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Auschwitz, C. A.

Auschwitz1940 - Nicaragua, 2018. Este era un país donde era prohibido respirar. Este país no era, es. Un país donde estornudar, es un golpe de estado.

Ilustración: PxMolinA | Confidencial.

Luis Rocha Urtecho

2 de diciembre 2018

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Esta historia transcurre entre el 20 de mayo de 1940, y de un después interminable a partir del 19 de abril de 2018. En 1940 se construyó un complejo formado por diversos campos de concentración y exterminio de seres humanos, en territorios polacos ocupados durante la segunda guerra mundial por la Alemania nazi. Auschwitz, tanto allá como aquí, fue el más grande de ese tipo de campos para llevar a cabo el macabro plan de “todo está normal”, es decir, “la solución final” tramada por los nazis. Hoy, aquí, hay campos de concentración cuya ubicación se desconoce, y otros de sobra conocidos por provenir del mismo sistema nazi.

La historia se puede relatar a manera de un cuento para inocentes: Este era un país donde era prohibido respirar. Este país no era, es. Un país donde estornudar, es un golpe de estado. Un país donde quien se resiste a ser zombi, es tildado de vandálico. Un país, donde caminar por sus aceras o manifestar sus creencias y aspiraciones, es delito político. Este es el país donde ser un verdadero estudiante, merece el calificativo de delincuente, luego no se puede ser un verdadero estudiante. No se puede ejercer el periodismo, y el poco que hay nos acerca cada día más al periodismo de catacumbas cuando Somoza. La mordaza, es sinónimo de libertad de expresión. La libertad de expresión, debe de ser una constante apología de los tiranos. Aquí existe el centralismo democrático.

En las esquinas las palomas sucumben asfixiadas, por especialistas en reventar chimbombas. A las niñas escolares, les ocurre igual que a las palomas, cuando asombradas contemplan los desmanes de los paramilitares. Las vírgenes de yeso abundan regadas en la Avenida Bolívar, en altares mustios construidos con voluntad de estirpe sangrienta y dinero del pueblo. El yeso de vírgenes, obligado para la obscena exhibición, no les permite ser Purísimas. Se prepara la Navidad. Hay orden de captura contra los Reyes Magos, porque orejas llamados ahora sapos, han denunciado que pertenecen al COSEP. El Niño Dios tiene un pesebre reservado en “El Chipote”, con la prohibición adelantada a su nacimiento, de nunca aprender a correr. En este país es prohibido volar. Los pájaros se desploman de las ramas de los árboles incapaces de iniciar un vuelo. Desde el cielo caen en picada aves que parecen ángeles, que no pueden aletear con libertad. Como en el firmamento las nubes no pueden ser blancas, las precipitan a tierra. El cielo, antes azul, vive teñido de rojo, y el rocío de sus gotas se trasforman en sangre sobre los habitantes condenados a la inmovilidad y al silencio.

Ya dijimos que en Auschwitz, los nazis tuvieron un campo de concentración que fue la maqueta de este país. Con cámaras de gas llamadas “La Esperanza” y crematorios para niños, cuya historias nunca dejarán de estremecernos, como la ocurrida en la casa incendiada en el barrio Carlos Marx, a quien también al parecer pretendían quemar junto con los niños, esos Santos Inocentes de esta época en el mundo. En “Los Chipotes” de España el dictador Francisco Franco, acentuó su fascismo contra los prisioneros políticos haciéndolos vigilar  en sus plazas de toros y ergástulas, por prisioneros con antecedentes criminales Al mismo tiempo que Franco fusilaba a Federico García Lorca en Granada, y condenaba a morir de frío y tuberculoso, en Alicante, a sus 32 años, al también extraordinario poeta Miguel Hernández, Hitler seguía perfeccionando su macabra “solución final”; el extermino total de todos aquellos a quienes odiaba por pretextos de raza, color, religión o ideología. Auschwitz fue el “buque insignia” de aquella barbarie.

Las marchas invisibles


En todas las esquinas del país, los sapos se ponían a espiar para averiguar o inventar en dónde sería la próxima marcha cívica, para denunciarla y participar en la represión de los pacíficos manifestantes. Eso era para ellos más divertido que dormirse agitando banderas del partido en las rotondas. De nada valía a los organizadores de las marchas pacíficas dar a conocer con antelación, a las autoridades, la ruta, y solicitar el permiso correspondiente. De nada sirvió querer cumplir con las ordenanzas, pues siempre aparecen otras interpretando de otra forma las primeras, siendo las segundas la justificación para reprimir mas violentamente las primeras aun cuando no se pudieran llevar a cabo, no dejándole a la población otra alternativa que ver marchar, sin permiso alguno de autoridad legítima, a los partidarios del régimen en contra de los silenciados por la arbitrariedad. Se impuso una guerra, sin declarar, entre silenciados y bulliciosos. Pero llegó el momento en que, misteriosamente, la bulla de los convocados hasta contra su voluntad, se hizo un silencio sepulcral, y el silencio de los auto convocados, callados e inmovilizados por la fuerza bruta, una algarabía de paz, coraje, alegría y determinación, cuyo origen se presiente en un civismo y una moral sin fin.

Fue entonces cuando todos los habitantes de este país, se hicieron invisibles, al menos para sus perseguidores. Los sapos saltaban de rotonda en rotonda, de calle en calle, y sólo sentían como que a sus lados pasaba un tumulto intocable, que les infundía pavor. Un silencio digno y estruendoso que sólo en el círculo de los tiranos se oía. Pero sabían que se estaban llevando a cabo marchas invisibles, que se veían en todos los países del mundo, pero cuya existencia no podían reconocer, pues eran incapaces de verlas. Las querían capturar y masacrar, y aquellas marchas se reconstituían en verdades irrebatibles. Es como si la verdad fueran miles de verdades. Verdades de muertos y vivos marchando hacia la libertad. Un día, cuya fecha ignoro, fue asignado para realizar “La Gran Marcha Invisible”. La madre de todas las marchas, que de un momento a otro se volverá visible e intocable. Eso dicen los integrantes de las otras marchas. Los de las verdades irrebatibles. Los integrantes de La Gran Marcha de los vivos y muertos.


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Luis Rocha Urtecho

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