3 de febrero 2018
En todos los años que he dado seguimiento a la política de Costa Rica, nunca había percibido tanto descontento en la población frente a sus políticos. ¡Bienvenidos al club de los descontentos en América Latina!
La falta de credibilidad hacia la clase política no es cosa nueva, pero nunca antes había sido tan marcada y tan generalizada en Costa Rica. El desencanto con la política no es un tema extraño en América Latina pero sí resulta significativo para un país que tradicionalmente había hecho de sus procesos electorales, verdaderas fiestas cívicas. No obstante, este domingo 4 de febrero, Costa Rica tendrá el proceso electoral más atípico de su historia reciente, donde serán los indecisos los que decidirán los resultados de esas elecciones.
Ninguno de los cinco principales candidatos presidenciales cuenta con el apoyo de más del 20% del electorado. Por ejemplo, una encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica muestra que de las personas que están decididas a votar hay más de 36% que aún no sabe por quién lo hará. Si bien Fabricio Alvarado, del Partido Restauración Nacional, de inspiración conservadora y cercano a denominaciones evangélicas pentecostales se mantienen al frente de varias encuestas con casi el 17% de intención, lo cierto es que su crecimiento de popularidad se ha estancado. Sus posiciones conservadoras le han ganado apoyo de los sectores católicos y evangélicos más tradicionales del país, pero a la vez ha despertado la resistencia de los sectores más progresistas de la población, que en Costa Rica representa un porcentaje importante.
Por otra parte, Antonio Álvarez, del Partido Liberación Nacional, parece seguirle en intención de votos al candidato evangélico, muy de cerca con Carlos Alvarado del PAC. No obstante, ni Álvarez ni Alvarado han logrado pasar del 15% de intención de votos en las principales encuestas. Otros candidatos que en un inicio parecían ser prometedores tampoco han podido crecer de forma relevante, como es el caso de Juan Diego Castro y de Rodolfo Piza. Pero como hemos aprendido los politólogos en los últimos dos años después de Brexit y de la elección de Donald Trump en Estados Unidos, las encuestas ya perdieron mucho de su poder predictivo. Se espera más bien una sorpresa en las urnas en tanto la decisión de la mayoría de los electores se dará el mismo día de la elección, frente a las urnas, y aún con la boleta en la mano ninguno la tiene segura.
La incertidumbre y la atomización del sistema político con sus trece candidatos presidenciales registrados, para muchos en un signo desesperanzador de la democracia en Costa Rica, una de las más antiguas del hemisferio. Sin embargo, al ser yo nicaragüense y venir de un país en donde no existen elecciones libres y transparentes, tengo una perspectiva diferente. Yo veo el vaso "medio lleno" en Costa Rica y no medio vacio. Aún con todas sus limitaciones, el proceso electoral tico es una competencia real.
Cierto, las elecciones de este domingo no serán la fiesta cívica de procesos electorales de antaño. Pero a diferencia de muchos amigos ticos que se dicen “angustiados y desencantados” con el proceso, yo sí creo que la democracia costarricense continúa sólida. El hecho de que tengan ese nivel de preocupación y hastío—y no altos niveles de indolencia o de conformismo que vemos en otras sociedades—es ya un signo positivo.
Cuando he conversado con ciudadanos de a pie, con taxistas, con politólogos, con intelectuales, con observadores electorales de varios países y hasta con dos ex-presidentes que están aquí en San José, a todos les digo lo mismo: el descontento de la ciudadanía con los políticos es una parte natural—y hasta deseable—de toda democracia. El tiempo dirá si ese descontento ciudadano le abre la puerta al ascenso de populistas, de ineptos o por el contrario, a una nueva generación de ciudadanos que han entendido que la política es demasiado importante para dejarla únicamente en manos de los políticos.
Además, como nicaragüense, ¡a mí ya casi se me había olvidado lo que es tener elecciones libres!