4 de octubre 2022
En la columna anterior se abordó el tema de la experiencia política y de cómo se reflejan algunas actitudes de ciertos individuos dentro de las organizaciones políticas que, por su negatividad, solo favorecen al propósito continuista de los dictadores, aunque no todos se lo propongan de modo expreso. No hacen mayoría, pero por sus formas de operar y los fines que persiguen constituyen un peligro para cualquier organización opositora.
Los recordamos: los desleales, los tránsfugas, los oportunistas, los demagogos, los serviles (aduladores) los autoritarios (estos se entronizan en los cargos con malas artes y por los aduladores) los infiltrados y los desertores. Los de otras características similares, pero estas son las principales.
La actuación de estos especímenes les son familiares a quienes han permanecido durante cualquier tiempo dentro de las organizaciones políticas partidarias. Esos personajes se detectan, o se identifican en cualquier momento porque –a diferencia de los militantes honestos que actúan con fácil naturalidad— estos no pueden hacerlo siempre así. Generalmente, combinan autoritarismo con oportunismo, por ejemplo, y no pueden evitarlo porque son consustanciales a su personalidad.
La nula observación o el poco interés sobre estos fenómenos y complejidades que se manifiestan en el proceso de las luchas políticas, debilitan la combatividad de las organizaciones; no pueden hacer firme oposición frente a las violaciones de los derechos políticos de la población. Pero peor que la inobservancia política de las conductas y deberes de los miembros de las organizaciones, es no participar activamente en ninguna organización política.
Hasta hoy, esas dos omisiones (no observar y ni actuar en política) han dado como resultado prolongar la vida de la dictadura durante quince años continuos, tener que cargar con las plagas sociales que produce y estimular su tendencia al continuismo. Una de las debilidades de la oposición fue de carácter ideológico, consistente en no haber podido lograr la unidad en la acción política por causa del sectarismo y de los prejuicios que causaron mayor dispersión frente a la dictadura y sus bien estructurados instrumentos de represión.
II
Y esa situación, a su vez, generó la incomprensión acerca de que, a partir del 19 de abril-18, era el momento histórico clave para crear urgentemente la unidad en la acción para darle estructura y fortaleza a la oposición popular que, masiva y espontánea, había comenzado a manifestar su poder combativo en las calles. Por el sectarismo y los prejuicios se desperdició de modo lamentable esa fuerza popular, y podría decirse que esos dos fenómenos fueron tan dañinos para la lucha, como lo ha sido la brutal embestida represiva de la dictadura.
En aquel episodio –y esto reclama una reflexión— no hubo protagonismo anónimo ni casual, porque algunos líderes del partido CxL actuaron como si hubiesen visto más peligrosos a los opositores que no pensaban como ellos, que a la dictadura que a todos reprime por igual.
Como un infantilismo político es la forma más suave con que se puede calificar aquella actitud que tuvo resultados desastrosos para el objetivo que a todos interesaba –e interesa aún— alcanzar en lo histórico inmediato: liberarse de la opresión dictatorial para luego reconstruir la constitucionalidad deshecha, en libertad y en democracia. Es decir, por los prejuicios y el sectarismo, la dictadura sigue reprimiendo, mientras la oposición sigue dispersa, agravada por el destierro del liderazgo de los partidos, incluido el del partido prejuiciado que imposibilitó la unidad en la acción.
Ahora, quienes no están secuestrados, están siendo perseguidos y todos los nicaragüenses están pagando el error de unos pocos, aunque no son los responsables únicos, pues los dictadores han sido y siguen siendo los principales causantes de esta crisis política. Esto es bueno tenerlo en cuenta, porque en esta lucha inconclusa siguen teniendo su lugar quienes alguna vez sufrieron la equivocación de sus líderes. Oponerse a ellos, sería caer en otro tipo de sectarismo, igualmente nocivo.
III
El poder destructor –y objetivamente cómplice— de los prejuicios políticos ideológicos, cumplió con el fatídico refrán de que “La lección con sangre entra”, porque esta lección está entrando también con exilio y cárcel, y ha creado la fatal posibilidad de la muerte de los secuestrados en huelga de hambre. Tal el caso de Dora María Téllez, una de las más golpeadas en su salud por la cruel voluntad de los mismos que sacrificaron la vida de Hugo Torres Jiménez.
Dora María y Hugo, por sus heroicas acciones, se ganaron el título de comandante guerrillero de una revolución que fue posible más por los revolucionarios como ellos que por los oportunistas que aún le siguen sacando provecho a su pobre o ninguna participación. Ellos ya no son solamente las imágenes de dos de los protagonistas de la toma del Congreso somocista, de agosto 1978.
