19 de julio 2016
“Quien no sabe de dónde viene, ¿cómo puede averiguar adónde va?”
Eduardo Galeano
Imagino que son pocos quienes aún respiran después de haber nacido inmediatamente anterior o después del año1930, y por ello forman parte de una minoría generacional apta para juzgar el período de fortalecimiento de la dictadura inaugurada por Anastasio Somoza García en 1934, y para compararla con el nacimiento y fortalecimiento de la actual dictadura de Daniel Ortega Saavedra. Esto es aún más válido, para quienes no han sido indiferentes a las actividades políticas durante ambas épocas, y lo han hecho desde diferentes opciones ideológicas.
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No es necesario recurrir entonces al significado de la voz francesa déjá-vu, porque lo visto durante esta época orteguista no ofrece “la sensación de haber vivido una situación que se está experimentando la primera vez”, pues no se trata de una “sensación, sino algo experimentado durante el somocismo, y eso permite comparar dos dictaduras con métodos y personajes diferentes, aunque con efectos igualmente negativos para la sociedad nicaragüense. Es de lamentar que las actuales generaciones –tanto las orteguistas como quienes los adversan— no puedan tener esta convicción, y pretendan estar viviendo algo original.
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Los orteguistas que hoy celebran el 19 de julio ejercen su dictadura suponiéndola una democracia revolucionaria, porque esta tuvo su origen en una revolución popular y, por ello, suponen también que la suya no es una dictadura, ni es anti patriótica, como lo fue la dictadura somocista, porque a esta otra la impuso la intervención extranjera. Y esto cierto, pero el orteguismo no es la revolución, sino un deformación de ella. Es igual de anti patriótico dominar un país por mandato de una potencia extranjera –como lo hizo el somocismo—, que reprimir a los campesinos que se oponen a la ley 840 que entrega la soberanía nacional a otros intereses extranjeros, como lo hace el orteguismo…
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La esencia popular de un régimen político no la da para siempre su origen, y el oteguismo la perdió fácil, porque en el transcurso de su consolidación solo ha respondido a los intereses particulares, con mayor énfasis, desde el año 2007. Sus expresiones políticas en el curso de la metamorfosis de revolución a dictadura se basan en supuestos méritos personales y nada hace sobre la base de principios que no sustenta. Sus discursos son floridos pero vacíos, una mixtura de banalidad y religiosidad, con el cual ha pretendido elaborar una justificación teórica, pero no pasa de ser un pagano “padre nuestro que estás en el poder”.
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Somoza García mató a traición al General Sandino, pero no le traicionó sus ideales porque él nunca fue sandinista; Ortega le traicionó sus ideales a Sandino, diciéndose sandinista. Somoza García se ganó el poder y se hizo millonario a costa de la vida de Sandino; Ortega se ganó el poder y se está haciendo millonario a costa de miles de sandinistas asesinados por los herederos de Somoza García. Sandino nunca quiso ser presidente; Ortega hace de todo para no dejar de serlo. Sandino se alzó en armas inicialmente en defensa de la Constitución liberal en 1927; Ortega vive alzado en contra la Constitución sandinista de 1987.
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El somocismo no careció de la demagogia, y sus políticos e intelectuales hablaron de ella como continuidad de la “revolución liberal”, y algunos sobrevivientes lo siguen hablando para ser beneficiados ahora por el orteguismo –Wilfredo Navarro entre ellos—, y porque hallan coincidencias entre Zelaya y Ortega en lo dictatorial. Somoza García encontró apoyo entre intelectuales de derechas que en él vieron reencarnados a Mussoline y a Franco, y muchos políticos les sirvieron de comparsas, creando partidos ad-hoc en cada campaña electoral, como ahora lo hacen políticos libero-conservadores en las campañas orteguistas.
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La ausencia de institucionalidad entonces, básicamente, no era muy diferente a la de hoy: control personal de los poderes del Estado; represión contra toda actividad política independiente; reelección presidencial facilitada por las reformas constitucionales al antojo del dictador; manejo privado del ejército y la policía; los cargos públicos como medios para los enriquecimientos privados; militares-empresarios; cierre de posibilidades para la competición electoral libre; utilización del zancudismo político; fraudes electorales escandalosos, cuando no ha habido previa compra-venta de candidatos. Recuerden los fraudes de 1946 y el del 2011. Todo lo que ahora vemos, ya se había visto en sus formas particulares.
