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¿Cuál es ahora la opción empresarial?

¿Cuál es el costo hundido de tal decisión que traslada a los empresarios a una nueva disyuntiva más estrecha en el árbol de decisiones?

El director ejecutivo de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, Juan Sebastián Chamorro (c), participa junto a otros miembros del grupo, como Yubrank Suazo (d), en una conferencia en la que anunciaron su retiro de la opositora Coalición Nacional, en Managua (Nicaragua). EFE/Jorge Torres

Fernando Bárcenas

20 de noviembre 2020

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Más allá de la racionalización esgrimida por la Alianza Cívica empresarial para justificar su retiro de la Coalición el 26 de octubre pasado, en la que incoherentemente dice que promueve una división de la oposición electorera por simples propósitos unitarios con la misma oposición electorera, se requiere ahora un análisis político del cambio negativo en la correlación de fuerzas que se deriva de estas enigmáticas maniobras políticas preliminares del sector empresarial.

Las opciones empresariales se restringen y, consecuentemente, se decantan

El enigma estriba, no en el acontecimiento en sí de tal separación, que es intrascendente, sino, en la interpretación de su significado oculto, producto de la selección que los empresarios han hecho por instinto, más o menos inconscientemente. ¿Cuál es el costo hundido de tal decisión que traslada a los empresarios a una nueva disyuntiva más estrecha en el árbol de decisiones? ¿Qué opciones tienen ahora en las nuevas restricciones que se han impuesto a sí mismos con esa decisión separatista, a primera vista insensata? ¿Y qué efecto tiene esta división opositora respecto al aislamiento de Ortega?

Sin hacer un solo gesto para buscar un acuerdo, Ortega ve que el cerco de los políticos tradicionales en su contra se fractura. Era un cerco poroso, presto a ceder por su propio peso. Las contradicciones entre los opositores tradicionales, pese a que ellos no pueden expresarlas políticamente (por lo que parecen gratuitas, incomprensibles, incluso, necias), lo cierto es que no les permite trazar una táctica común. Ortega, por su parte hace gala de decisiones también incomprensibles, incluso, majaderas y torpes.


En términos de entropía, nuestra sociedad atrasada, a causa de sus componentes enfrentados de gobierno y oposición, se desorganiza cada vez más porque ambas partes no representan la contradicción esencial para el cambio. El elemento laboral decisivo permanece inmaduro, no sólo en reflujo por efecto de la represión.

Mientras la crisis económica objetivamente debilita a este sector social laboral muy poco desarrollado, sus condiciones extremas de existencia, en cambio, lo incentivan a luchar organizadamente. Sin embargo, hay un punto crítico de cruce de las curvas de ambas variables contrapuestas, a partir del cual, se hace menos probable una combativa intervención colectiva a favor del cambio.

Ortega se propone rebasar ese punto crítico de degradación de la sociedad. La entropía, para la que no se requiere esfuerzo alguno, favorece a Ortega. Sin embargo, cuando la sociedad pierde la capacidad de luchar contra la degradación, se hace mucho más probable que el régimen colapse por implosión, ya que ningún régimen es efectivamente estable en el caos, a pesar de su capacidad represiva.

Entropía social e implosión del absolutismo impotente

La sociedad no muestra capacidad de adaptación, capacidad de respuesta al caos, no conserva elementos de organización interna (como un partido político capaz de convertir la conciencia en acción, para desarrollarse como un partido de masas, más disciplinado que el orteguismo) que pueda contrarrestar la entropía creciente del país en su relación con la economía global.

La sociedad, en general, es un sistema abierto, cuyo éxito evolutivo radica en tomar recursos y energía del exterior para transformarla en un trabajo útil que fortalezca la estructura social.

Nicaragua, en cambio, como exportador de materia prima sin valor agregado, es muy poco lo que toma del exterior, mientras al interior (con un bajísimo rendimiento agropecuario por manzana) contamina las aguas, tala los bosques, desertifica los suelos de vocación forestal y exporta mano de obra del bono demográfico. A este desperdicio irreversible de la capacidad de realizar trabajo, en termodinámica se le conoce como un aumento complejo de la entropía, que conduce a la degradación y al colapso del sistema (más allá de la suma del desorden de sus partes).

El orteguismo se realimenta objetivamente del desorden, y su ineficiencia y corrupción descomunal incontrolada incrementa esa entropía estructural (con creciente desempleo formal y con un aumento del trabajo precario ocasional, cada vez menos productivo). Desorden que, a la vez, hace posible el sistema de gobierno absolutista, anacrónico, destructivo. Un régimen disociador que sobrevive porque, por vía de los impuestos, sustrae violentamente recursos a otros sectores al interior de la sociedad, que poco a poco colapsan.

