22 de septiembre 2015
Hacer un bebé y ayudar a un bebé a nacer son procesos similares. Demasiado para la comodidad de algunos que se sienten incómodos con todo lo que no "virginice" la maternidad. Si lo pensamos, a nivel biológico esto tiene todo el sentido: se liberan hormonas parecidas, se involucran las mismas partes del cuerpo (vagina, útero). Pero para poder verlo, por lo menos en el hemisferio occidental, tenemos que pensarlo mucho. Pasa que cuando pensamos en parto lo primero en lo que pensamos es en dolor.
Ina May Gaskin, la partera más famosa de Estados Unidos en su libro Ina May’s Guía para el Parto Natural, que la sexualidad asociada con parir era algo reconocido y conocido en todas las culturas ancestrales. Era un ritual meramente femenino y por tanto una mujer podía sentirse en confianza, dejarse llevar y experimentar la profunda conexión con su cuerpo que involucra parir. Llegando incluso a experimentar placer y orgasmos durante la expulsión del bebé.
Esto es algo impensable en nuestra cultura, por tres factores fundamentales:
Con quién: Ina May asegura que esta intimidad del acto de dar a luz se perdió cuando, en vez de parteras, fueron los médicos, generalmente hombres, los que empezaron a atender los partos. Siendo este un acto sexual (en el sentido que incluye genitales, posible placer, gemidos y mucha desnudez) los médicos tuvieron la preocupación de cómo cuidar el pudor y la modestia de sus pacientes y poco a poco se fue negando el sentido sexual del acto.
El dónde: Luego, movimos los partos a los hospitales. El lugar menos íntimo y sexy de todos. Ir a un hospital es atemorizante de por sí. Adicionalmente, en los hospitales se trata el parto como que fuera una enfermedad cuando no lo es, lo que asusta a todos. Y sabemos que el miedo es el primer enemigo del placer, la sensualidad o la intimidad.
Lo religioso: La Biblia dice “parirás con dolor” como castigo por el pecado original. Por tanto, nuestra cultura judeo-cristiana eso es lo que espera. Hay relatos de exploradores europeos impresionados porque en culturas ancestrales como los esquimales las mujeres paren sin dolor. Lo pueden hacer porque eso es lo que esperan. Pero si yo lo que espero es lo que se mira en los medios sobre el parto, obviamente que le van a pasar cosas a mi cuerpo para que el parto sea doloroso.
Esto no es algo de una persona. Comparte una May en su libro una encuesta a 150 mujeres y 20% reportaron hacer experimentado algún tipo de placer durante la labor de parto. Eso sí, en las condiciones de privacidad, intimidad y relajación necesaria (generalmente fuera de los hospitales).
Otras mujeres, reportan experimentar deseo sexual al inicio de las contracciones y que el masturbarse las ayuda a tener partos con poco dolor, a dilatar más rápidamente. En el sitio “El parto es nuestro” una de las usuarias escribe:
“que durante los cuatro últimas noches antes del parto, a eso de las tres de la mañana me subían unos calores… un deseo sexual se apoderaba de mí. Mi marido, claro, roncando a mi lado…así que me voy al otro cuarto y doy rienda suelta a mi deseo… La noche del parto, entre las primeras contracciones, me ocurrió lo mismo… y pensé… “Allá voy… seguro que esto ayuda”… y ahora la gran pregunta que me hago…que os hago… ¿creéis que esto puede ser la gran causa de mi maravilloso parto? Es algo a lo que no dejo de darle vueltas y que mi cuerpo me responde que sí… ¿hacen esto las leonas, las gorilas…? ¿Se masturban antes del parto?”
Volviendo a las similitudes entre el acto sexual y parir, es un poco como que dejáramos de hacer el amor en la intimidad de nuestro hogar y de pronto nos pareciera mejor y más seguro hacerlo en un hospital. En una cama muy incómoda, con luces, frío y un montón de estudiantes viéndonos, tomando nota y “haciéndonos tactos” para comprobar la lubricación. Seguramente se extinguirían las erecciones, las lubricaciones y por supuesto los orgasmos.
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