3 de febrero 2016
No es un secreto que comer saludablemente tiene efectos positivos en nuestro bienestar, tanto a nivel psicológico como físico. Pero cambiar drásticamente nuestra dieta puede generar un "síndrome de abstinencia" relacionado a ciertos productos. Si cedemos ante la tentación, nos sentimos fracasados.
Si usted de verdad quiere cambiar sus hábitos alimenticios, deberá comenzar por reducir el tamaño de las porciones poco saludables que están presentes en su dieta y tratar de ingerirlas con poca frecuencia. Con el tiempo, las anhelará cada vez menos y pensará en ellas como “indulgencias” ocasionales.
Primer blanco: el azúcar
Lo primero que debe hacer para vivir mejor es reducir el consumo de azúcar. Hoy en día, las porciones que consumimos de este producto son excesivas, haciéndolo uno de los mayores enemigos de nuestra dieta. Esto nos provoca problemas de peso y picos de energía. Otros estudios científicos demuestran que existe una estrecha relación entre el consumo de azúcar y la diabetes, la depresión y el aumento de comportamientos suicidas en los jóvenes.
Como ya sabemos, y por si no lo sabían, el azúcar se utiliza con frecuencia en alimentos como el pan, los cereales, las bebidas, sopas y verduras enlatadas, salsa de pasta, margarina, puré de papa instantáneo, comidas congeladas o bajas en grasa, menús de comida rápida, salsas de tomate, mantequilla de maní convencional, entre otros.
Detectar el azúcar en las etiquetas de los alimentos requiere de un trabajo detectivesco. Por ley, los fabricantes de alimentos están obligados a reflejar la cantidad total de azúcar en cada porción de producto, pero no explican qué cantidad estaba ya presente en el alimento de forma natural. Los azúcares agregados deben incluirse en la lista de ingredientes que se presenta en orden descendiente de peso, así que el truco consiste en descifrar qué ingredientes son azúcares añadidos.
Resultados alarmantes
Aparte de la obvia presencia de azúcar, miel o melaza que se agrega a los productos, ésta también puede aparecer como néctar de agave, cristales de caña, edulcorante de maíz, fructosa cristalina, dextrosa, jugo de caña evaporado, fructosa, jarabe de maíz alto en fructosa, azúcar invertido, lactosa, maltosa, jarabe de malta y muchas formas más.
Si un producto está “repleto” de azúcar, lo primero que aparecerá en la lista de ingredientes será este elemento. No obstante, los fabricantes pueden eludir dicha presencia al agregar edulcorantes que no son técnicamente llamados “azúcar”.
La estrategia está en presentar cada edulcorante por separado. Si la contribución de cada uno es suficientemente pequeña, aparecerá en cuarto o quinto lugar, e incluso más abajo en la lista de ingredientes. Súmelos y se dará cuenta que la dosis de azúcar añadida es sorprendente.
Como ejemplo podemos poner un cereal a base de avena con almendras, cuya marca es popular y se jacta de tener “gran sabor”, de ser “saludable para el corazón” y de tener “grano entero garantizado”. Esta es la lista de ingredientes:
Avena integral
Avena crujiente
Azúcar morena
Azúcar
Avena tostada *
Jarabe de maíz *
Pedacitos de trigo *
Jarabe de malta
Extracto de malta de cebada
Citrato de potasio
Piezas de almendras
Trigo integral
Canela
Miel
Sal
Los productos señalizados contienen, de por sí, jarabe de azúcar, maíz alto en fructosa, miel, y / o melaza de azúcar moreno.
Si combina todos estos elementos se dará cuenta que existe una fuerte dosis de calorías vacías. Más de una cuarta parte (27%) de este cereal tiene azúcares añadidos. Si no hacemos un análisis detallado de los ingredientes, no nos percataremos del peligro. Este cálculo puede ser especialmente difícil en cereales para el desayuno, que cuenta con una alta presencia de azúcares añadidos.
(Calculo adaptado de Reducción de Azúcar y Sal, un informe especial de salud publicado por Harvard Health Publications)