12 de octubre 2015
https://www.youtube.com/watch?v=BNTZ5IFWT9U
La interpretación que Calle 13 y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar hicieron de la canción Latinoamérica, en la doceava edición de los Premios Grammy, es de tal majestuosidad que produce escalofríos. El tema fue parte del disco Entren Los Que Quieran y aunque la banda publicó el álbum a finales de 2010, sacó el videoclip oficial hasta el año siguiente. “Es el tema más importante de nuestra carrera”, explicaron los integrantes del grupo en aquellos años.
Tres días después de su estreno, el video alcanzó el millón de reproducciones y a la semana, superó los dos millones y medio de vistas. El tema también se hizo verdaderamente popular en redes sociales y alcanzó el tercer lugar en el ranking mundial de Billboard, uno de los listados musicales más relevantes de los Estados Unidos.
Soy,
Soy lo que dejaron,
soy toda la sobra de lo que se robaron.
Un pueblo escondido en la cima,
mi piel es de cuero por eso aguanta cualquier clima.
Soy una fábrica de humo,
mano de obra campesina para tu consumo
Frente de frío en el medio del verano,
el amor en los tiempos del cólera, mi hermano.
Cada vez que escucho esta lírica y observo con detenimiento la realidad nicaragüense actual –teniendo como referente nuestra Historia– encuentro tres elementos comunes: un invasor foráneo, un vende patria nativo y un pueblo pisoteado. Con el paso del tiempo, estos elementos han tenido leves variantes, sobre todo en nuestro país. Según el reputado filósofo Noam Chimsky, el poder económico ha logrado el primer lugar en jerarquía de importancia para nuestras sociedades. En segundo lugar está el poder mediático.
Para la mayoría no pudiente, Nicaragua no es una patria que se preocupe por eliminar la hegemonía del poderoso con respecto al ciudadano promedio. Esta es una realidad histórica que refleja Calle 13 de manera contundente a través de sus líricas. En su libro “América Latina ante la razón filosófica”, el reconocido filósofo nacional Alejandro Caldera hace referencia al tipo de sociedad que deberíamos tener, la que debería regirse por una “fundamentación racional de un modelo de sociedad basado en la justicia, la libertad y la solidaridad humana”.
Cuando Calle 13 canta “No puedes comprar mi vida”, hace una proclamación de talla histórica. Refleja nuestro recorrido como pueblo sometido desde la colonización española, que continuó con el establecimiento del capital por sobre el valor del ser humano y de los ecosistemas, o de la vida en general.
A raíz de esta canción me pregunto si somos realmente iguales ante la ley, tal como lo garantiza la Constitución de la República, sobre todo si estamos ante una persona adinerada, poderosa, llena de influencias. ¿Tiene precio la justicia en Nicaragua? ¿Existe un verdadero respeto por nuestra dignidad?
He escuchado a abogados nicas mencionar que, en nuestro país, una coartada no existe si quien acusa de manera injusta tiene influencia o poder económico. Conozco casos comprobables de injusticia plena y manifiesta, como la falsa acusación levantada en contra de Elsa Head ocurrida hace algunos años. Poco antes de dar a luz a su bebé, la señalaron por el supuesto delito de amenazas con arma (garrote) en contra de Luz Palma González. El caso desembocó en una injusta condena y formó parte de un proceso viciado.
Podría citar una infinidad de casos en los que personas que tienen verdadero poder económico o influencia, en pleno conocimiento de la indefensión jurídica en la que se encuentra el ciudadano promedio, acusan injustamente a otros y logran que los condenen. Estos individuos se constituyen como el primer poder de esta nación, burlan el sistema jurídico nacional y hacen de nuestras garantías constitucionales nada más que una promesa. Estoy seguro que esta indefensión jurídica es calculada en pro de brindar el pleno poder al capital y a quien lo posee.
¿Por qué vivimos en una situación tan bien detallada por Calle 13? Es una realidad histórica que reproduce una moral torcida, cimentada en los principios de Nietzche (que, por cierto, no comparto porque promueven el poder del príncipe, o del poderoso por encima del pobre). Considerar que el fin justifica los medios es una anulación de todo principio ético y moral, además de la legislación nacional y los tratados internacionales a los que estamos suscritos y que, supuestamente, nos protegen.
Calle 13 canta sobre una lucha que hemos sostenido durante siglos. Es la misma lucha de siempre, la de una oligarquía poderosa y minoritaria, contra la inmensa mayoría de ciudadanos desprotegidos, que viven bajo un sistema donde la última palabra la tiene un fajo de billetes o un compadrazgo clave. “No puedes comprar mi vida” es un lema que cada uno de nosotros debería decir hoy y para siempre.