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Balance de la jornada represiva

La jornada evidencia el debilitamiento del régimen. Se ganó una batalla, pero no podemos caer en posiciones triunfalistas

Los expertos del GIEI expresaron que debe implementarse un proceso de verdad

Enrique Sáenz

17 de octubre 2018

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Hay distintos indicios de que los acontecimientos de los días 14 y 15 de octubre, marcan el inicio de una nueva etapa en la lucha en contra del régimen de Ortega. Para ayudarnos en la reflexión utilizaremos como guía del razonamiento las siguientes interrogantes:

  1. Qué razones tuvo Ortega para su embestida represiva del domingo, que lo llevó a impedir la marcha “Unidos por la Justicia”, convocada por la Unidad Nacional Azul y Blanco.
  2. Qué razones tuvo para liberar a 38, de los secuestrados del domingo.

En cuanto a la primera, debemos recordar que hasta hace unas pocas semanas, Ortega presumía en sus discursos y en sus entrevistas con medios de comunicación internacionales, de que en Nicaragua la oposición podía manifestarse pacíficamente. Todos sabemos que siempre intentó impedir las movilizaciones, mediante la intimidación y el despliegue de sus fuerzas de choque, de las bandas paramilitares, de la policía y de los antimotines, pero de una manera o de otra las movilizaciones se realizaban.

Esta vez subió la parada: prohibió las movilizaciones, concentró masivamente a policías y antimotines en el lugar señalado como punto de origen de la marcha, y ordenó la captura de decenas de manifestantes, con el claro propósito de impedir cualquier tipo de movilización.

¿Por qué Ortega no quiere más marchas? ¿Es señal de debilidad o señal de fortaleza?


Obviamente, la embestida represiva es una muestra palpable del debilitamiento del régimen. No es una señal de fortaleza.

La embestida represiva confirma el fracaso del empeño de Ortegade presentarse como víctima, en las distintas comparecencias con medios de comunicación internacionales; como respetuoso de la ley y de los derechos humanos. Ortega sabe que no le creyeron.

También revela el fracaso de sus esfuerzos por proyectar la imagen de que en Nicaragua la situación se ha normalizado.

Como pudimos ver, desde el mismo domingo llovieron pronunciamientos de gobiernos, de organizaciones políticas y de representantes de organizaciones internacionales reprochando la represión y en demanda de libertad de los detenidos. Hasta el Mercosur se pronunció. Señales claras que de la comunidad internacional sigue atentamente la situación del país. Y que no cree los cantos de sirena de Ortega.

Pero la embestida represiva significa más.

Si recordamos, Ortega había adoptado como estrategia medir fuerzas con la oposición. Y así, por un lado, intentaba disuadir, mediante la intimidación, las movilizaciones azul y blanco, a fin de que por temorla población se quedara en su casa. Y, por otro lado, organizaba contra marchas, movilizando a trabajadores del Estado y al rebaño que todavía le queda. De este modo pretendía demostrar que él contaba con un respaldo mayoritario mientras solo quedaban minorías protestando.

La embestida represiva del 14 de octubre también es la demostración del fracaso de esa estratagema. Por muchos trucos que hicieran sus medios de comunicación, Ortega no puede esconder que por esa ruta estaba perdiendo la partida.

La embestida represiva también es un ataque directo a la recién constituida Unidad Nacional Azul y Blanco.

Para Ortega era una ventaja la falta de concertación que existía entre las diversas organizaciones que, a la par del pueblo nicaragüense, vienen luchando por la justicia, por la libertad y por la restauración de la democracia. Sabe bien que, a pesar de estar en sus comienzos, esta unidad representa un salto de calidad en la lucha. Y por ello pretende abatirla.

A nuestro juicio, esas son las razones principales de la embestida del domingo.

Ahora falta respondernos sobre las razones para liberar a parte de los secuestrados del domingo.

A nuestro entender, también es una señal de debilitamiento.Sin embargo, nos equivocaríamos si adoptamos una posición triunfalista. Ya se cometió esa equivocación una vez y no puede volver a cometerse. Como decían nuestras abuelas, Ortega no da puntada sin hilo y previsiblemente está ensayando un cambio de táctica.

No debería extrañarnos que ahora quiera aparecer ante la comunidad internacional con talante negociador y flexible.

¿Con qué fines? Ante todo, para hacer un último intento por neutralizar la aprobación de la ley magnitsky nica. Pero también, posiblemente esté intentando arreglarse por debajera, abriendo canales de negociación subterráneos, y con esta acción conceder la legitimidad de la eficacia a interlocutores, que todavía no sabemos quiénes son. No es casual que Vinicio Cerezo, Secretario General del SICA y de reconocidas complacencias con Ortega, ha comenzado a sacar la cabeza y a recibir atención de algunos medios de comunicación.

De paso, con la liberación de los secuestrados siembra dudas y desconfianzas en el seno de la Unidad y de una parte de la población. Quedan todavía centenares de prisioneros políticos.

Hasta aquí nuestro balance. Queda pendiente abordar qué hacer ante las circunstancias actuales. Pero ese tema amerita otra sentada. Por hoy, remarquemos:

  • La reciente jornada evidencia el debilitamiento del régimen.
  • Demuestra que la movilización es indispensable y que el pueblo nicaragüense sigue en pie de lucha.
  • Evidencia que la comunidad internacional está alerta y activa ante lo que acontece en Nicaragua.
  • Por último: si bien esta batalla se ha ganado, no podemos caer en posiciones triunfalistas.

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Enrique Sáenz

Enrique Sáenz

Economista y abogado nicaragüense. Aficionado a la historia. Bloguero y conductor de la plataforma de comunicación #VamosAlPunto

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