Por separado, Dora María sigue siendo la imagen de quien digirió la insurrección triunfante de León, lo cual hizo posible que Daniel Ortega bajara tranquilo de un avión que lo trajo del exterior ajeno a la lucha interna, para ser juramentado como coordinador de la Junta de Gobierno. Y Hugo, por su parte, antes del asalto al Palacio Nacional, había expuesto la vida en la toma de la casa de Chema Castillo para liberar a Daniel Ortega, entre otros prisioneros de la dictadura.
Las hazañas de Dora María y de Hugo (que también fueron hazañas colectivas) no las calcularon ellos para alcanzar un premio en riqueza material, como otros sí, no solo lo calcularon, sino que lo materializaron con riqueza y poder. Dora María y Hugo son también las imágenes de quienes cumplieron con sus convicciones apostando a la vida y a la muerte por materializar sus esperanzas de libertad para todos. Son símbolos y ejemplos del valor y la generosidad de los miles de jóvenes de ambos sexos –como ellos entonces— que lucharon y cayeron en el camino sin poder verle el rostro a la libertad.
A su imagen heroica ganada ayer, ellos le sumaron la bandera azul y blanco durante las marchas de abril-18. Es la misma bandera que sigue en las manos de exiliadas y exiliados, agitada por aires solidarios; la bandera que está en el corazón de los encarcelados, como su única compañía; sigue en la mente de quienes, perseguidos y bajo asedio, aún pueden mirar en libertad los colores de su bandera reflejados en las nubes blancas y el cielo azul.
IV
Todos ellos –sin diferencias políticas— están en la mente y el corazón no solo de sus familiares sino de toda la familia opositora. Su ejemplo estimula la lucha en las actuales condiciones, pese a lo cual, también deberá verse como las condiciones necesarias y urgentes de ser superadas, comenzando con la lucha por la libertad de los secuestrados.
No es solo la acción la que debe sentirse estimulada. En esta etapa del proceso también debería pensarse en el futuro, porque no hay lucha sin la esperanza de lograr la libertad. Y, entre las muchas y complejas labores que habrá de impulsarse, estará la tarea fundamental de la reconstrucción de la constitucionalidad atropellada durante los años de dictadura.
Hablar de la Constitución Política que necesitará la república del futuro no es, desde luego, una tarea inmediata. Lo que sí no debe esperar, es pensar en el rescate de los derechos humanos y la separación de poderes porque, a excepción de la no reelección y otras contrarreformas del autoritarismo, no los han hecho desaparecer del texto constitucional… ¡Pero los dictadores nunca les han dado cumplimiento!
Ahí sigue en el texto de la Constitución de 1987 el Artículo 46; en la Constitución reformada en 1995; y sigue intacto en la Constitución contrarreformada por Daniel Ortega en 2007; ese Artículo 46, que adopta acuerdos sobre los derechos humanos y obliga al Estado a garantizarlos, son:
La Declaración Universal de los Derecho Humanos; la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre; el Pacto internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos de la Organización de las Naciones Unidas; y la Convención Americana de los Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos.
En el momento de incorporar a la Constitución Política de 1987 como propios esos documentos se dijo que, en América Latina, solo nuestra Constitución Política los había adoptado textualmente. Sea cierto, o no, lo importante es que, en nuestro país, la carta magna y los derechos humanos es donde son sistemáticamente violados, por lo que demandará una mayor atención colectiva acerca resguardarlos y cómo hacerlos realmente efectivos
Lo importante, entonces, no es lo que diga la letra constitucional, sino el cumplimiento de esos principios. Es lo que se debe tener presente desde ahora y por siempre.
Al margen de estas cuartillas
*Además de no gozar de derechos y libertades, se vive dentro de una burbuja, donde las falsas noticias pintan la realidad mundial con el color oficial de los poderes transnacionales…
*Se pinta la imagen de esos poderes con un pacífico color azul, y a la imagen de los adversarios se pinta con un encendido rojo sangre…
*Cada quien pinta su propia imagen tan pulida, pero tan bien pulidita, que se ven en ella como Narciso en su estanque…
*Desde hace más de siete meses, las imágenes de Rusia y de Putin, las pintan con las formas diabólicas de su acción en Ucrania…
*Pero las imágenes de la OTAN y de Biden, las están pintando tan bonitas, que ya parecen querubines…
*En la realidad, en la imagen fea y en la bonita, se notan las legañas ideológicas de los pintores…
*Por ejemplo, la sangre derramada en Ucrania la pintan tal cual roja se ve brotar…
*Pero aun no pintan de ningún color la sangre derramada en Libia, Iraq, Siria, Afganistán y ahora en Donetsk…
*Parece que incluso renunciaron a pintarla de azul… ¡para no ofender el color de la sangre de los nobles belicistas “occidentales”!