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Cultura del poder

Los mismos que se rebelaron al Modernismo literario de Darío fueron aliento ideológico del poder que Somoza García logró concentrar

Francisco Bautista Lara

7 de junio 2016

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Uno de los personajes más relevante e impresionante de la historia de Nicaragua del siglo XX es, sin duda, Anastasio Somoza García. En el libro Tacho Somoza y su poder (1933-1956) (febrero 2016), del prolífero maestro, escritor e investigador nicaragüense Jorge Eduardo Arellano, el autor advierte:

“No contiene esta investigación el laudatario juicio del partidario, ni la ofensa visceral del agraviado, sino la visión ecuánime de un poder impactante a lo largo de 23 años que aún permanece fuera del cubo de cenizas del pasado”.

Allí continúa el polémico y sagaz personaje, dando de qué hablar, junto a su descendencia, Luis y particularmente Anastasio, el último de la dinastía heredada, que fue depuesto del poder por la Revolución Popular Sandinista al derrocar su principal instrumento, el que al final de más de cuatro décadas lo sostenía: la Guardia Nacional.

Hubo, sin embargo, en los inicios del control autoritario que marcó el rumbo del país, un sustento ideológico y cultural nacional que justificó (incluso ansió), su instauración. El joven investigador y académico Juan Pablo Gómez publicó en octubre de 2015, con el auspicio del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana (IHNCA), el libro titulado: Autoridad/Cuerpo/Nación. Batallas culturales en Nicaragua 1930-1943), que ahonda en “los lazos sociales establecidos entre sociedad y dictadura”, y analiza “las intersecciones entre autoridad, cultura y ciudadanías en tres instancias significativas de la sociedad nicaragüense: el sistema de pensamiento del Movimiento Reaccionario, las ciudadanos modélicas católicas y la Guardia Nacional”. Hay una valiente y clara desmitificación y la puesta sobre la mesa de nuevos puntos de vista que obligan a replantear la evolución de los acontecimientos de esa época.

El Movimiento Reaccionario, integrado por jóvenes varones, intelectuales, granadinos, católicos y conservadores, propugnó por la instalación de una “autoridad fuerte y duradera”, como “única posibilidad de ordenar una sociedad que consideraban caótica, desordenada y sin rumbo alguno”. Somoza García fue la figura local que podía llenar ese vacío, era, según ellos, la “ruta de la salvación nacional”. Se consideraban “herederos y continuadores del pasado de conquista”, dejaron “legados y herencias culturales que se sedimentaron en el todo social”. Según el autor, las batallas culturales que se jugaron el futuro de la nación estaban representadas por tres sectores sociales: Movimiento Reaccionario, cuerpos católicos y militares.


El referido movimiento, que también fue el Movimiento de Vanguardia, tuvo su origen a fines de 1920 a través de las colaboraciones en diarios como El Diario Nicaragüense, La Prensa y El Correo. El Primer Manifiesto, Ligera exposición y proclama de la anti-academia nicaragüense de José Coronel Urtecho, fue en 1931, con posturas nacionalistas. El segundo Dos perspectivas, de Pablo Antonio Cuadra, que agrega “un empuje de reacción contra las roídas rutas del siglo XIX”. En 1934 fundaron su publicación periódica La Reacción, con la bendición del obispo de Granada, que circuló durante un año, en él publicaron sus ideas, además de Coronel y Cuadra, Diego Manuel Chamorro, Octavio Rocha, Armando Castillo, Louis Downing, Joaquín Zavala y Salvador Cardenal, todos vinculados a la tradicional oligarquía granadina.

Coronel escribió en 1934 El ejército y nosotros: “el ejército es una institución estable y duradera. El Gobierno republicano al contrario es una institución voluble cuyos poderes son pasajeros e inestables”. Francisco Pérez Estrada afirmó que “el ejército es el estado, ya que representa el orden y la seguridad”. Luis Alberto Cabrales nombró al general Somoza: “el ungido de la providencia”, era con Diego Manuel Sequeira y otros, del grupo de los “camisas azules”, seguidores del movimiento granadino e instrumentos político-culturales útiles del naciente poder centralizado y hegemónico.

Gómez plantea que ese grupo no sólo produjo literatura e innovación literaria –es lo que se ha estudiado, lo que se repite en los programas educativos y foros culturales-, sino que planteó posiciones políticas e ideológicas que influyeron en la década de los treinta y cuarenta. Alzaron su voz en el contexto en el que Somoza García ascendió y consolidó su poder político y militar, fueron textos y voces de respaldo, con argumentos letrados.

Según J.E. Arellano, los autollamados vanguardistas, “identificaban en Somoza García al jefe nacional que requerían para realizar su programa ideológico de extrema derecha”, con ello abrían campo a Tacho favoreciendo su imagen política. Publicaron un manifiesto en La Prensa en 1935 en el que apoyaban la candidatura de Somoza “para que pueda perpetuarse en el poder” y “así votaremos para dejar de votar”. El líder de los reaccionarios, Coronel Urtecho, justificó el asesinato de Sandino: “salvó la paz y la afianzó de modo positivo” y el golpe de Estado al presidente Sacasa: “la paz se mantuvo. Los Sacasa cayeron por un movimiento pacífico del país que no supieron dominar ni con fuerza ni con habilidad”.

En 1938, en carta a Emiliano Chamorro, Coronel declaró: “Soy partidario de que le General Somoza se perpetúe en el poder y bendigo la oportunidad de una Constituyente que podría prestarse, si somos razonables y valientes, para dejar establecida esa perpetuidad de la Jefatura Nacional que deseaba Bolívar”. Cuando Manolo Cuadra fue desterrado por el general Somoza a Corn Island, aclaró que lo habían confinado, no por comunista, “sino porque soy el único intelectual joven de algún valor que no le teme y a quien nunca podrá domesticar”.

La eliminación de Sandino confirmó el control militar y político de facto de Somoza, capaz de arrollar a cualquiera y que contaba con la complicidad norteamericana, el apoyo de la joven élite letrada, de la Iglesia y de los grandes empresarios. Fue alentado un patrón de autoridad masculino, católico, providencial y patriarcal que configuró las ciudadanías de la nación y cuyas consecuencias prevalecen en la cultura social y política. Fue reforzada la imagen de Somoza como el hombre fuerte, el ciudadano ejemplar, nacionalista, católico y patriota. Fue capaz de heredar el poder a sus sucesores, de eliminar la autonomía municipal y hacer girar en torno al ejecutivo todas las expresiones del Estado, imponiendo un dominio despiadado en función de sus intereses.

La producción literaria y cultural no es ni ha sido ajena a las manifestaciones de la autoridad local, no es inodora ni incolora. Los mismos que se rebelaron al Modernismo literario de Darío, el “paisano inevitable” y quisieron ahogar al cisne que lo representaba, fueron, en su juventud, aliento ideológico evidente del poder que con habilidad Somoza García logró concentrar y perpetuar durante la mitad del siglo pasado.

www.franciscobautista.com

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Francisco Bautista Lara

Francisco Bautista Lara

El autor es escritor, académico y consultor nicaragüense, especialista en seguridad ciudadana y policía. Economista, master en Administración y Dirección de Empresas.

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