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Daniel Ortega tiene quien le escriba

Una negociación o diálogo político entre posiciones excluyentes no es nunca un proceso para encontrar coincidencias.

Daniel Ortega en su pequeñez de miras no alcanza a ver que la raíz de la libertad es más poderosa que cualquier régimen por represivo que sea. Lea: ¿Para qué sirve el Diálogo Nacional?

Fernando Bárcenas

21 de agosto 2018

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¿Alguien imagina una carta dialogante dirigida a Somoza después de las operaciones limpieza? No. Porque la población estaba perfectamente clara, desde 1978, que a Somoza había que sacarle del poder, y que su salida, aún negociada, no era cuestión de razonamientos lógicos o de buenos deseos, sino de lucha, de correlación de fuerza, de estrategia.

La lucha por la libertad no busca coincidencias con la tiranía

Quien hubiese apelado a los buenos sentimientos de Somoza para encontrar una salida sensata, habría claudicado políticamente porque haría creer a las masas que era posible una solución sin lucha, sin movilización en contra del régimen dictatorial. Tal persona induciría a un atraso de la conciencia política más avanzada de las masas, que ya habían despertado a su participación directa en distintas formas de movilización por sus derechos políticos.

La oportunidad de cambio, ahora, es tan importante y única que hay que ser críticamente riguroso para no perderla.


La Alianza Cívica, pese al respeto que provoca su intención patriótica ingenua, ha escrito una carta a Ortega, políticamente deplorable, para buscar –dice la carta- coincidencias con el régimen. No hay coincidencias entre democracia y dictadura. Una negociación o diálogo político entre posiciones excluyentes no es nunca un proceso para encontrar coincidencias. En una alianza se buscan coincidencias, en una negociación política, no. Una negociación define los límites de los recíprocos intereses confrontados, en una realidad contradictoria y cambiante que, invariablemente, desplazará luego la base objetiva de tales límites acordados. Además, entre asesinos y víctimas no puede haber coincidencias, aunque puede haber negociación, según las circunstancias.

El objetivo de una negociación política progresiva es arrebatar a la contraparte espacios de movilización para el propio crecimiento

Ortega se ve obligado a readecuar su régimen –a su pesar- a la evolución de la crisis. La negociación tiene por objetivo reglamentar los espacios políticos que Ortega, a causa de la crisis en aumento, debe ceder a la ciudadanía en movilización. De la calidad de esos espacios depende la conquista, de parte de la ciudadanía, de nuevos derechos políticos, que le corresponden combativamente porque le han sido usurpados arbitrariamente. Cada espacio conquistado es una plataforma estratégica para nuevas conquistas.

Una dictadura no es un ambiente violento, sino, expresión de una política opresiva

Nos preocupa, dice la carta a Ortega, que continúe indefinidamente el ambiente de violencia. No hay un ambiente de violencia. Lo que hay es una política violenta de parte de la dictadura. Ahora, ya no se cree que Ortega durará, como diría Yeats, lo que dura la caída de un pañuelo. Lo que nos preocupa, entonces, es la dictadura orteguista y su política asesina en contra de la sociedad.

Las diferencias no deben resolverse, lo que debe resolverse es la opresión

La ruta del Diálogo Nacional, dice la carta a Ortega, es la más conveniente para que los nicaragüenses resolvamos nuestras diferencias. Nuestras diferencias no se resuelven por medio de la negociación. Las diferencias con Ortega posiblemente permanezcan o, probablemente, se profundicen más a medida que el pueblo conquiste más derechos políticos

Con la ruta del diálogo, dice la carta a Ortega, encontraremos un camino que nos una. en dar respuestas a las aspiraciones que todos anhelamos. El pueblo no desea unirse con Ortega, ni puede darles respuesta a los anhelos de los ciudadanos en unidad con la dictadura.

Ortega no es agente del cambio, sino, un obstáculo para la consolidación de la nación

La carta le pide a Ortega que se comprometa en dar tranquilidad y seguridad a toda la familia nicaragüense. La tranquilidad y la seguridad de los nicaragüenses no depende de Ortega, sino, al contrario, de su salida del poder. Pareciera que, con el diálogo, como si se tratara de una pócima, Ortega podría transformarse en sentido inverso, del malvado míster Hyde en el bondadoso doctor Jekyll. Al menos, la carta hace creer en esa transformación de Ortega por medio del diálogo.

Por último, la carta le pide a Ortega que reinstale el diálogo nacional para cesar la violencia; anticipar las elecciones; liberar a los presos políticos; establecer un ambiente de trabajo, paz, tranquilidad social y apego al respeto de las leyes; el cese de la criminalización de las protestas y de la toma de tierras; y la disolución de los grupos paramilitares.

La Alianza no sabe lo que es una negociación. Le pide al adversario que acuda a la mesa de negociación como si en propio interés deba conceder espontáneamente todo lo que su adversario desea conseguir.

