10 de noviembre 2020
Aunque este raro titular sugiera algo extemporáneo, son muchos los que apenas insinúan el tema en sus escritos y tal pareciera que para muchos otros este es un tema tabú. No ha faltado quien haga referencia al tema por el lado del lamento por la falta de un líder capaz de aglutinar a la oposición y de buscar un posible candidato a la presidencia, pero sin las características de un caudillo. Tampoco ha faltado quien, ante la mención de un caudillo, haga las cruces a idea del caudillismo como una herencia de Pedrarias Dávila.
Desde luego, y menos mal que todo el mundo lo tiene presente lo electoral con esta condición: siempre que previamente se cambie del consejo del ramo y se hagan reformas satisfactorias a la ley electoral, que garantice la vigilancia nacional e internacional de las elecciones, etcétera, etcétera.
Pero eso de la herencia caudillista que supuestamente se transmite a todos gobernantes es una falacia, porque ni que fuera herencia por la sangre de Pedrarias Dávila –que nadie la tiene en Nicaragua– y si de herencia hay que hablar, sería una herencia de clase, de ideología y de religión dominantes de los españoles en el país. Y, sin embargo, todos los gobernantes caudillistas han impuesto su cuota dictatorial sobre los nicaragüenses.
Esa verdad destruye la fantasía de la herencia, porque, además, se quiere ignorar lo determinante que han sido y serán siempre las condiciones creadas por el desarrollo económico, social, político y cultural del país, de sus formas de propiedad y del dominio clasista de los malos gobiernos y del Estado según los intereses personales y de grupo.
Mientras esas motivaciones sigan pesando más en los políticos gobernantes, sus funciones y programas, y siga pesando menos la participación política popular organizada, tendremos gobiernos corruptos, represivos y violadores de todo lo que toquen y puedan tocar. Y entre menos vigilancia tengan los sectores populares organizados en el desarrollo de las funciones gubernamentales y del Estado, cualquier político, por muy bueno que parezca, se comportará como un ambicioso sin freno que se enriquecerá junto a sus familia y aliados políticos. Imposible no ver el ejemplo de eso aquí está el régimen corrupto, represor y caudillista de falsos revolucionarios.
Por el temor a la repetición de ese fenómeno del caudillo autoritario, nadie se atreve a iniciar el tema de las candidaturas y ponerlo en pública vigencia, pues nadie quiere ser visto como un electorero. Pero es real que todo el mundo se queja de la falta de un ciudadano con facultades de dirigente con carisma que asuma el liderazgo de la oposición.
Ignorar eso, y vivir la política como el juego de la gallinita ciega, podría seguir siendo una de las causas que provocan las discusiones inútiles e interminables, igual que las divisiones que paralizan las acciones políticas. Así, nunca se podrá enfrentar la tarea o el reto de hallar al candidato idóneo que se enfrente con el apoyo popular, la capacidad y una ética superior a cualquier candidato de la dictadura para las, hasta ahora, hipotéticas elecciones presidenciales del 2021. Alguna vez se ha definido esta situación opositora como una procesión sin el santo.
Considerándome político sin partido, pienso que tal vez mi opinión podría verse libre de sospechas partidaristas. Pero quizá sea ilusorio esperar esto dentro de este ambiente tan saturado de sectarismo, pero no temo arriesgarme a lo que resultare acerca de mi opinión. Este tema de las candidaturas lo dividiré entre la introducción, o su justificación (lo que ya inicié en este comentario), y en una próxima ocasión, será en torno de las personas consideradas por el suscrito como idóneas para ser candidatas-candidatos.
Necesario es recordar que cuando se menciona el tema de los candidatos a presidente, se ha incurrido en una contradicción: por un lado, se plantea la urgencia de tener al aglutinador de fuerzas políticas tan diversas como las que están integrando actualmente a la oposición en su conjunto; por otro lado, cuando algún político comienza a destacarse con sus actividades políticas frente a la represión y el hostigamiento de la guardia azul de la dictadura, enseguida comienzan a señalarlo como oportunista, buscador de cargos públicos.
Ahí está una muestra de inconsecuencia política, por no decir de personalismo sospechoso de sabotaje y envidia. Entonces… ¿de cuál otra manera un político podrá destacarse, ganar simpatías personales y para la causa opositora, aprender a ser dirigente político, ganarse la confianza entre la población y ser visto como un candidato idóneo, ¿si no es destacándose en las actividades políticas? ¿Acaso alguien podría convertirse en dirigente presidenciable, desde la sala de su casa viendo en la televisión sus propias entrevistas?
¿Cómo valorar al posible candidato? Si por prejuicios se tiende desconfianza, lo correcto, supongo, sería poner en juego la habilidad política para poder detectar cualquier expresión o manifestación demagógica en cualquier político, aparte de su militancia partidaria, sin necesidad de hacer una ostensible persecución, sino ser sencillamente observador de las actividades y conductas personales, de la coherencia o no, entre su decir y su actuar. La demagogia existe en todo nivel, es humana; pero es imposible no detectar a un demagogo, pues siempre saldrán sus características en cada una de sus actividades.
Inconsecuencias como las que se han visto, solo han servido para causar fisuras en la oposición, mientras la dictadura se refuerza, saca todas sus armas jurídicas junto con las armas de muerte en busca de paralizar las denuncias de su represión, sus delitos y su corrupción. Como si no fuera suficientemente antidemocrático y violatorio de toda norma constitucional sus reelecciones y su corrupción para justificar, mantener viva y activa la lucha popular, pese a su esfuerzo por paralizar con su terror azul policial toda libertad, más acosando toda reunión hasta en casas particulares, y centros privados de servicio público.
Todo eso, y quién sabe cuántas acciones peores es capaz de hacer la dictadura, cuanto mayores inconsecuencias políticas se cometan bajo cualquier máscara opositora. Se pierde el tiempo en pueriles discusiones que ponen, sino en peligro la existencia de la oposición, en un estado de debilidad la acción unida, organizada y de menosprecio y desperdicio de la potencial capacidad de lucha de los amplios sectores del pueblo opositor.
El tiempo se está perdiendo en vez de orientar al pueblo correctamente hacia las acciones consecuentes contra la agresión armada y jurídica; la amenaza de cárcel temporal y perpetua; la censura de todo medio de comunicación. En fin, se está permitiendo a los dictadores, además de perpetuarse en el poder, convertir al país con una ciudadanía dócil, muy fácil de mantenerla bajo su dominación.
Al margen de estas cuartillas
*Es demagógico y contradictorio clamar por la falta de un líder idóneo en la oposición; pero a quienes se destacan mucho en actividades políticas, los acusan de pescadores de huesos públicos.
*Es una actitud basada en la “filosofía” guardiera de: ¡si te corrés te tiro… y si te parás te mato!
*¿Temor a que surjan los demagogos? El remedio es viejo: ¡estar ojo al cristo!
*Hablando de candidaturas: el democráticamente caótico sistema electoral “americano”, creó su Trumpkenstein. Si denunciar un fraude... ¿por qué no llama en su auxilio a los OEA?
*Hasta la pregunta es necia, pues la OEA… ¡no está autorizada a vigilar nada en el país de sus patronos!
*Perdió Trump, pero en USA, quedará latente el trumpismo, el trumpetismo, el trumponerismo, el trumperismo, el trumpelumperismo. ¡Todas versiones del trumpfascismo!