15 de enero 2021
Cristiana Chamorro, Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro, Miguel Mora y Milton Arcia -los nombres están ordenados alfabéticamente para que nadie crea que el orden responde a mis simpatías-; todos los enlistados, abierta o subliminalmente han expresado su intención canditatorial. Mi opinión personal: ¡Excelentes candidatos todos! Algunos ya hasta carro tienen, otros lo andan buscando.
Primero: Creo que faltan nombres en la lista: Denis Martínez, propuesto por Onofre y Edgar, no ha dicho que no, lo que puede significar que sí; Ernesto Medina, levanten la mano los que lo apoyarían, yo la levanto; Víctor Hugo Tinoco, igual que en el caso anterior, levanten la mano, yo la levanto; Kitty Monterrey -luego podemos hablar de inhibiciones, ahora hablamos de deseos-; José Antonio Peraza; Bonifacio Miranda, repitente calificado; Irlanda Jerez, de discurso tipo “Pasionaria”; “Chepe” Pallais, de vasta trayectoria política; Usted, querido lector, también; y yo: ¿por qué no?: yo levanto la mano por Usted y Usted por mí. ¡Ya somos candidatos! Acaso no es tradición que hagamos nuestra personal Cartita al Niño Dios, lo único sería que ahora la haríamos al iniciar el año y no al concluir, pero vale, el Niño Dios las recibirá igual.
Segundo: Por más que sea el Niño Dios omnipotente, no nos puede conceder, a todos y cada uno, el deseo de ser Presidentes de la República, menos aún, al mismo tiempo, porque a pesar de su omnipotencia divina, Él, procura no meterse en las creaciones del albedrío humano, y los Estados y las instituciones lo son.
Tercero: Tanto los que tienen carro, como los que no tenemos y lo andamos buscando, como los que tienen carro y no tienen piloto, iríamos a una carrera de go karts, en la pista de Indianápolis, con las reglas de Dakar y un árbitro de la FIFA de Avelange y Rocha, retirado de las luchas WWE, que, además, de ser él mismo, el candidato contendiente, es el que decidirá que go karts compiten, la pista es suya, las reglas las pondrá al momento de la salida y las podrá variar en cualquier momento… Como dirían los personajes de un legendario programa televisivo, de televisa: ¡y ahora… ¿quién podrá defendernos?!
Así las cosas, respondamos ahora a las siguientes interrogantes: ¿Quién podrá defendernos? ¡El ciudadano! Un ciudadano cuyo poder es determinante. Ahora la segunda, de la cual se derivan las siguientes: ¿Debemos ir a las elecciones? La respuesta, al menos para mí, es enfática y redonda: ¡SI! Definitivamente hay que ir, las razones son muchas, pero la primera, es que no es lo mismo perder sin jugar que perder habiendo jugado, aun bajo riesgo de que nos roben el juego. El que pierde sin jugar difícilmente puede ser creído en sus denuncias de amaño; al no haber jugado, no pudo ser víctima del amaño, aunque todo haya estado preparado para la emboscada.
La tercera interrogante: ¿Escogemos nuestros candidatos de entre todos los que se presenten -que seremos muchos, Usted y yo entre otros- o, definimos primero, todos, el plan que los candidatos deben hacer suyo y comprometerse a su realización? La respuesta, Usted amigo lector, decídala, pero si optamos por la primera opción, ya la segunda es innecesaria: escogemos y votamos entre los candidatos –mientras más haya, mejor-, y el que gane -le habrá ganado al dueño de la pelota, esperemos que no se la pretenda llevar-, seguramente habrá hecho muchas promesas, pues que haga lo que pueda y quiera cumplir.
Si optamos por la segunda opción, definir el plan, las cosas cambian. Mandemos a romper filas a los candidatos, elaboremos y discutamos el plan del día después. Elaborémoslo todos, no un plan de sabios, teóricos e iluminados, sino un plan de nación, elaborado y discutido por todos.
En esta elaboración y discusión, podemos, debemos todos, sentirnos candidatos, sentirnos candidatos comprometidos, aunque no tengamos pretensiones canditatoriales, discutir con una vivandera, o con un campesino semianalfabeto que harían ellos si resultaran electos, es sin duda una prueba de capacidad para los teóricos y políticos profesionales; hacer sentir y vivir a la vivandera y al campesino que el plan es su plan, que ellos lo elaboraron y que todos estamos comprometidos con su realización, sería haber alcanzado más de la mitad de la victoria; lograr que todos nos involucremos en cuidar nuestro plan y en defenderlo, por todos los medios cívicos, mientras dure la carrera, hasta que se cuenten los votos, para que el dueño de la pelota no se la lleve antes de terminar el juego, es otra parte importante de la victoria; y, realizar el plan, con el cual todos nos hemos comprometido, sería, al final del día, haber conquistado definitivamente la meta: ¡Construir la democracia!
Una cuarta interrogante, solo admisible si respondimos si, a la primera: ir a las elecciones; y si optamos por la opción de elaborar y discutir todos, un plan que defina la Nicaragua que queremos, antes de seleccionar candidatos, en la tercera, sería - y aquí se funden etimología y semántica-: ¿La nación nicaragüense cuenta con un Estado constituido, o es necesario dotar a la nación de una nueva constitución de Estado?
La respuesta es más compleja y requiere de mayor reflexión: la actual Constitución Política es un endriago que, surgido de un documento aprobado en 1987, se ha venido degenerando hasta ser lo que es hoy, un instrumento al servicio de una dictadura. Ese plan que debemos elaborar, discutir, aprobar y que a todos nos comprometa como candidatos, pero ante todo como ciudadanos, es eso: un proyecto de nación que tiene en su base un nuevo pacto social que de forma al Estado que permita la vida en democracia, una Constitución Política que de vida a un verdadero Estado Social de Derecho, que legitime el derecho a la memoria histórica, que legitime y garantice la Justicia Transicional, para que no queden ni en la impunidad ni en el olvido los crímenes de lesa humanidad sufridos y que garantice la no repetición.
Un Estado para una nación en construcción que privilegie la educación a las armas, generadora de castas y cómplices; un Estado que luche contra la pobreza, en un país rico en recursos, bajo la lógica de dotar al pobre de oportunidades y herramientas de trabajo, no de asistencialismo parasitario que deriva en clientelismo político; un Estado con un Derecho público claro y -valga la redundancia- público, asentado en las más amplias garantías ciudadanas e igualdad ante la ley; un Estado que alce la frente con dignidad ante la comunidad internacional que deje de ser visto como Estado paria y su población como menesterosos.
Si respondemos adecuadamente a las cuatro interrogantes planteadas, podemos ir a las elecciones, independientemente de la amenaza del amaño y seguros de la victoria. Contando con ese plan de nación, podemos pasar a la segunda etapa: escoger candidatos. Sera necesario que todos, los que abierta o subliminalmente ya han dado señales de sus aspiraciones, Usted amigo lector y yo incluidos, nos reunamos, discutamos como realizar el plan y nos sometamos a un escrutinio popular, comprometiéndonos a cerrar filas con el que resulte selecto.