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Los ciudadanos de las viejas generaciones –si fueran conscientes— recordarán aquella situación política nacional asfixiante por la falta de perspectivas para una salida democrática; la opresión que se sentía en la conciencia por el hecho de tener que sobrevivir impotente ante los problemas sociales y la desesperanza; sentir las aspiraciones de libertad y progreso social aplastadas por la fuerza; observar la costumbre de los habituados a la pasividad obligados por el temor; la rabia sin válvula escape de saberse testigo de los robos al Estado y no poder hacer nada; el amor a la justicia burlado por la voluntad omnímoda de los injustos.
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¿Cuánto de todo eso sienten las generaciones actuales? Seguramente de todo, aunque todavía no encuentren las formas de expresarlo, o creen encontrarlas gritando consignas sin sentido en las plazas. Las dictaduras no cambian su misión de embridar las luchas por el cambio del sistema social injusto, garantizar los negocios privados propios y favorecer los de sus aliados. No será distinto el mañana por el hecho de que adornen las noches con luces de colores en los árboles de lata. El fascismo europeo no dejó de serlo porque los torturadores escuchaban música clásica mientras ejercían su oficio, ni los dictadores militares latinoamericanos dejaron de torturar adversarios, después de oír misa y de haberse confesado con su cura preferido.
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Estamos viviendo entre el ayer y el hoy, sin saber cómo será mañana. De lo que estamos seguros es que sí habrá mañana, cuando tenga fin este largo período de reflujo posterior al fracaso del 79, como le llegó su fin al sangriento reflujo que siguió a la muerte de Sandino desde 1934. Y con seguridad, habrá generaciones capaces de darles los buenos días en plazas y calles libres de rótulos con mensajes mentirosos e imágenes de dioses paganos fingiendo felicidad.
Curiosidades:
- Después de 118 años de colonialismo mal disfrazado, la suerte inmediata de Puerto Rico la puso Barak Obama, en manos de una Junta de Control integrada por siete individuos, quienes se encargarán de hacer pagar al pueblo boricua los 73 mil millones de dólares que las autoridades coloniales contrajeron con los prestamistas gringos.
- El Congreso yanqui le negó a la isla encadenada el derecho al “rescate” económico que tienen los Estados de la Unión, con lo que reconoce la estafa con el cuento del “estado libre asociado” de Puerto Rico, pero no le devuelven la soberanía robada, y le imponen medidas coloniales; una contradicción que está haciendo despertar al pueblo puertorriqueño.
- Y no es un despertar gratuito: los 73 mil millones de dólares que derrocharon o se robaron las autoridades coloniales, ya comenzaron a cobrárselos al pueblo con la reducción de los presupuestos para educación y salud, con el alto costo de los alimentos y de la vivienda, principalmente.
Cronología imperial (*)
1962.- 1) En enero, la CIA apoyó el derrocamiento del presidente de Honduras Ramón Villeda Morales, quien, pese a su anti comunismo, era considerado muy “blando” para el proyecto norteamericano en Centroamérica.
2) Por las mismas o parecidas razones, en Ecuador fue defenestrado el presidente J.M.Velasco Ibarra, y en Perú le pasó igual al anticomunista Manuel Prado Ugarteche.
3) En esta oleada de golpes de Estado, cayeron en Argentina y Brasil los presidentes Arturo Frondizi y Janios Quadros, respectivamente, ambos eran amigos de la política de John F. Kennedy, pero había empezado el desmoronamiento de su programa Alianza para el Progreso, mientras en Estados Unidos ya se conspiraba para asesinarlo.
4) En octubre, estalla la confrontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, conocida como la “Crisis de Octubre”. Nunca antes estuvo el mundo, como en esta ocasión, al borde una tercera guerra mundial. La causa: los misiles instalados por la URSS en Cuba para su defensa ante una amenaza de invasión de parte de los Estados Unidos. Los misiles fueron retirados, previo compromiso gringo de que no habría invasión.
(Continuará)
(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.
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