8 de octubre 2018
Cuando un proceso convulso revela que la forma de dominación política ha declinado irremediablemente, y que ya no es posible que se siga gobernando bajo el mismo modelo político dictatorial, afloran a la lucha en todas direcciones las más variadas corrientes sociales y de pensamiento político, cada cual, con sus intereses propios, en contradicción entre ellas, inmediatamente o a mediano y largo plazo. Algunas, las que representan una dominación secular apoyan cambios mínimos en la esencia del nuevo poder estructural, bajo la conocida formula gatopardista de que todo cambie para que nada cambie, para conservar así su preeminencia social inveterada.
Lo central es, con la caída forzada del orteguismo, cuáles cambios se preparan en la sociedad en función del método y de la organización consciente de las masas para gestar en la lucha antiorteguista cambios progresivos en la formación de la nación.
Salida de la dictadura militar
El problema es el sinsentido de guerras producidas por la permanencia de dictadores sumamente ignorantes. El orteguismo, como expresión criminal violenta sería imposible sin el ejército actual, rodeado constantemente de banderas sandinistas en plena crisis política. El verdadero jefe de Ortega, ahora que se ha retirado el gran capital de la alianza del cogobierno, es la comandancia militar del cuerpo castrense, que se oculta en la neutralidad de una institucionalidad constitucional fingida, obviamente pervertida a los ojos del mundo.
No vale la pena hablar de elecciones adelantadas con Ortega, porque no tiene ya capacidad de maniobra política alguna ya que se haya perdido en un escenario de cambios políticos mínimos, metido cada vez más en un callejón sin salida. Sólo puede hacer mucho daño en su derrumbe, provocar mucha miseria, anarquía, sangre y dolor, pero, no tiene nada que ofrecer como conquista nacional. Después del 19 de abril es una bomba suelta sin espoleta.
A negociar con el ejército el pos orteguismo
El posorteguismo, que es el objeto de una negociación seria, es un tema a abordar con el ejército, que es el sostén real del modelo dictatorial orteguista. Salir de Ortega será una bagatela una vez que se negocie con el ejército.
Habrá que acometer junto al Ejército la superación de esta dictadura militar, de la cual la institución castrense es parte sustancial, al servicio de un Estado fallido cuya crisis actual conduce rápidamente a la anarquía y a una terrible emergencia humanitaria.
La consigna del momento debe llamar a un diálogo con el ejército, no con Ortega, que simplemente agrava la crisis sin variantes, como un cáncer que se irradia sin remedio a la sociedad.
El colapso de un modelo político es caldo de cultivo de iniciativas caóticas sin estrategia
Mientras el poder absolutista y primitivo reprime con la mayor brutalidad a la entera sociedad, afloran intempestivamente junto a patriotas honestos, combativos y valientes, iniciativas varias de dirigentes improvisados. Aparecen intelectuales de salón, comentaristas de televisión, sindicalistas sin obreros, representantes de la sociedad civil sin ascendencia sobre nadie, movimientos cristalizados sin ánimo de lucha, partidos sin vida partidaria, viejos caudillos sin seguidores, tránsfugas de partidos zancudos, gente confusa de toda calaña, siglas de movimientos salidos como fantasmas de las mazmorras abandonadas y derruidas, que se suman a las movilizaciones de masas, trepando a ellas como a una ola.
Esa anarquía desastrosa les parece una virtud, porque cualquiera es líder improvisado. No hay actividad humana, por boba que sea, donde la dirección no sea una conquista metodológica especializada, una selección natural consciente.
Se ha promulgado un manifiesto de unidad de 43 organizaciones recién constituidas, que contiene sustanciales errores conceptuales y políticos que, por lógica, conducen al desastre. Es un movimiento sin ideología, variopinto, conciliador, que en lugar de una lucha franca marcha políticamente sin definición programática, a medio camino en la ruta recorrida, sin principios, entre la caída del sandinismo, en 1990, y el ascenso de Ortega, en 2006.
En 1979 se decía que después de Somoza, cualquier cosa, y vino el sandinismo iluminado. En 1990 se decía que después del sandinismo, cualquier cosa, y vino el arnoldismo. En 2018 se dice que después de ortega, cualquier cosa, y vendrá la mafia enquistada en las entrañas de la dictadura.
Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB)
Decir en un manifiesto de unidad que nos hallamos en una nueva etapa de organización y de movilización obliga a definir las características estratégicas de esta nueva etapa; sus causas y sus tendencias, tanto objetivas como subjetivas; las nuevas acciones de confrontación con la dictadura; los nuevos escenarios, los nuevos recursos, las variantes combativas en función de un cambio en la correlación de fuerzas y en las alianzas. En fin, hay que definir, por seriedad metodológica, la situación política. Sin ese análisis no hay estrategia, sólo frases huecas.
La unidad no conduce a la salida de la dictadura, como cree el manifiesto, sin antes ejecutar una campaña combativa de cerco y de aniquilamiento de la capacidad de combate de las fuerzas orteguistas.
La construcción de la democracia, que ofrece el manifiesto, implica transformaciones que contribuyan a la formación de la nación, que corresponden a una etapa programática evidentemente distinta a la lucha actual.
Unidad del pueblo en lucha, no unidad de organizaciones o de siglas.
Ninguna unidad, por sí misma, potencia la capacidad de planificación, ni la de coordinación ni la de organización. Quien planifica debe estar calificado profesional y experimentalmente para ello. La conducción no se improvisa en ningún campo, peor aún, cuando todos se nombran capitanes del mismo barco. Toda unidad ocurre bajo una estrategia conductora, no al inverso. En la naturaleza, siempre el pez grande se come al chico, aunque al pez chico le gustaría una unidad por consenso, ese es un deseo antinatural. En la economía, el capital, como demuestra Thomas Pikkety, tiende a la concentración como sistema, a la concentración de rentas, a la desigualdad, no a la unidad. La unidad productiva es la unidad en la acción política, no de supuestos dirigentes.
