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¿Cuánto sabe usted de los sapos?

Dicen que algunos sapos nicas tienen su “cola”, pero en el sentido figurado que los humanos les damos a los malos antecedentes de ciertos individuos

Onofre Guevara López

27 de diciembre 2022

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Nosotros no sabemos si en Nicaragua hay algún naturalista y biólogo –o de alguna otra profesión, aunque sea en política del patio— interesado en estudiar la vida, la morfología, el comportamiento (digamos social) de los sapos y de las sapas.  Ese estudio, si existiera, lógicamente tendría que haber sido hecho en su propio charco (de los sapos, no del profesional) o los humedales que, por no estar higienizados, son malos para la salud pública y la sanidad ambiental en general.

Quizás algún día sepamos si hubo o hay aquí algún profesional amigo de los sapos que se haya interesado en conocer cosas de ellos y describirlas con un mero interés científico, pues además de la fea imagen de los sapos, alguna gente prejuiciada les da una mala fama a estos pobres batracios insectívoros.

Siendo anuros como son todos los sapos, es natural que los sapos nicas no tengan colas, digamos cola física, aunque las malas lenguas dicen que algunos sapos nicas tienen su “cola”, pero en el sentido figurado que los humanos les damos a los malos antecedentes de ciertos individuos.

No sé por qué lo dicen. Pero sabemos que en España existe un señor llamado Juan Antonio Rodríguez Llano, naturalista y biólogo, quien publica en la RTVE su programa Cuadernos del Campo, en donde divulgó “Datos curiosos sobre los sapos, príncipes con verrugas”, como él los llama.


Son tan elogiosas las descripciones que este profesional hace de los sapos, que a lo mejor una nicaragüense soñadora –sin necesidad de tener alma de sapa— después de leer que este “animal feo y asqueroso lleva en su interior algo hermoso” –como escribe el biólogo— quisiera ella hacer como la princesa del cuento: acercarse a un sapo, cerrar “los ojos y haciendo de tripas corazón”, estamparle su beso en su boca para ver si el sapo se le convierte en un príncipe.

Y si el príncipe no le sale azul, sino verde, se sentirá compensada, pues si no le sale pintado con el romántico azul, el color verde del sapo, digo del príncipe, ambos estarán muy a la moda, porque ahora cualquier comida chatarra la empacan con ese color para venderla como un sano alimento ecológico.

Quién sabe, pero, por si acaso alguien que, sin ser sapa, se interesara en darle el ósculo transformador a un sapo buscando a su príncipe, les transmitimos lo bueno que dice –más o menos— el naturalista español acerca de los sapos:

Solo tiene que acercar su cara a la del sapo y podrá comprobar que “es simpática, su boca es casi sonriente; sus ojos son como piedras preciosas pulidas por el agua; sus ojos [siempre los del sapo] pueden ser dorados, cobrizos, esmeralda, granates e incluso todos los colores”.

Lo que no sabemos es si esas bellas características físicas son exclusivas de los sapos españoles, porque los sapos nicas que hemos conocido no les hemos visto bien los ojos, por lo tanto, aún estamos sin saber si en verdad hay sapos tan bellos, o si no lo son tanto, como dice el señor ibérico de los suyos.

Y usted… ¿ha visto con esos ojos –no los suyos— a los sapos nicaragüenses?

Es dudoso que se haya fijado en los ojos de un sapo antes de que le diera una patada por haberlo asustado, porque el sapo se corriera, o porque usted saliera corriendo al verlo (si fuera una señora) Pero a lo mejor usted ha visto algún un sapo con ojos azules en el Norte del país, si acaso es de ese lado, o haya paseado por allí alguna vez.

II

Siempre con la colaboración involuntaria del científico Rodríguez Llano, seguimos con las descripciones de los sapos españoles y las posibles diferencias que pudieran tener con los sapos nicaragüenses.

