9 de diciembre 2015
Muchos problemas en las relaciones se estancan en el típico “no tenés pruebas” sobre equis tema, generalmente infidelidades. “Y como no tenés pruebas, no me podés decir nada hasta que las consigás”... como si las relaciones fueran un juicio legal con culpables e inocentes y el cuarto, los juzgados.
Obviamente la otra persona, ante semejante insensatez, se queda callada. Porque además, el “acusado” es el que define qué significa “pruebas”, y generalmente se reduce a verlo con los propios ojos. Incluso en el sistema judicial, otros recursos como testimonios de testigos, pruebas circunstanciales y demás son válidas, pero en el caso de los “juicios de pareja”, esto aparentemente no es válido.
Mayor insensatez es la que comete la persona que entra en el juego y empieza a seguir a su pareja, intentando conseguir las pruebas. Existen sólo dos posibilidades a la hora de buscar esa prueba:
- Puede ser que nunca la encuentre: y entonces ¿qué? Pues en esta filosofía estamos condenados a no decir nada porque no la encontramos y por tanto todo lo que siento, veo y oigo, no vale de nada.
- Puede ser que la encuentre: muchas personas que las encuentran, igualno hacen nada. Sencillamente están tan extenuadas por la búsqueda que luego de encontrarla, esta igual pierde sentido.
Pierde sentido porque en realidad “la prueba” es generalmente una excusa para dos personas que no pueden y/o quieren dejarse. Si pudieran ser sinceros consigo mismos y con el otro, no se desgastarían tan inútilmente.
En las relaciones, lo que importan son los sentimientos, los que por su naturaleza, nunca son objetivos. No podemos permitir que esta falta de objetividad los invalide, porque son ellos los que nos acercan y los que, al final de cuentas, nos terminan alejando y por tanto son los que necesitamos cuidar.
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