30 de septiembre 2015
A lo largo de la última década, se ha constatado el consenso creciente en torno a los aspectos culturales del desarrollo humano sostenible, así como la contribución de la cultura al desarrollo social y económico, mediante el fomento de las industrias culturales y creativas, el turismo cultural, la cooperación cultural y el aporte fundamental que la cultura realiza a cuestiones intangibles pero decisivas como son la autoestima individual y colectiva, y la dignidad e identidad de los pueblos.
Cultura y Desarrollo, aunque yo prefiero decir “Cultura ES Desarrollo”, constituye, sin duda alguna, uno de los principales desafíos actuales, tanto en el ámbito cultural como en cuanto a estrategias de desarrollo se refiere.
La incorporación efectiva de la dimensión cultural en las Políticas Públicas y en la Planificación global de cada país, que propicie un desarrollo social y económico sostenible e integrador respetando la diversidad cultural, que incorpore la Puesta en Valor del Patrimonio Cultural como un recurso fundamental tanto social como económico y que facilite e impulse la participación ciudadana, tiene como eje central la transversalidad de la Cultura y considera como prioridad la urgente e insoslayable necesidad de elaborar políticas, planes y proyectos multisectoriales que incidan de manera integral en la mejora de las condiciones de vida de los pueblos.
En muchos países se ha comenzado a reconocer que la cultura juega un papel mucho más importante del que tradicionalmente se le ha asignado y se ha constatado que las decisiones políticas, las iniciativas económicas y financieras y las reformas sociales, tienen muchas más posibilidades de avanzar con éxito si se tiene en cuenta la perspectiva cultural para atender las aspiraciones e inquietudes de la sociedad.
La cultura es un elemento fundamental para el desarrollo humano sostenible, necesario para la consecución de los Objetivos del Milenio (ODM). El acceso a aquélla por parte de la ciudadanía, se convierte en un derecho y una responsabilidad de las instituciones públicas y la sociedad civil, además de una vía para evitar la exclusión social. El Informe de Desarrollo Humano del PNUD (2004) “La libertad cultural en el mundo diverso de hoy” y la Convención de UNESCO sobre la “Protección y Promoción de la diversidad de las expresiones culturales” (2005), se adoptan como referentes internacionales.
La cultura ha comenzado así a redefinir su papel frente a la economía y, en ese sentido, se reconoce su importancia como inductora de desarrollo y cohesión social, como factor clave en materia de integración de comunidades minoritarias, igualdad de género, atención a la diversidad cultural y ante todas aquellas problemáticas sociales que afectan a zonas urbanas y rurales marginadas.
La “XVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, 2006” de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en la que Nicaragua participó plenamente, destaca “el valor estratégico que tiene la cultura en la economía y su contribución fundamental al desarrollo económico, social y sustentable de la región”… Y reafirma: “Los procesos de desarrollo económico y social sustentables, así como la cohesión e inclusión social, sólo son posibles cuando son acompañados por políticas públicas que toman plenamente en cuenta la dimensión cultural y respetan la diversidad”.
Las políticas culturales para el desarrollo deben fomentar la participación de los agentes sociales para garantizar el respeto a la diversidad como forma de vida democrática. Durante demasiado tiempo, la cultura y el desarrollo sostenido se han mantenido alejados uno de otro. Ahora, gracias en parte a la globalización, se han convertido en interdependientes, y susceptibles de afectar positivamente uno al otro.
Alrededor de estos temas, Nicaragua mantiene un profundo silencio. Las instituciones culturales oficiales carecen de peso y la reflexión, discusión y aportes sobre la cultura, sus implicaciones y su papel en el desarrollo integral del país son inexistentes. No puede decirse sin embargo que no se hayan hecho algunos avances. En 2006, UNESCO presentó una propuesta de “Indicadores Culturales para la Evaluación de las Políticas Culturales”, elaborada sobre la base de un diagnóstico de campo y discutida en un taller con participantes de todos los sectores involucrados, estudio que parece ser que duerme el sueño de los justos. Uno más de los que nuestras autoridades descartan por falta de interés y, quizás también, por desconocimiento.
No basta estimular la creación de grupos folklóricos, museos comunitarios o promotores culturales si no se definen las bases de una política cultural que actúe transversalmente, a la que se le reconozca su relevancia en la economía y el desarrollo integral del país. Nicaragua necesita urgentemente avanzar en la senda de la sostenibilidad, el respeto a su pluralidad cultural y la protección de su identidad y eso no se logra solamente con el sonido de las marimbas.
Amelia Barahona
septiembre de 2015