Guillermo Rothschuh Villanueva
19 de marzo 2020
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El primer responsable de la salud pública de un país es su Gobierno. En materia de salud toda tardanza puede resultar irreversible.
Daniel Ortega ausente en homenaje a Jacinto Suárez: lleva 22 días sin mostrarse públicamente en un acto del Gobierno o del partido FSLN
De acuerdo a los estándares internacionales, el Gobierno de Nicaragua está reprobado en cuanto a su responsabilidad de informar a la población sobre la pandemia del coronavirus que estremece al mundo. Los llamados urgentes de los gobernantes europeos para evitar el contagio y las medidas adoptadas con el propósito de tender un cerco que limite su expansión hacia dentro y fuera de fronteras, forman parte del conjunto de decisiones tomadas en los momentos más álgidos de su irradiación por todo el orbe. En consonancia con esta determinación, en el área centroamericana los mandatarios de Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica, asumieron posiciones similares: prevenir daños irreversibles en la salud de sus habitantes.
La inercia gubernamental sigue generando alarmas —todas explicables— debido a que el tiempo pasa y las medidas para que en Nicaragua el virus tenga el menor impacto se desconocen. En casos extremos se requiere de medidas extremas. La Organización Mundial de la Salud sigue haciendo llamados desesperados. La declaración del coronavirus como pandemia mundial, bastaba para que los gobernantes cambiaran de actitud en relación a la falta de información que campea a nivel nacional. Países con mayores recursos médicos, mejor infraestructura y cuantiosas disponibilidades financieras, han estado prestos no solo a informar a la población, también decidieron ejecutar una serie de disposiciones encaminadas a amortiguar su impacto.
A contrapelo de los llamados de las instituciones sanitarias internacionales, los gobernantes han hecho todo lo contrario. En vez de iniciar campañas de salud orientadas a que el menor número de nicaragüenses sufra los estragos del coronavirus, llamaron a su militancia a una concentración política. Mientras las autoridades sanitarias europeas, de Estados Unidos, Asia y América Latina, advierten los peligros de las concentraciones humanas, en Nicaragua los gobernantes han hecho caso omiso a estas recomendaciones. Las autoridades eclesiásticas de Jinotega y Matagalpa informaron a su feligresía que las actividades religiosas de Semana Santa quedaban suspendidas. La Conferencia Episcopal de Nicaragua hizo una recomendación parecida.
Los planes veraniegos dados a conocer por las autoridades gubernamentales son insólitos. El Ministerio de Salud para esta época ya había advertido sobre los riesgos de asistir a determinados balnearios por considerar que estaban contaminados. Entre mayor sea el retraso informativo, las consecuencias entre la población nicaragüense serán de mayor magnitud. El país se mantiene en vilo preguntándose en qué momento los gobernantes comenzaran a informar. Su silencio aturde. No hay manera de explicárselo. Los nicaragüenses se han enterado de lo que ocurre en el mundo a través de medios nacionales ajenos al Gobierno, redes sociales y cadenas noticiosas internacionales; todas han suplido la carencia de información gubernamental.
Las compras masivas en los supermercados, la afluencia diaria en los mercados y la falta de mascarillas, de alcohol en su versión pura y en gel, el rápido agotamiento de las vitaminas C y D en las farmacias, indican que los nicaragüenses han asumido por su cuenta las diferentes recomendaciones emanadas de las autoridades sanitarias de gobiernos y organizaciones sanitarias internacionales. Una vez más queda en evidencia que la falta de información interna, sobre todo cuando pone en peligro la salud de las personas, es suplida por otras instancias informativas. No puede haber vacío informativo en hechos que trastornan la vida de una sociedad. Máxime cuando tiene alcance mundial. Los medios oficiales y oficiosos se han visto rebasados.
Lo inexplicable es que los gobernantes, tradicionalmente sensibles en sus llamados para que la ciudadanía asista a los centros de vacunación, movilizando a sus bases para garantizar el éxito de estas campañas, han caído en un silencio que ojalá no resulte letal. Ni la presión social de la ciudadanía, ni las advertencias de los expertos en epidemiología han sido lo suficientemente persuasivos. ¿A qué se atienen? No hay duda que la información difundida a través de las redes sigue siendo necesaria. Eso no legítima bajo ninguna circunstancia el sigilo gubernamental. El primer responsable de la salud pública de un país es su Gobierno. En materia de salud toda tardanza puede resultar catastrófica. La demanda informativa en casos de pandemia es mayor.
