22 de diciembre 2023
La existencia de “asuntos de mujeres” refleja el simple hecho de que vivimos en un mundo de hombres. A lo largo de los siglos, la investigación y las políticas centradas en los hombres se volvieron la opción predeterminada, mientras que las iniciativas que tienen en cuenta a las mujeres son “centradas en las mujeres”. Pero si a los hombres se los trata como la norma, prácticamente no se construye ni se optimiza ningún aspecto de la vida de las mujeres. La investigación que excluye a las mujeres no es simplemente “neutra en lo que concierne al género” -es “incompleta”.
Las consecuencias pueden ser mortales. Por ejemplo, las mujeres tienen 73% más de probabilidades de resultar heridas, y 17% más de probabilidades de morir, en accidentes de tránsito que los hombres. Una razón para esto es que los muñecos de las pruebas de accidentes utilizados en los ensayos de seguridad de los vehículos están diseñados para imitar el cuerpo de un hombre promedio. Los muñecos “femeninos” recién se desarrollaron el año pasado, y los reguladores todavía no exigen que se los incluya en la investigación de seguridad de los vehículos.
El equipo de protección personal (EPP), como el que utilizan los trabajadores de la salud, también está optimizado para los cuerpos masculinos: las dimensiones siguen siendo las mismas, aunque los artículos se achiquen para las usuarias femeninas. En una encuesta de 2020 de trabajadores de la salud británicos, al 44,7% de las mujeres los overoles de EPP les resultaban incómodos, comparado con apenas el 15,3% de los hombres. En una encuesta realizada en Canadá, más del 80% de las participantes mujeres dijeron tener problemas con el EPP.
De la misma manera, la protección corporal “unisex” utilizada por los oficiales de policía está diseñada para hombres, lo que hace que las mujeres se sientan incómodas y potencialmente más vulnerables a un ataque, especialmente en la zona de la axila y el cuello. En el Reino Unido, donde actualmente hay 50 000 mujeres que son oficiales de policía, recién este año se introdujo una protección corporal específica para mujeres.
Si bien las mujeres ya no son excluidas de los ensayos con drogas clínicas, siguen estando subrepresentadas, en especial en las primeras etapas de las pruebas. Como resultado de ello, las mujeres siguen enfrentando un riesgo mayor de efectos colaterales adversos como consecuencia de la medicación, sobre todo porque las dosis recomendadas no están adaptadas a las mujeres. Un análisis de estudios en los que a las mujeres se les administró la misma dosis de un medicamento que a los hombres arrojó que, en más del 90% de los casos, las mujeres experimentaron efectos colaterales más fuertes y más reacciones adversas.
Ese análisis surgió a partir de la observación de que las mujeres que tomaban el somnífero Ambien experimentaban efectos colaterales graves, entre ellos una tasa más alta de accidentes de tránsito a la mañana siguiente. Según determinaron los investigadores, la dosis recomendada producía concentraciones de sangre y tiempos de eliminación del fármaco mucho más altos en las mujeres que en los hombres. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos hoy recomienda que las mujeres reciban la mitad de la dosis “estándar”.
Para colmo de males, cuando se trata de problemas de salud que afectan principalmente a las mujeres, la tendencia es que la investigación directamente no esté financiada. En casi el 75% de los casos donde una enfermedad afecta principalmente a un sexo, el patrón favorece a los hombres: “las enfermedades de hombres” están financiadas en exceso, mientras que a las “enfermedades de mujeres” no se les asigna el financiamiento suficiente.
Las necesidades de las mujeres también pasan a un segundo plano respecto de las de los hombres en lo relativo a la violencia sexual. Como las mujeres son, mayoritariamente, las víctimas de ese tipo de delitos, la prevención de la violencia sexual se trata enteramente como un “asunto de mujeres” -algo que no tiene consecuencias para los hombres, aunque ellos representen la mayoría de los perpetradores-. Las políticas están tan centradas en las víctimas -por ejemplo, mejorar la iluminación exterior, crear líneas de ayuda e instalar “espacios seguros”- que, finalmente, nunca se aborda la causa de la violencia.
De la misma manera, los datos relacionados con la salud se han recopilado principalmente a partir de los hombres, lo que plantea serios riesgos en tanto la inteligencia artificial entrenada en base a esos datos se aplique a la atención médica. Por ejemplo, si un hombre reporta dolor en el brazo izquierdo y en la espalda, una aplicación médica -entrenada en base a datos que determinan que las enfermedades cardiovasculares son, predominantemente, una afección masculina- recomendará que pida ayuda frente a un posible ataque cardíaco. Esa misma aplicación podría sugerir que una mujer está atravesando una depresión y, por lo tanto, no necesita atención urgente, aunque las mujeres no sean inmunes a los ataques cardíacos.
La IA tiene el potencial de perjudicar a las mujeres también de otras maneras. En 2015, Amazon eliminó su herramienta de reclutamiento de IA porque exhibía un sesgo contra las mujeres. Al haber “aprendido” a evaluar las solicitudes de empleo observando patrones en los currículums presentados en los diez años previos -currículums que habían sido presentados en su mayoría por hombres-, el modelo informático calificaba mejor a los candidatos masculinos. Esto no debería sorprendernos, dado que las mujeres representan solo el 12% de los investigadores de IA y el 6% de los desarrolladores de software. Otras empresas que siguen utilizando software de IA para la contratación de personal no lo monitorean para detectar algún sesgo.
A pesar de la enorme evidencia que demuestra que los avances en materia de igualdad de género juegan un papel importante a la hora de impulsar el progreso económico, los análisis que se centran exclusivamente en los aspectos macro del crecimiento ignoran el género. Hacer caso omiso del hecho de que el gasto, la tributación y la política monetaria de un gobierno tienen diferentes consecuencias para los hombres y las mujeres puede conducir a evaluaciones económicas erradas, lo que mina la efectividad de las políticas y la precisión de los pronósticos.
Por ejemplo, el trabajo no remunerado de las mujeres como principales cuidadores no se tiene en cuenta en la política macroeconómica. Tareas como cocinar, limpiar, buscar agua y ocuparse de los niños y de las personas mayores tienen un valor económico sustancial, y representan entre el 10% y el 60% del PIB. Como resultado del análisis ciego a las diferencias de género, las mujeres trabajan en exceso y cobran menos de lo que corresponde. Un incremento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral tiene que estar acompañado de políticas destinadas a reducir y redistribuir esta mano de obra impaga.
Consideremos el debate sobre las perspectivas económicas de India. El país recientemente ha superado a China en población, y algunos analistas predicen que también superará a China en crecimiento económico. Pero, como explican Ashwini Deshpande y Akshi Chawla, esto funciona solo si el aumento de población se ve reflejado en la fuerza laboral y, en India, la baja participación de las mujeres en la fuerza laboral limita el efecto.
El género juega un papel crucial en innumerables áreas de políticas, entre ellas el mayor desafío de nuestros tiempos: el cambio climático. Al igual que la mayoría de los otros problemas abordados por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los efectos del calentamiento global, entre ellos los desastres relacionados con el clima, afectan desproporcionadamente a las mujeres.
Cuando a la mitad de la población global se la trata como una opción añadida, la investigación es menos precisa, las políticas son menos efectivas y el bienestar humano se reduce. Eso no cambiará hasta que tener en cuenta explícitamente a las mujeres se vuelva la norma en todas las esferas de la investigación, del diseño de producto, de la tecnología y de la política.
*Artículo publicado originalmente por Project Syndicate