28 de febrero 2023
El presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció nacionalidad y asilo a los nicaragüenses desterrados y al mismo tiempo confirmó que ha decidido ser complaciente con Daniel Ortega.
El miércoles 22 de febrero, en su conferencia diaria, López Obrador hizo una insólita referencia a Nicaragua, un asunto habitualmente ajeno a sus extensas intervenciones.
Esta vez con sus comentarios, respuestas y silencios, AMLO describió su visión del caso.
Informó que algunos desterrados nicaragüenses pidieron venir a México. “Todos los que quieran estar en nuestro país tienen las puertas abiertas y son bien recibidos” (…) “asilo, nacionalidad, lo que ellos quieran”, señaló.
México se unió así a Argentina, España, Chile, Colombia, Ecuador y Estados Unidos, que han tendido la mano en diversas formas a los centenares de perseguidos por Ortega.
México fue una retaguardia simbólica de la revolución sandinista desde que el presidente José López Portillo rompió relaciones con la dictadura de Anastasio Somoza, el 20 de mayo de 1979, dos meses antes del triunfo insurreccional.
Pero, ahora, el presidente mexicano expuso su intención de no tocar con el más mínimo adjetivo ni la más elemental acción a la nueva dictadura nicaragüense.
López Obrador mostró una carta a Ortega, del 1 de diciembre pasado, en la cual reitera una oferta que, dice, ya había hecho por vía diplomática: que la ex comandante Dora María Téllez fuera excarcelada y enviada a México, “evitando fines propagandísticos, protagónicos” y por “razones humanitarias”.
Sugiere que esa fórmula sirva para otros de los detenidos e insiste en un movimiento discreto, sin impacto público.
La delicadeza del trato por escrito se estrelló con la reacción de Ortega: ni siquiera contestó la carta.
En la conferencia López Obrador dijo que le entristece la “división” en el sandinismo; que ha buscado “un acuerdo” y la liberación de los presos; no quiere distanciarse de Managua para “ayudar en la reconciliación” y buscar “la unidad”; que las relaciones bilaterales son “normales” y mantendrá una actitud “responsable y prudente”.
AMLO, que ha opinado con amplitud sobre la situación interna de Argentina, Bolivia o Perú, evitó ahora la menor expresión sobre Nicaragua.
-¿Ortega violó los derechos humanos, presidente? -le preguntaron.
-¿Por qué no vemos la carta? No me voy a enganchar… -respondió el mandatario.
El 1 de diciembre de 2022 Ortega ya se había hecho reelegir en medio de una represión masiva, con siete candidatos presidenciales y decenas de activistas presos y un virtual estado de excepción, de todo lo cual AMLO no dijo nada en la carta ni de otra forma conocida.
El presidente mexicano evoca una “división” del sandinismo, que en realidad ocurrió hace un cuarto de siglo y es irreversible.
Habla de buscar un “acuerdo” o una “reconciliación”, pero no ofrece señales sobre cómo hacerlo con un régimen que excarceló presos políticos, pero intenta borrarlos del mapa al desterrarlos, despojarlos de su nacionalidad, de sus bienes materiales y hasta de su pensión a los ya jubilados, aún mantiene a más opositores en sus cárceles, en una de las cuales murió Hugo Torres, ex comandante sandinista y ha extendido las represalias a los opositores que ya estaban exiliados.
Tampoco cuenta cómo dialogar cuando en Nicaragua no hay libertad de expresión, de prensa o de manifestación ni siquiera religiosa y la ley es la que dictan la policía y los paramilitares.
Algo podía saber López Obrador de la situación en Nicaragua, después de que México votó a favor de la resolución del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, del 31 de marzo de 2022, que es un amplísimo memorial sobre la represión y el autoritarismo en el país centroamericano.
Pero el mismo Gobierno mexicano se ha abstenido en sucesivas manifestaciones de la Organización de Estados Americanos sobre Nicaragua (12 de agosto de 2022, 23 de febrero de 2023) y ahora muestra una actitud de complacencia con el autócrata.
El gesto humanitario de auxiliar a los desterrados coexiste, así, con la ambivalencia política.
*Artículo publicado originalmente en La Jornada.