrupados en la Unión Nacional Opositora, luego, divididos, fueron por sus respectivas prebendas a la sombra del Estado en su nueva versión política, y quienes, efectivamente, pudieron obtener los beneficios “de la “recuperación y el desarrollo” y pudieron dar fe del “nivel de crecimiento”, algo que el pueblo nicaragüense no conoció.
Tras los mismos objetivos oportunistas, muchos dirigentes de los sindicatos blancos se aliaron con los políticos de la cúpula del Partido Liberal Constitucionalista, cuyo líder, Arnoldo Alemán, ejerció la presidencia más corrupta después de los Somoza y antes de Daniel Ortega.
Líderes de sindicalismo revolucionario, fueron cooptados por Ortega, cayendo en la misma condición de piñateros y de instrumentos de su política de presión para retornar al gobierno, liquidando la defensa del pueblo trabajador, y creando condiciones en favor de los beneficiarios del crecimiento económico de una sola clase social.
Ese período al que se refiere el señor Bolaños, fue una solapada continuidad de la Piñata “sandinista”, en términos con que todos hablamos y nos entendemos los nicas, pero cuyo nombre universal es: corrupción.
Lo digo, porque ahora todo el mundo recuerda solo la “transición democrática” de los noventa, lo que fue verdad en cuanto al respeto a las libertades públicas, pero no lo fue en cuanto a la ética administrativa en el Estado, sino la continuidad de la corrupción, aunque no en iguales niveles que la corrupción del somocismo ni del orteguismo.
Recordemos, además, que la corrupción en los 16 años democráticos la ejerció en mayor medida el gobierno de Arnoldo Alemán (la que don Enrique Bolaños, padre, solo intentó castigarla) y se enlazó con las ambiciones de Daniel Ortega, cuyo pacto político entre ambos es la fuente de la actual dictadura, con sus ribetes delictivos que no tuvieron los otros gobiernos neoliberales.
El gobierno de Ortega y Murillo, además de neoliberal en lo económico y represor de las libertades públicas con pretextos políticos, ya cometió crímenes de lesa humanidad.
El señor Bolaños, recuerda el “nivel de crecimiento” en los noventa, pero eso no fue exclusividad de los gobiernos neoliberales, pues durante los once años dictatoriales de Ortega, también hubo un alto “nivel de crecimiento”, pero con el mismo destino que el anterior: el bolsillo de la vieja burguesía, compartido con el bolsillo de la nueva burguesía orteguista.
Una de las fuentes de ganancias dentro del “alto nivel de crecimiento”, fue el Seguro Social, saqueado por el somocismo y todas las administraciones, cuyos servicios médicos fueron privatizados en los noventa y confirmado por el orteguismo, a cuya sombra nacieron nuevos ricos entre altos jefes “revolucionarios”, quienes también adquirieron contratos con el INSS para hacer negocios con los asegurados en las “clínicas previsionales”.
Desde el 18 de abril del año anterior, en rechazo a la represión sangrienta, un sector de esa vieja burguesía dio las espaldas a la política del “nivel de crecimiento económico” bajo el orteguismo, respaldando las protestas populares contra la represión y ha ofrecido pruebas de rectificación en los hechos, aunque todavía no una autocrítica formal.
Tampoco debemos ser exigentes sobre una autocrítica formal, porque más importantes son los hechos, la práctica, y mientras los empresarios agrupados en el Cosep no demuestren una actitud contraria a su actitud actual, será positivo para unidad contra la dictadura.
La ingenuidad no es recomendable en ningún caso, y es válido estar alerta en política, máxime en estas condiciones de persecuciones y secuestros que no cesan, pese a que se le agudiza la crisis política a la dictadura con la renuncia de Rafael Solís, cuya denuncia de la represión, la deja desnuda de sus falsos argumentos sobre el “terrorismo” y el “golpe de estado”.
Momento propicio para reactivar la lucha interna, dotando al movimiento auto convocado de un nuevo proyecto de acción, como lo sugiere Gioconda Belli, en su último artículo aquí, en Confidencial.
Esa readecuación de la táctica, lo demandas también el Foro de empresarios al margen del Cosep y de Amcham, efectuado en el INCAE, en donde el señor Bolaños dijo su discurso, marginándose de la responsabilidad de su convocatoria, pero respaldando sus conclusiones.
¿Quién convocó ese Foro y con qué objetivo político?
Pienso que fue convocado por los intereses de gente que promueve tras bambalinas la división del empresariado, porque no puede ser espontánea una actividad de ese género, coincidente con la reunión de la OEA del once de enero, y a espaldas de las organizaciones empresariales identificadas con la lucha anti dictatorial.
¿No será obra del asesor económico de Ortega, quien desde el primer encuentro del diálogo fracasado, guarda un silencio sospechoso? No es concebible ese mutismo en un ex guerrillero, alto funcionario y gran acaudalado de última generación.
Si hubo interés divisionista y un promotor, se sabrá, pero quien fuere, su responsabilidad en el Foro no es lo importante, sino lo que dijeron algunos de sus propagandistas: que es necesario un nuevo diálogo o una nueva negociación con nuevos y pocos actores.
Se supone, que también desean actores “selectos” de las cúpulas políticas, lo que en palabras criollas quiere decir: con personas “notables”, que no pueden ser otros que los tradicionales políticos proclives al pactismo o a la componenda traicionera que tanto hemos conocido y nos tienen en el barranco en que estamos.