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Ordenar el Oriental

No podemos ufanarnos de tener el mercado a cielo abierto más grande de Centroamérica, cuando en realidad tenemos un verdadero cáncer

Comerciantes del Mercado Oriental deciden no pagar impuestos ni servicios de agua y luz y exigen la salida inmediata de Daniel Ortega y Rosario Murillo

Amelia Barahona

10 de noviembre 2015

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Visto desde el aire, el Mercado Oriental es como una inmensa gangrena en las inmediaciones del lago Xolotlán.
Fundado en la década de los años ’40, el Oriental ha crecido fagocitando barrios y residenciales enteros, en un caos absoluto que nadie ha podido ni querido controlar hasta la fecha. El terremoto del ’72 fue el punto de inflexión para que su crecimiento se volviera exponencial.

De acuerdo a COMMEMA, el Mercado Oriental ocupa una extensión de 84,6 Ha.; alberga a unos 20,000 comercios formales e incontables informales y mueve unos 100 millones de córdobas mensuales, lo que representa un importantísimo porcentaje del PIB del país. Se dice que allí se generan más de 50 mil empleos, llegan entre 50–60 mil compradores diarios y se producen 100 mil platos de comida al día, generándose una tonelada de basura cada jornada.

Un gigante económico que se desarrolla en medio del más absoluto desorden y las peores condiciones ambientales, sanitarias y de seguridad del país, que incluyen delincuencia en todas sus formas, prostitución, contrabando, etc. Según datos oficiales, aunque un 60% de los comercios tienen acceso al agua potable, solamente el 10% de los mismos tiene medidores, lo que significa que solo una mínima parte paga por este servicio. Con la electricidad ocurre lo mismo: más de un 60% tiene conexiones ilegales y por ende, no paga factura alguna. En 2008, un gran incendio destruyó unos 1,500 tramos y ocasionó enormes pérdidas económicas. El binomio conexiones ilegales/falta de agua potable es una amenaza permanente de nuevos desastres.

Pero nada ni nadie se atreve a aplicar un programa de ordenamiento y saneamiento a este centro comercial amorfo, contaminado por toneladas de basura, que además continúa creciendo a la vista y paciencia de las autoridades. Urge un ordenamiento de los vendedores informales para liberar las calles y permitir la circulación peatonal con un margen mínimo de seguridad. Urge dotar a todo el centro de condiciones ambientales e higiénicas que garanticen la salud de los usuarios y los comerciantes: limpieza constante de las áreas de venta de comestibles, controles sanitarios en las zonas de preparación y venta de comidas, servicios higiénicos accesibles y limpios, control y recogida ordenada de la basura, etc.


Urgen vías de acceso y evacuación rápidas para situaciones de emergencia y formas de acceso vehicular y de transporte público que faciliten el movimiento de los miles de usuarios. Urge limitar y definir las áreas de ventas informales para evitar el caos actual.

Sabemos que un plan de ordenamiento no puede ser aplicado a todo el mercado, pero considero importante que se establezca un Plan Piloto en el que se apliquen las normas mínimas que garanticen el funcionamiento del centro, el bienestar de los usuarios y la seguridad de las instalaciones y de los que allí trabajan.

No podemos seguir tapando el sol con un dedo y ufanándonos de tener el centro comercial a cielo abierto más grande de Centroamérica, cuando en realidad tenemos un verdadero cáncer que, aunque genere un enorme movimiento económico, constituye un vergonzoso ejemplo de nuestra desidia y refleja de mala manera nuestra poca beligerancia en la solución de este tipo de problemas. Porque hay que recordar que el Oriental es el más grande pero no es el único ejemplo de esta situación.

En ciudades grandes de nuestra América, existen experiencias exitosas en las que el ordenamiento/saneamiento y control se han dado con resultados más que alentadores. Lima, Bogotá o Santa Tecla, sumidas en el marasmo de un inmenso mercado y que parecían imposibles de ordenar, son hoy un ejemplo de recuperación urbana. Y esta renovación y puesta en valor de centros antes deteriorados ha sido llevada a cabo por gobiernos de izquierda.

La Alcaldía de Managua y COMMEMA no pueden continuar evadiendo sus obligaciones. Es necesario combinar la planificación y la regulación con el ejercicio de la autoridad que dimana de las normas y la voluntad política de aplicarlas, aun a costa de no satisfacer a todos, pero sí de beneficiar a una gran mayoría.

De continuar este estado de cosas, estamos arriesgándonos a asistir a la eclosión de una tragedia anunciada.


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Amelia Barahona

Amelia Barahona

Arquitecto, especialista en Conservación del Patrimonio Cultural y gestión cultural

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