La actual caída de la capacidad productiva es una manifestación del grado de desorganización de la sociedad, sin que los sectores sociales perjudicados se organicen para combatir al orteguismo en el poder como actual agente responsable de la crisis. En los últimos cuarenta y tres años el PIB per cápita a precios constantes descendió de 2,547 dólares en 1977 a 1,860 en la actualidad. Costa Rica, en el mismo período, experimenta que el PIB per cápita a precios constantes se ha duplicado. En Nicaragua, el PIB per cápita actual es la tercera parte del que debiera ser.

Esta entropía prevaleciente favorece a Ortega que es el único que ofrece de inmediato un orden con cierta estabilidad represiva, además de corrupto y criminal.

Se trata, sin embargo, de una estabilidad-crítica aparente, para la cual Ortega requiere no sólo operar en la sombra, sino, con un control asfixiante sobre la información porque ésta podría agitar a la población sobre la necesidad de adoptar medidas racionales urgentes que amortigüen la crisis múltiple que Ortega, en su aislamiento estratégico, no puede ejecutar, perjudicando incluso a sus propios seguidores.

Esta impotencia de Ortega frente al desempleo, la pandemia, la tragedia destructiva climática, la delincuencia, la concentración de la riqueza mal habida, la expoliación parasitaria de parte de la burocracia estatal, etc., es la que alimenta la implosión interna del modelo.

La sintropía debe provenir del exterior

Las tres leyes recientes promulgadas por Ortega, la de ciberdelitos, de agentes extranjeros, y de cadena perpetua, buscan convertir a Nicaragua en un sistema cerrado (con la única apertura de las remesas familiares).

El dilema de Ortega estriba en decidirse a continuar por el camino de poner la bota sobre el cuello del pueblo, o someterse a una prueba frente a la comunidad internacional, para abrirse paso a los préstamos concesionales mostrando que su habilidad es superior (incluida una mayor capacidad de engaño, y una mejor dirección centralizada para actuar represivamente en varios frentes) que la de los opositores tradicionales, incapaces de amarrarse los zapatos.

En la derrota de Somoza fue crucial que desde el exterior (que era activamente contrario a Somoza, incluidos los norteamericanos) se suministrara a las fuerzas rebeldes combatientes entrenados, mando militar, armas ligeras y de artillería, municiones y logística (alimentación, vestuario, radiocomunicación), incluido transporte aéreo y asistencia hospitalaria. En nuestro caso, la sanción a Ortega por la comunidad internacional tiene el efecto financiero de bloquear o aislar del exterior a la economía nicaragüense en su conjunto. Convirtiendo al país en un sistema cerrado con el aumento de entropía interna y de descomposición social.

Tanto la comunidad internacional como Ortega, desde distintas vertientes y por distintos medios y distintos fines, convierten al país en un sistema cerrado, tanto para el régimen como para la oposición.

El aislamiento a Ortega, en cambio, debería ser compensado activamente por la comunidad internacional con recursos dirigidos a la sociedad rebelde.

No es cierto que la comunidad internacional haga su parte. O que la parte que hace contra los allegados a Ortega favorezca estratégicamente al país. No todo lo que daña a Ortega automáticamente favorece al país. La salida progresiva es posible sólo si se construye la alternativa estratégica realmente beligerante contra el régimen orteguista.

Con esa actitud de bloqueo financiero la sociedad se ve irremediablemente degradada. De manera, que tal degradación actúa a favor de la dictadura corrupta, que por su naturaleza aprovecha el desorden, ya que éste incrementa la prevalencia del elemento lumpen, que a nivel molecular se ensaña espontáneamente contra el ciudadano. Ortega es coherente con destruir aceleradamente la sociedad a medida que su régimen colapsa.

La comunidad internacional, en cambio, actúa irracionalmente. Toda sociedad, sometida prolongadamente a una crisis humanitaria se degrada, pierde la capacidad de luchar por un nuevo orden social.

El discurso sin estrategia de la oposición tradicional

La oposición tradicional, por su parte, habla únicamente de elecciones, que no están en su poder, de las que no tiene el mínimo control. En los hechos, no presenta ninguna alternativa independiente de la voluntad de Ortega. Alternativa que, por fuerza, debería expresarse como lucha organizada de masas bajo una dirección consecuente.

La función de la comunidad internacional no es quebrar ella, a la larga, la voluntad de Ortega, sino, contribuir a que la sociedad se imponga combativamente a Ortega.

La oposición tradicional, en la Alianza Cívica y en la Coalición, carecen de dirección y carecen de masas (a cuyo descontento no se le ofrece forma de expresarse independientemente como disposición a luchar organizadamente). Simplemente, se les toma juramento a directivas departamentales para la participación electoral en un proceso controlado por Ortega, de naturaleza seguramente fraudulenta.

Ingeniero eléctrico


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Fernando Bárcenas

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