Junta de Gobierno Provisional Azul y Blanco

¿Cómo ha cambiado la situación política? Es decir, ¿qué nuevos sujetos políticos han aparecido en escena, y cuáles se han agotado en las actuales circunstancias? ¿Qué limitaciones tuvo el diálogo precedente y por qué fracasó? ¿Cómo ha variado la correlación de fuerzas? ¿Dónde se ha desplazado la iniciativa política en la confrontación actual? ¿Cuáles son las nuevas consignas y las nuevas formas de lucha?

La consigna de Junta de Gobierno Provisional, integrada por delegados de los combatientes de un amplio Movimiento Azul y Blanco (compuesta, entre otros, por Medardo Mairena, desde la prisión orteguista), no es un postulado revolucionario que se deba adelantar simplemente para demostrar una postura ideológica progresista. Así no funcionan las consignas. Es decir, no hay consignas que por sí mismas sean revolucionarias. Esa es una visión infantil. Por ahora, hay un vacío de poder que se acrecienta en la medida que Ortega pierde legitimidad a nivel internacional. Esto es lo que hace necesario una consigna de poder alternativo, que ayude a consolidar la línea política de la lucha de masas.

La situación política ha cambiado en dos sentidos. Primeramente, ha cambiado negativamente porque Ortega sustrajo a las masas los espacios de poder que habían conquistado en esta primera etapa, y porque ha conseguido, por ahora, desorganizar la resistencia, tanto por la masacre de los líderes de los tranques, como por la persecución implacable para sacarlos del país o para hundirlos en las cárceles, haciendo que las masas pasaran a la defensiva táctica.

Luego, la situación política ha cambiado positivamente porque Ortega, con la represión, se ha aislado en el plano internacional, agravando las condiciones objetivas de una crisis económica irreversible, que adquiere expresión política desfavorable para Ortega por su enfrentamiento con el derecho internacional.

La presión en contra de Ortega se ha desplazado hacia el plano internacional

En esta nueva situación política, el peso de la presión en contra de Ortega se ha desplazado del plano nacional, de los tranques, al plano internacional, donde Ortega comete los mayores errores estratégicos. Ortega avanza así hacia su desconocimiento internacional como gobierno legítimo.

Sin embargo, el poder de las masas, que se reflejaba en los tranques y que ha sido batido militarmente, debe aprovechar ahora el terreno internacional, donde la legalidad constitucional del gobierno de Ortega se ha debilitado. Se gesta un relativo vacío de poder, que de inmediato debe ser llenado por el movimiento de masas como alternativa de transición democrática. Lo que es revolucionario, no es el contenido de la transición, constitucional o menos, si no la movilización independiente de las masas para conquistar por propia mano su libertad.

Alternativa política de poder

La presión internacional no puede continuar en contra del gobierno de Ortega si no existe en el plano nacional una alternativa que impida la anarquía, y que orgánicamente encierre el embrión de un nuevo orden jurídico progresivo.

En la medida que Ortega se hunda en el aislamiento, el pueblo en lucha debe construir una alternativa de poder para que se le reconozca internacionalmente como fuerza beligerante organizada. La negociación, entonces, inevitablemente deberá ser entre el régimen en decadencia y la organización nacional que irrumpe como fuerza beligerante.

Los acuerdos con la dictadura, aunque se alcancen a puertas cerradas, el gobierno provisional deberá someterlos de inmediato a un referendo nacional para su aprobación o rechazo por el pueblo.

La lucha política es un conflicto de intereses contrapuestos

La carta a Ortega, donde la Alianza le pide que inicie el diálogo, no por presión alguna, sino, por simple buena voluntad de Ortega, ignora olímpicamente las características absolutistas, antidemocráticas, criminales, del orteguismo, y revela sus propias limitaciones y debilidades en el análisis de la realidad y de la lucha política.

Nada en política se basa en la buena voluntad de ninguna de las partes, sino, en análisis de intereses y de las posibilidades de imponerse en las circunstancias concretas a los intereses contrarios. Toda negociación, en consecuencia, es producto de la capacidad de lucha y de las perspectivas y posibilidades de cada posición, a distintos plazos.

La crisis, que se extiende al proceso productivo de forma invalidante, como una parálisis degenerativa del sistema nervioso, obligará a Ortega a adelantar las elecciones.

El gobierno provisional podrá acordar con la comunidad internacional la reglamentación creíble del proceso electoral adelantado, que se deberá imponer a Ortega en la mesa de negociación. Para lo cual, es precondición imprescindible que se imponga a Ortega tanto la libertad inmediata de los prisioneros políticos como la disolución inmediata de las bandas paramilitares.

Simultáneamente a la negociación, el gobierno provisional deberá organizar centralizadamente la campaña electoral inmediata en contra del orteguismo, para gestar un nuevo gobierno legítimamente electo que emprenda la democratización y la reconstrucción libertaria del país. Lo cual, no es objeto de este artículo.

*El autor es ingeniero eléctrico.

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Fernando Bárcenas

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