Pero cualquier parecido que pueda usted imaginarse entre los sapos de ambas nacionalidades, no sería culpa nuestra, pero le recomendamos ver a los sapos conforme lo que dice de ellos el científico español. Lo no recomendable sería invitar al científico español venir a Nicaragua para que estudie a “nuestros” sapos, porque nadie le garantizaría su seguridad personal… si acaso se encontrara con algún sapo o una sapa violentos.

Allá va, entonces, un resumen de otras de las descripciones de los sapos españoles, seguidas de las imaginarias comparaciones con los sapos nicaragüenses, sobre los cuales confesamos que no los hemos conocido a todos, ni mucho menos:

+ Los sapos españoles son tranquilos y les gusta vivir en paz; y por eso solo salen de noche a cazar para comer.

No parece que a los sapos de nuestro charco les guste tanto vivir en paz, ni que solo salgan de noche, porque –siendo sapos de país pobre— se verán obligados por el hambre a cazar a sus víctimas durante cualquier hora del día.

+ Esperan sentados para cazar, en pose meditabunda, y se alimentan de babosas, caracoles, arañas e insectos.

En verdad, pensamos que los sapos nicas no son sedentarios ni que piensen mucho; tampoco conocemos en detalle lo que comen, pero es seguro que sus víctimas no lo han sido por ser babosas, sino por otros motivos.

+ Con esa forma de alimentarse, los sapos españoles controlan plagas y poblaciones de insectos.

Los sapos de aquí no parecen estar interesados en el control de las plagas ni en la suerte de las poblaciones de insectos del campo; lo poco que de ellos sabemos, es que no le gusta que la gente controle nada de lo que pasa en su charco.

+ El naturalista y biólogo español asegura que hay una especie de sapos en España que es venenosa, pero no son muchos, pues la mayoría son sapos comunes.

Parece que todo lo malo que aquí habla la gente de los sapos, es porque le temen o porque alguna vez los habrán visto bastante venenosos en su modo de actuar, pero quizás la mayoría sea de sapos comunes, como los de allá.

+ El científico ibérico asegura que los sapos de su tierra solo demuestran tener “belleza, asombro y amistad incondicional”.

Eso sí, que nos ha asombrado, porque “tanta belleza” que el amigo español les reconoce a sus sapos, aquí no la concebimos ni le concedemos tantas cosas buenas a los “nuestros”. Aunque, si el asunto lo viéramos desde el punto de vista de los dueños del terreno en donde está el charco de los sapos, ya sería otra cosa, porque con sus amos parecen ser incondicionales.

+ Dice Rodríguez Llano, que los sapos españoles son… “embaucadores: si se ven amenazados hinchan su cuerpo hasta el doble de su tamaño, se tambalean hacia su agresor, y con frecuencia huyen”.

De “nuestros” sapos no diríamos si son embaucadores ante las amenazas de su jefe, pero es de imaginar que les mienten para hinchar su labor como los mejores del cuerpo de sapos; y no sabemos si huyen, pues más lógico es que los sapos se escondan para actuar.

+ Al final de esta rara ciencia saporológica, el español Rodríguez Llano, asegura que sus sapos tienen la cualidad de… sacar su lengua a una gran velocidad”.

Por fin, en eso de usar la lengua con gran velocidad… ¡hallamos la cualidad más común entre los sapos españoles y los sapos nicaragüenses!

Al margen de estas cuartillas

*“Está echando sapos y culebras”, se dice en todas partes cuando alguien, muy encolerizado, está gritando barbaridades…

*”Ese sapo es de otro pozo”, dicen en Argentina cuando quieren discriminar a otro ché…

*”Hacerse el sapo” es para los chilenos disimular, actuar con astucia…

*Aquí decimos cuando se tiene que pasar por algo muy feo, que es “como tragarse un sapo”…

*Y también decimos groseramente de alguien poco estimado y nada agraciado físicamente, que “tiene cara de sapo”…

*Pero hay algunos tan mal portados socialmente; que por su mala conducta es necesario y su agrio carácter, nos invitan a decirles que “parecen sapos venenosos”, aunque después quedamos moralmente obligados… ¡a pedirles perdón a los sapos verdaderos!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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