28 de marzo 2016
No estás aquí y sin embargo permaneces
Caminas por el cuarto saboreándote ausente
No eres más que el recuerdo del que se irá
Ernesto Mejía Sánchez
Mejía Sánchez (Masaya, 1923), no es sólo un creador literario que escribe en verso, en prosa y en una mezcla de ambos, sino que también –lo que mejor aprecio de su obra-, un acucioso investigador literario, que con rigurosidad académica, escarba los textos, el sentido de las palabras y las circunstancias para encontrar evidencias y descubrir lo que no sabíamos. Lo hizo particularmente con la abundante obra de Rubén Darío, reunió gran parte de su poesía y de sus cuentos. También publicó, entre otros: Estudios sobre Rubén Darío (1968) y Cuestiones Rubendarianas (1970), libros que lamentablemente no están disponibles, el último lo encontré en la biblioteca de Aldo Díaz Lacayo, fue impreso en Madrid, del anterior, la edición fue en México, país en el que estudio, ejerció la docencia y finalmente murió en 1985. En 1947 y 1950 recibió y compartió el Premio Nacional “Rubén Darío” con Manolo Cuadra y Santos Cermeño respectivamente.
Reconoce: “Durante varios años el Colegio de México, bajo la sabia y generosa presidencia de Alfonso Reyes, ha dirigido y estimulado mis investigaciones sobre Rubén Darío. Solo así fue posible reunir sus Poesías y Cuentos completos, escribir una tesis universitaria y varias monografías” (1955). El disciplinado discípulo, quien fue diplomático de Nicaragua en España y Argentina durante el gobierno sandinista, recibió en 1980, el Premio Internacional Alfonso Reyes que otorga el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y otras entidades académicas mexicanas por sus aportes a la investigación literaria. Jorge Luis Borge consideraba a Reyes “el mejor prosista de lengua española”, exaltó su “refinado y seductor estilo literario”.
Cuando me enteré que el XII Festival Internacional de Poesía de Granada (febrero 2016) sería dedicado a dos poetas: al guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, quien mejor ha expresado la complejidad de Guatemala con su libro Guatemala en las líneas de mi mano (1955) -que después completó otra lectura obligada La patria del criollo (1970), del historiador y escritor Severo Martínez Peláez-, y al nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez, supuse que la obra de ambos autores abarrotaría los estantes de las librerías en el Festival, pero, cuál fue mi sorpresa –aunque a veces pierdo la capacidad de sorprenderme-, al rebuscar en las tiendas de libros: no había ninguna de los autores homenajeados.
Comprendí el absurdo y lo comenté con personas relacionadas a la organización del evento. ¿Qué sentido tiene dedicar un Festival a poetas que se conocen poco por las generaciones contemporáneas y que para colmo no se disponen sus obras para que el público extranjero y nacional lea lo principal de su creación literaria? De Mejía Sánchez sólo estaba disponible para los invitados al evento cultural, una útil, aunque breve e insuficiente Antología poética (184 páginas; enero 2016), cuya selección y prólogo eran de uno de sus apreciados discípulos, Julio Valle-Castillo, y cuya publicación fue patrocinada por el Festival. Ojalá en el futuro se solventes estas carencias inexplicables.
Hay varias cuestiones sobre Darío que Mejía-Sánchez comparte. Menciono una. Afirma que la primera biografía que se publicó sobre el poeta nicaragüense fue en 1890 –era reciente Azul…; Darío aún no había viajado a España; el joven tenía 23 años-, fue incluida en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano publicado en Barcelona (la referimos en Último año de Rubén Darío, septiembre 2015). En ella se lee: “Escritor centroamericano contemporáneo. N. en el departamento de Segovia, Nicaragua… Eran sus padres personas de una alta posición social… las producciones de Darío han sido encomiadas por el doctor de la Fuente Ruiz, publicista y escritor español; por el doctor Montúfar, autor de una voluminosa Reseña histórica de Centro-América, y otros… se estableció en Chile hacia el año 1886… El joven escritor tenía, hace pocos años, el propósito de publicar un libro de biografías de literatos centroamericanos”.
La Antología poética muestra parte de la creación literaria del autor a quien Ernesto Cardenal llamó “poeta de la sugerencia, poeta del silencio”, obra recogida, según Valle-Castillo bajo un título: Recolección a mediodía, que califica de “multilibro” y que su principal aporte a la literatura hispanoamericana es “ejecutar el poema en prosa”, bautizado como “prosema” por Pablo Antonio Cuadra. Parte de la prosa reunida en el libro, es “prosa poética”.
Hay diversidad en sus versos. Asaltos de rebeldía desde la historia y su actualidad, desde la reverencia y la irreverencia, entre la serenidad y la confusión: “El gozo inmerecido es más temible que el más / injusto castigo. Ya no puede morir /…”, /… Alguien que no soy yo me rodea y me nombra. Huyo como / Caín…. /. En otro poema: “... Yo les dije que la poesía / se escribía con palabras y que la política, / sin ideas…. /. Un texto El tigre en los ojos, comienza: “Unos dicen que el tigre está en los ojos de una muchacha; puede ser. Yo los he soñado y sufrido con peligro, bochorno, avaricia: el mar en un microscopio electrónico, temido, amado, sólo poseso como al descuido o por golpe de audacia.” Y en otro, Ilusión óptica: “Me niego a narrar lo que veo en tus ojos, pero sé que no tengo derecho a negarlo a nadie. Parece cosa de imaginación, no por eso menos bella”. Después, con el título Novela, un párrafo que inicia: “La historia que voy a contar se me está olvidando de tanto verla”.
Escribió, talvez recordando a Luis Cardoza: “Me pueden leer las líneas de la mano – todas llevan a Roma- palíndroma de Amor” y más adelante, en otro “prosema” repite: “Saliendo de la noche negra van a lo seguro del color, a la línea que continúa las de mi mano”. Un texto poético de un solo párrafo titulado L.C. Y A., confirma su aprecio al autor guatemalteco: “Los polos extremos me atraen, me rechazan, me tocan o los toco, podría decir Luis Cardoza y Aragón y no importa quien abrió la boca primero… Mano sin casillero, sin límite sin frontera. Cardoza hace la tierra grande, libre, se queda solo en la única orilla...” De Cardoza y Aragón menciono unos versos del poema Volvía a casa: “Volvía a casa entre disparos y / engañadas multitudes / ciegas en su tormenta, amado pueblo / mío. / Qué trágico, qué duro, qué cruel / nuestro destino / de arar sobre el mar y que la luz te enlute”, es el contexto de la tragedia impuesta por la intervención, la guerra interna, el autoritarismo y que se prolongó ahora con la violencia delictiva y la corrupción en la multitud de exclusiones acumuladas.
Sobre la obra de Mejía Sánchez espero que, al menos Cuestiones Rubendarianas, donde reúne ilustrados ensayos, pueda reimprimirse con el patrocinio de alguna institución estatal para el lector nicaragüense, principalmente maestros y estudiantes, en ocasión del centenario de la muerte y los ciento cincuenta años del nacimiento del ahora Héroe Nacional Rubén Darío.
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Lea un reportaje sobre el escritor en este enlace.