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Corrupción, mafia y poder

La corrupción adquiere carácter de tragedia cuando una mafia toma el poder y utiliza instrumentos del Estado para enriquecerse a diestra y siniestra

Mapa mundial del índice de corrupción preparado por Transparencia Internacional.

Enrique Sáenz

26 de enero 2017

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Comenzó a circular el informe que anualmente publica la organización Transparencia Internacional sobre la corrupción. Este informe, que se elabora desde hace más de 20 años, abarca a países de todos los continentes y se construye con una metodología rigurosa que recoge, procesa y sintetiza datos provenientes de distintas instituciones de prestigio internacional.

De acuerdo a la publicación, Nicaragua se confirmó nuevamente como el país con el índice de percepción de corrupción más alto de América Central, pero esta vez con un agravante: se pasó del puesto 130 al 145, entre los peores del mundo, y vergonzosamente nuestro país fue situado entre los tres primeros lugares, como los más corruptos de América Latina. En materia de corrupción, según la prestigiosa publicación internacional, por encima de Nicaragua solamente están Venezuela y Haití.

Este dato se corresponde con el último reporte de FUNIDES, según el cual, el 93% de los empresarios nicaragüenses coloca la corrupción como el principal obstáculo para el desarrollo de sus actividades económicas.


El punto central que debemos enfatizar es que la corrupción atenta en contra de los intereses de la sociedad en su conjunto. Es importante enfatizar lo anterior porque a veces la gente no alcanza a visualizar que la corrupción tiene una repercusión directa en su vida cotidiana, en sus realidades y necesidades inmediatas y futuras. Ciertamente, es un problema de naturaleza moral pero con repercusiones económicas, políticas y sociales.

Afecta a los empresarios que juegan limpio porque les impone una competencia desleal que incluso puede llevar a la quiebra a las empresas. Esto ocurre con las licitaciones amañadas, las compras estatales turbias, tratos preferenciales con los impuestos o con los trámites en las aduanas.

Afecta también a la población en general cuando hay que pagar una coima para que le otorguen un permiso, le anoten en un registro o cumplan un trámite en una dependencia pública o en una alcaldía. O cuando en un juzgado se emite una sentencia en favor del que paga más. O cuando se conceden autorizaciones amañadas a urbanizaciones que no cumplen los requisitos de construcción. También afecta a los sectores más pobres cuando los niños deben asistir a escuelas que carecen de agua o de servicios higiénicos porque se adjudicó la obra de rehabilitación a una empresa incompetente pero allegada al régimen, o cuando en los hospitales reciben medicinas genéricas, de pésima calidad.

La corrupción adquiere el carácter de tragedia cuando una mafia toma el poder y utiliza los instrumentos del Estado para enriquecerse a diestra y siniestra.

Y vean qué casualidad. Precisamente ayer se publicó también el índice sobre el estado de la democracia en el mundo, que divulga la también prestigiosa revista internacional The Economist. El reporte, elaborado por la The Economist Intelligence Unit, igualmente se publica desde hace 20 años, se basa en 60 indicadores entre los cuales están pluralismo político, procesos electorales, libertades civiles, participación política, funcionamiento de las instituciones y cultura democrática.

Según The Economist la posición de Nicaragua entre el 2015 y el 2016 se desplomó 9 lugares en el ranking y se situó entre los países menos democráticos de América Latina, al nivel de Venezuela, Cuba y Haití. Y vean qué cosas, los más corruptos son a la vez los menos democráticos.

Por supuesto, la corrupción no puede prosperar sin impunidad. Y la impunidad se administra desde el poder. Si no hay castigo para los corruptos la corrupción se generaliza y contagia al conjunto del Estado y de la sociedad. Es el síntoma que anuncia la existencia de mafias en el poder y no de gobernantes. Si la Contraloría no funciona. Si la Fiscalía no procesa a los corruptos. Si la Procuraduría no protege el patrimonio público. Si el aparato judicial ampara a los corruptos. Y si tenemos como diputados a reconocidos mafiosos que, además, no tienen empacho en declarar públicamente: “ustedes me conocen”. Es como encontrarse ante una jauría de hienas hambrientas en pleno descampado.

Si los reportes internacionales colocan a nuestro país entre los más corruptos de América Latina y entre los más autoritarios ¿Cuál es la conclusión evidente? que un grupo mafioso se ha entronizado en el poder y desde allí oprime, reprime, acumula fortunas y se auto receta impunidad.

¿Estamos condenados a ser vistos como uno de los países más corruptos de América Latina?

¡Claro que no!

¿Podemos dejar de ser vistos como el país más corrupto de Centroamérica?

¡Claro que sí!

La condición indispensable es desalojar del poder a la cúpula mafiosa que se ha apropiado de las instituciones públicas.


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Enrique Sáenz

Enrique Sáenz

Economista y abogado nicaragüense. Aficionado a la historia. Bloguero y conductor de la plataforma de comunicación #VamosAlPunto

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