17 de marzo 2016
Conocer el Caribe de Nicaragua no estaba entre mis planes, pero hace un mes tuve la oportunidad de hacerlo. Por motivos laborales, visité un territorio de nuestro país que muy pocos (incluida yo) nos hemos tomado el tiempo de recorrer. Mi tarea consistía en impartir un taller de comunicación digital a jóvenes líderes que trabajan como comunicadores dentro de comunidades indígenas y afrodescendientes en el Caribe Norte.
La primera impresión que tuve al arribar a la zona fue que parecía que el tiempo se hubiera detenido. Esto probablemente sucedió porque pude ver en las calles casas suspendidas en “zancos”, edificaciones que aún conservan el diseño original de madera y que no han sucumbido ante la globalización del concreto de las ciudades modernas.
El grupo de jóvenes que conocí como parte de mi asignación era diverso en cuanto al tipo de herramientas digitales que conocían o con las que habían trabajado. Sin embargo, tenían varias cosas en común: los recursos con los que laboraban eran limitados, debían recorrer grandes distancias entre un poblado y otro, y con la escasez de la conexión a Internet.
Algunos de los participantes, por ejemplo, viajaron ocho horas sólo para poder asistir al taller. Entre ellos, los que provenían de Prinzapolka.
Usuarios nativos
Al conocer su contexto, tuve que modificar el taller que había diseñado originalmente. Para mí, para nosotros que estamos en el Pacífico o vivimos en Managua, es fácil asumir que tener conexión a Internet desde un teléfono inteligente o computadora es normal. En el Caribe, lo normal es escaso.
El objetivo del curso era que los estudiantes pudieran replicar lo que aprendieron y que lo incorporaran al uso de herramientas digitales. De esta manera, otras personas en el mundo y – no nos vayamos tan lejos - en el Pacífico, los escucharán. Conoceremos sus voces a través de Internet y sabremos en qué consisten los derechos que reclaman. Nosotros estamos en deuda con ellos.
Durante diez horas clase, les presenté nuevas herramientas como WordPress, Twitter, Periscope, Canva, Wideo, Podomatic, Google Alerts, Social Mention, entre otras, para que pudieran lanzar al mundo su llamado. Les conté de la revolución digital, del avance de las redes sociales y de los contenidos multimedia que dan valor a los mensajes.
Descubrí que los caribeños jóvenes son “tuiteros” natos, muchos sin haber tenido nunca una cuenta en Twitter o sin saber lo que es un hashtag. Con ellos diseñamos planes de comunicación digital, desarrollar objetivos “Smart”. La idea era mostrarles la necesidad de tener presencia digital para comunicar sus ideas y actividades. En fin, que nos enseñen un poco de su vida. Considero que logramos el cometido, aunque me hubiese gustado tener más tiempo de enseñarles otro tipo de herramientas.
En Bilwi (Puerto Cabezas), encontré jóvenes con ganas de aprender, con espíritu emprendedor, alegres y optimistas a pesar de su medio. Quise contar esta historia para reflejar, de cierto modo, qué significa ser del Caribe de Nicaragua. Muchos de ellos quieren comunicar una realidad y no tienen los medios pero hacerlo, pero lo siguen intentando.