16 de marzo 2016
Cuando leemos la publicidad que los hospitales privados hacen de sí mismos en los diferentes medios, sentimos que estamos frente a verdaderos centros de atención con extraordinaria capacidad técnica, magníficos equipos, personal capacitado en la mejor atención al paciente y sus familiares. Nos pintan un panorama idílico donde la sensibilidad, la solidaridad y la calidad son la norma.
No nos equivoquemos. Con honrosas excepciones, la experiencia es muy distinta de lo que se publicita. Enfermeras insensibles; médicos que cumplen rutinariamente con sus obligaciones sin empatía para con el enfermo o sus familiares; procedimientos de baja calidad, a veces inadecuados o simplemente equivocados; instalaciones que incumplen ampliamente las normas de diseño aplicables a dichos centros, entre otras lamentables fallas que muchas veces desembocan en dolorosas e innecesarias pérdidas.
Y yo me pregunto:
¿Por qué las autoridades permiten que una gasolinera importante funcione a la par - sí, pegada - a un conocido hospital?
¿Por qué permiten que la instalación de ventas ambulantes en el propio pasillo de acceso de un hospital, el mismo pasillo por donde los pacientes acceden a la Emergencia del centro?
¿Por qué permiten la colocación de cajeros automáticos públicos en el mismo pasillo de acceso de pacientes, emergencia, farmacia, entre otros?
¿Por qué los pasillos de los hospitales están atiborrados de mesas y escritorios con computadoras y personal no médico? ¿Acaso no hay delimitación de espacios?
¿Por qué no hay salas de espera adecuadas y los familiares deben esperar en los pasillos exteriores, acostados en el suelo, comiendo y bebiendo en total desaseo?
¿Por qué autorizan que el mismo ascensor que transporta pacientes de y hacia Sala de Operaciones, o la UCI, también sirva para subir o bajar la ropa sucia, la basura, la comida? ¿No es obligatorio usar un montacargas?
¿Por qué si se llama a una enfermera a mitad de la noche para atender las necesidades de un paciente hay que esperar hasta que él o ella decidan moverse o de mala gana respondan que “ya va”, o “espere que lo lleguen a bañar”?
¿Por qué las enfermeras esperan que un familiar de la tercera edad tenga que ayudar a mover a un paciente, como si eso fuera su obligación?
¿Por qué la Sala de Espera de una UCI tiene acceso directo desde unas escaleras ubicadas en el área general de ingreso y se convierte, en la práctica, en un sitio de paso para otras secciones del mismo hospital?
¿Por qué en esa misma Sala de Espera no controlan el ingreso de las personas; no se norma el ruido y las conversaciones; permiten el ingreso de niños pequeños; permiten el ingreso de comidas y bebidas desde la calle y que el lugar se convierta en una especie de mercado?
¿Por qué el propio ingreso a la UCI no cuenta con las medidas mínimas de higiene y control de visitantes: bata, tapa bocas o mascarillas, guantes y pantuflas?
¿Por qué se da por sentado y aceptado que las bacterias nosocomiales son parte de la dotación de las Salas de Operaciones y UCI? ¿Es que no existen normas rígidas y protocolos de esterilización que garanticen a nuestros seres queridos condiciones de higiene, seguridad y efectiva protección de su vida?
¿Por qué se considera a los jubilados del INSS ciudadanos de segunda, si han cotizado toda su vida para recibir una atención de calidad, similar a la de quienes entran por “lo privado”?
Y cabe preguntarse también, ¿por qué el diseño de los hospitales o sus remodelaciones no son confiados a experimentados profesionales de la Arquitectura que conozcan y apliquen las normas y estándares para este tipo de edificaciones?
Bastan algunos ejemplos:
• Nula o mala planificación espacial interna de los centros. La costumbre de ir aumentando y “pegando” ampliaciones como si fuera un collage genera instalaciones deficientes, caóticas y mal concebidas.
• Habitaciones mal diseñadas, sin ventilación ni iluminación natural, lo que tiende a ocasionar graves confusiones en los pacientes de larga hospitalización, especialmente aquellos de la tercera edad.
• Servicios sanitarios con dimensiones mínimas, lo que impide el acceso de un paciente o familiar con alguna discapacidad, aumentando los riesgos de accidentes.
• Estrechas puertas de acceso a las habitaciones por las que apenas cabe una camilla.
• Carencia de planificación externa: relación con el Plan de Desarrollo Urbano vigente, ubicación, uso del suelo, estacionamientos, relación con el entorno inmediato, etc.
No quiero generalizar y que piensen que este es un ataque a los hospitales privados o los concertados (previsionales) o al personal médico. Mi intención es sensibilizar a la sociedad de las mínimas normas, protocolos y estándares a los que debemos aspirar en el cuido de nuestra salud.
Los dueños de los hospitales deberían revisar esto objetivamente y corregir fallas y omisiones con profesionalismo. No podemos aceptar que una mala praxis ponga en peligro nuestras vidas y luego, ante los justos reclamos de los afectados, se produzca una reacción corporativista que deje en la impunidad a los actores y la indefensión a las víctimas.
Las instituciones nacionales rectoras del sector salud tienen que ejercer un riguroso control y seguimiento de las actuaciones, instalaciones, personal y resultados de todos y cada uno de los centros hospitalarios del país.
La “restitución de derechos” no solamente se refiere a la gratuidad de la salud pública, sino a la calidad de esta y de todos los servicios privados de salud.
El silencio nos hace cómplices.