27 de agosto 2024
La dictadura Ortega Murillo mantiene a los países de la región bajo un chantaje político en el que pretende forzar la elección de Valdrak Jaentschke como secretario del Sistema de Integración Centroamericana a toda costa. Para Nicaragua lo que está en juego es su reputación dictatorial, y un golpe al estado democrático regional en el que Ortega-Murillo quieren someter al sistema de integración en manos de un Estado represivo, a cambio de aprobar votos en otros organismos como el Banco Centroamericano de Integración Económica.
Tras la renuncia forzada del anterior Secretario del SICA, Werner Vargas (quien ahora se encuentra bajo arresto domiciliario por la dictadura), Ortega propuso a Jaentschke para terminar el período 2022- 2026. Sin embargo, los Estados miembros del SICA no han logrado consenso para confirmar su candidatura, entre una terna de candidatos, en la que el verdadero objetivo es colocar a Jaentschke como una pieza clave del engranaje internacional de la dictadura.
Este proceso está maleado desde cualquier lado que se vea.
Primero, Ortega-Murillo no tienen ningún interés de cumplir con los compromisos regionales mediante los cuales la integración Centroamericana fue creada. La dictadura de Nicaragua ha roto con los tratados fundacionales del sistema. El régimen despótico de Nicaragua, ha eliminado toda forma de pluralismo, libertad de expresión, seguridad jurídica; encarcelado a miles por reclamar su derecho constitucional a ser oído; ha expulsado a la fuerza a cerca de un millón de nicaragüenses; ha usado el aeropuerto internacional como puente de migración irregular; y está violando el tratado de seguridad al convertir a Nicaragua en una cabeza de playa de la política militar y de espionaje de Putin en Centroamérica. Como parte vinculante, firmó un tratado (Tratado Marco de Seguridad Democrática) cuyo preámbulo establece que,” los países Centroamericanos han reafirmado su compromiso con la democracia, basada en el Estado de derecho y en la garantía de las libertades fundamentales, la libertad económica, la justicia social; afianzando una comunidad de valores democráticos entre los Estados, vinculados por lazos históricos, geográficos, de hermandad y de cooperación.”
De ninguna manera, Centro América honraría su compromiso democrático, al elegir a un operador político de la dictadura como secretario general del SICA. Más bien sería una bofetada al tratado, y un insulto a los gobiernos y pueblos centroamericanos, permitir que la dictadura pisotee los principios democráticos. Ortega ha intentado meter a Rusia como Observador en el SICA, a pesar de que este país es una amenaza a la seguridad regional y democrática, que ha instalado bases de espionaje en Nicaragua.
Segundo, la burla, el cinismo, y la total falta de escrúpulos definen a esta dictadura.
Un sistema cleptocrático que ha generado riqueza para el clan familiar y utiliza piezas como al supuesto diplomático Jaentschke para contaminar la región con un mal político destructivo: la criminalización de la democracia y el aislamiento internacional. La selección del señor Jaentschke no es accidental. El representa una de las piezas claves del círculo de poder y ha funcionado como un operador político para facilitar la captura del Estado. Valdrak Jaentschke trabajó con el círculo de poder para diseminar la narrativa del “intento de golpe de estado” como parte de las falsedades de desinformación durante las protestas sociales del 2018. Jaentschke defendió las violaciones a los derechos humanos y los asesinatos de francotiradores contra civiles, y ha jugado un rol como espía del régimen en sus misiones diplomáticas.
La realidad es que los gobiernos de la región, con la excepción de Honduras, no quieren a Jaentschke como secretario general del SICA. Es un secreto a voces. Un personaje siniestro, que formó parte de la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE) del Ministerio del Interior en los años 80 y ha sido un mensajero de los dictadores en Costa Rica, Honduras, Guatemala en donde recaba inteligencia sobre grupos cívicos nicaragüenses y mide el pulso político de los gobiernos.
Tercero, la lógica de la dictadura controlar el cargo ejecutivo del SICA es puramente oportunista y reputacional. A Ortega-Murillo les interesa estar al mando del SICA no para promover los principios y el mandato de la institución regional, sino porque les permite mantener un puesto diplomático, siendo un país aislado globalmente por ser un estado forajido que ha violado todos los acuerdos internacionales, incluyendo los respectivos del SICA, la Organización de Estados Americanos el CAFTA y otros más.
Al igual que China, ellos quieren vender la imagen de que está bien tener vínculos y tratos con dictaduras y mafias organizadas dentro del Estado, siempre y cuando hay un valor transaccional de por medio. Lo que pretende vender Ortega-Murillo a través de la secretaría del SICA es el chantaje de aprobar préstamos en el BCIE, de dar concesiones a los otros estados miembros siempre y cuando ellos tengan el principal puesto de la institución. Es un intercambio transaccional entre un criminal y el resto de la región.
Los formalismos del procedimiento tienen atrapados a los Estados de la región, con la excepción de Xiomara Castro y Manuel Zelaya en Honduras que con su cinismo y lealtad populista le dan luz verde a los Ortega-Murillo. Para el resto de los estados miembros resulta política y moralmente indefendible elegir a Jaentschke, pero algunos creen que tendrán que morder la píldora para no sacrificar más el mal funcionamiento del SICA, organización que se ha prácticamente debilitado con la presencia destructiva de Nicaragua.
El principio del derecho internacional debe privar sobre los procedimientos en el SICA. En un momento crítico en donde el declive democrático está ocurriendo como resultado de la presencia de poderes fácticos y poderes represivos, los Estados de la región, y la también la sociedad civil, la opinión pública, y la empresa privada, tienen la obligación frenar esta elección de un espía, y cómplice de las graves violaciones de derechos humanos en Nicaragua.