Los rumores circulan profusamente cuando un gobierno se niega a informar lo que está haciendo para evitar que su conglomerado social no sufra el infortunio que podría derivarse de una pandemia. El mejor caldo de cultivo para los rumores en situaciones de crisis es el silencio. Un axioma que conoce muy bien hasta el estudiante menos aventajado de Teoría de la Comunicación. La ciudadanía no puede caminar a ciegas. Los rumores se atajan brindando información veraz. En Nicaragua los rumores crecen. Algunos sostienen que no se informa “porque se daría el paro indefinido que nunca tuvo el valor de hacer la empresa privada, habría un duro golpe a la economía y el turismo que es la prioridad del gobierno y se daría un paro fiscal total. Así de simple”.
El economista y especialista en política fiscal, Julio Francisco Báez, se preguntó a través de Twitter si la banca privada nicaragüense tomará medidas idénticas a las adoptadas por el Banco de Crédito Hipotecario de Guatemala, dejando “sin efectos los pagos mínimos generados durante marzo 2020, mismos que serán traslados al mes siguiente en todas las tarjetas de crédito” de sus cuentahabientes. ¿Están dispuestos los dueños de la banca nacional de asumir medidas similares? En el vídeo difundido por el Banco de América Central (BAC), hacen un llamado a quedarse en casa. Una grita generalizada que se escucha en el ámbito mundial y centroamericano. ¿Imitarán a los banqueros guatemaltecos con iguales providencias? Gestos de esta envergadura servirían para mostrar comprensión y solidaridad en tiempos del coronavirus.
Contrario a la pasividad gubernamental, el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, epicentro de las principales actividades de carácter artístico y cultural de Nicaragua, clausuró todas sus actividades. Igual actitud tomaron el Centro Cultural de España, el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, Centro Cultural Ortiz-Gurdián de Managua y León, la Casa de Los Tres Mundos en Granada, la Coordinación Cultural de la UCA pospuso la celebración del VIII Festival de Teatro UCA-2020. La reanudación de labores en todos estos lugares dependerá de las decisiones que adopte la Organización Mundial de la Salud. El Festival de Poesía de Granada anunció presentaciones virtuales. Las actividades culturales quedaron paralizadas en Nicaragua.
En consonancia con la preocupación de los padres de familia, colegios privados han solicitado permiso al Ministerio de Educación, para que les autoricen la suspensión de las clases presenciales. El ministerio se negó. Los padres de familia esperaban la aprobación ante el temor que las aglomeraciones estudiantiles pueden convertirse en vector infeccioso. Las autoridades de la Universidad Centroamericana (UCA), suspendieron las clases presenciales para que sus estudiantes se queden en casa y los alumnos provenientes de otros departamentos no se vean obligados a viajar diariamente. Las clases están siendo impartidas de manera virtual. La UCA, así como otras universidades (UCC, UAM, UNI, Unicyt etc.) tienen experiencia en esta modalidad educativa. En el resto de Centroamérica las clases están suspendidas.
Las diferencias de criterio entre el sector educativo y las autoridades públicas obedecen a la disparidad de opiniones sobre cómo enfrentar el coronavirus. Mientras tanto el Gobierno continúa sin ofrecer información detallada a la población acerca de los planes operativos en marcha, la disponibilidad en hospitales y centros de salud. Si en algo han sido persistentes los gobernantes ha sido en el desarrollo de distintas campañas exaltando la gestión del comandante Ortega. A lo largo de catorce años han saturado el universo mediático con propaganda haciendo llamados a la vacunación para cuidar la salud de la niñez. ¿A qué obedece este cambio? ¿Cuál es la razón? La ciudadanía sigue a la espera de información fluida y de calidad.
Una vez que los noticieros oficiales confirmaron el primer caso de un nicaragüense contagiado de coronavirus, mediante declaraciones ofrecidas por la vicepresidente Rosario Murillo, ¿debemos esperar que los gobernantes cambien de actitud? No basta que la persona de cuarenta años de edad que regresó de Panamá, el quince de marzo por vía aérea se encuentre estable. Urge mayor información. Toda orientación proveniente de las autoridades de salud será vital. La gente está ansiosa por conocer el alcance y magnitud de las medidas programadas por el Gobierno para enfrentar la pandemia. Los nicaragüenses no pueden continuar a expensas de información proveniente de las redes sociales y cadenas noticiosas internacionales.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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