Es demagógico decir, como hace el manifiesto, que sólo por formar una unión de organizaciones, exista un compromiso a reactivar la economía y la calidad de vida, cuando no se tiene –nada menos- que ni el poder político ni el control de los factores productivos.
La salida de los Ortega Murillo no tiene por qué ser por vías democráticas, sólo porque así lo decida una unión de organizaciones en un manifiesto. Si por vías democráticas entendemos constitucionales, hay que constatar que estamos frente a un Estado sin Constitución. El Estado está en descomposición crítica por el absolutismo extremo, donde las propias fuerzas orteguistas podrían rebelársele ante una lucha consecuente del pueblo.
A lo que se le llama principios en el manifiesto, no son principios políticos. La lucha unitaria, no es la que han conformado las organizaciones de la UNAB, sino, que es la unidad organizativa del pueblo y, en tal caso, la lucha del pueblo no tiene por qué ser pacífica. No es una cuestión de gustos personales. Ello depende de las circunstancias de la lucha. La UNAB piensa, más bien, como si se tratara de una unidad electoral entre aspirantes a puestos públicos.
Confianza del pueblo en la conducción combativa; no confianza entre burócratas
La confianza que interesa es la del pueblo en la conducción de la lucha, en la capacidad política combativa de la dirección, no la confianza profesada entre dirigentes burocráticos de las organizaciones unidas en la UNAB, que dicen basarse en cualidades éticas inaprensibles políticamente (de transparencia y honestidad). Los propios representantes de la UNAB no han sido delegados expresamente por militantes combativamente organizados proporcionalmente (lo que es poco transparente).
Según las encuestas, después de los crímenes y les torturas, Ortega conserva un 33 % de intención de voto, y el 67 % de la población se proclama independiente. Es un fracaso político. La tarea del momento es incorporar ese 67 % a un partido de los trabajadores azul y blanco, con la organización y la disciplina programática de un partido, y dejarse de uniones de burócratas.
Se dice en el manifiesto de la unidad nacional azul y blanco que la nueva etapa (en apariencia, producto de tal unidad), para la organización y movilización, para la salida de la dictadura, para el potenciamiento de la planificación, para la construcción de la democracia, y para la reactivación de la economía, consiste en el diálogo y la negociación con Ortega, con lo cual, se conseguirían todos estos objetivos. Resulta, entonces, por lógica, que si no hay diálogo la nueva etapa no existe. No hay plan B. No hay estrategia. Todo depende de si Ortega avanza hacia el diálogo. De lo contrario, no hay movimiento.
Diferencias intranscendentes entre burócratas
La unidad de la lucha del pueblo no respeta para nada las diferencias entre los burócratas que dirigen las organizaciones unidas en la UNAB. Esas diferencias entre ellos, así como sus autonomías, son intrascendentes ante la lucha del pueblo unido en el combate. Además, es burocrático pensar que en cualquier lucha de sectores sociales no exista una vanguardia con mayor claridad programática, mayor experiencia, mayor conciencia, mayor combatividad, mayor coraje, mayor organización, mayor ímpetu y sacrificio. Basta estudiar la historia de cualquier revolución. Lo que se quiso decir, es algo más vergonzoso, que ningún burócrata de la UNAB mandaría más que otro, y que entre ellos se respetarían sus autonomías.
La falta de una vanguardia combativa significa que la lucha avanza al paso más lento y menos decidido. Lo importante es la unidad estratégica de las masas, no la unidad burocrática de los dirigentes de un coctel de organizaciones varias.
El consenso es el método más rudimentario de gente sin liderazgo
El consenso de los dirigentes burocráticos es una inmensa traba para la lucha real, porque se basa en aceptar la posición del elemento más atrasado y más lleno de vacilaciones y de prejuicios. Ninguna actividad en la vida, ni siquiera la más artesanal, se basa en el consenso. Lo único, en el mundo civilizado, basado en el consenso es el acto amoroso. En el resto, el mundo avanza gracias a lo más capaz, lo más productivo, con mayor conocimiento, experiencia, iniciativa, innovación, creatividad y coraje. El deporte, el estudio, la evolución de la vida, se basa en la competitividad, no en el consenso.
El diálogo no es una vía de salida de Ortega, a menos que Ortega tenga el agua al cuello
Un diálogo no es urgente, si presupone que Ortega deba desearlo. Lo urgente es una estrategia de lucha. Cómo se saldrá de Ortega es producto de la lucha.
Quienes representarán a la sociedad en cualquier negociación, no pueden escogerse a priori, a dedo, como dice el manifiesto. Quienes conduzcan con eficiencia la lucha para derrotar a la dictadura militar, serán quienes deleguen a expertos negociadores a negociar con el ejército, no como dialogantes, sino, como combatientes. Quien negoció la rendición con Hirohito fue MacArthur (comandante de las fuerzas aliadas en el frente del Pacífico sur). El diálogo es sólo una posible etapa de la derrota de la dictadura militar, no de Ortega que es estratégicamente secundario frente al ejército
El cese inmediato de la represión debe ser una conquista combativa, no una solicitud o una demanda urgente a Ortega. Igual la libertad de los presos políticos, las elecciones anticipadas, el cese de los despidos, el cese de las represalias. Todas ellas son conquistas a obtener por la lucha.
*El autor es ingeniero eléctrico.