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“América para los americanos” no es original de Monroe

Con su “América para los americanos” se da la apropiación del nombre de América, como dando a entender que el resto de los países les pertenece

La advertencia ocurre después de la aparición de supuestos documentos con información sobre financiamiento de USAID a diversas ONGs

Onofre Guevara López

25 de octubre 2022

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“¿Por qué los americanos dominan el mundo?” se pregunta Frédéric Beigbeder, y él mismo responde: “Porque dominan la comunicación”. Así reza el epígrafe de uno de los 17 ensayos que contiene el libro Reflexión entre política y medios. Propuestas alemanas en una perspectiva comparada. La edición es de Frank Priess, y publicado por la demócrata cristiana Fundación Konrad Adenauer (2002, 496 páginas) a cuya representación en Nicaragua el gobierno le canceló su personería jurídica, junto a más de 2000 organizaciones sociales y fundaciones.

Nos interesa lo del epígrafe y otras ideas de sus 17 autores sobre lo que llaman americanización en la propaganda electoral alemana. En verdad, el poder hegemónico mundial de los Estados Unidos no es porque domina la comunicación, ni el americanismo lo inventó James Monroe. La dominación “americana” se ejerce a través de sus poderes económicos, militares, políticos y la comunicación es el medio por el cual la justifican.

Eso quiere decir que Monroe, con su “América para los americanos”, llegó con 47 años de retraso, pues la apropiación del nombre del continente América viene desde su origen del Estado estadounidense, como dando a entender que el resto de los países del Centro, Sur y del Caribe del continente también les pertenece.

Según se sabe, estos países nunca se han ido a ninguna otra parte del planeta Tierra y, por lo tanto, siguen siendo americanos. Este abuso de identidad, podría considerarse el origen de la injerencia del Norte sobre el Sur del Continente y, por consecuencia, del conflicto histórico entre las dos regiones.


II

El hecho de que fueran los primeros en el continente en liberarse del colonialismo, y que sus pretensiones hegemonistas hayan sido tan obvias entonces como ahora, condicionó ideológicamente a los estadounidenses su sentido de propiedad para que adoptaran el nombre de los Estados Unidos de América con exclusividad y, además, lo justifican con su poderoso desarrollo económico y político.

Y, como en el norte del Continente hay tres países distintos y todos son norteamericanos, tampoco se hubiesen justificado llamándose Estados Unidos de Norteamérica. El caso es que nacieron y crecieron con un “narcisismo nacional”, y esto les impidió ser humildes para hacer algo parecido a lo de México con el nombre para su país: los Estados Unidos Mexicanos.

Esperar que los estadounidenses dejen de considerarse América con exclusividad, sería tan iluso como esperar que su país deje de ser el país hegemónico que lo viene siendo desde hace dos siglos. Así lo determinan su naturaleza dominante, su convicción chovinista de tener una poderosa nación y porque ya está grabado en su conciencia colectiva.

Eso se refleja en las campañas electorales de Republicanos y Demócratas. “América ha puesto la casa en orden”, decía Al Gore en la campaña que perdió en el 2000, y Donald Trump en la campaña de 2016, insistió en que con él en la presidencia “América sería grande otra vez”.

III

El asunto es de orden político ideológico –como leímos en el libro mencionado páginas tras páginas— pues los sustantivos americanización y americanismo y el adjetivo americano en diferentes expresiones está en la mente de los autores: “la cultura americana”, “la industria americana”, “los periodistas americanos” y un largo etcétera refleja lo americanizado que están los alemanes. Sin embargo, este no es un fenómeno alemán, sino mundial, y su ejemplo lo utilizamos solo por tratarse de un libro de autores de esta nacionalidad.

Lo peor, es que esa costumbre es de los propios americanos del Centro, del Sur y del Caribe de América, quienes utilizan el adjetivo los americanos cuando deberían referirse a los estadounidenses. Esto lo vemos y escuchamos también en los medios de comunicación, aceptando de modo inconsciente la enajenación de su patronímico.

No obstante, debe aclararse que ese fenómeno de la americanización de los alemanes, se refiere a la reproducción del modelo de la propaganda electoral estadounidense en los medios de comunicación alemanes. Sobre todo, en la propaganda electoral de los grandes partidos en la televisión privada, mientras que los pequeños solo pueden hacerla en los medios de comunicación públicos gratuitos, los cuales también pueden utilizarlos grandes partidos.

El sistema electoral alemán es muy distinto. Ellos no eligen a un presidente, sino a un parlamento que, a su vez, elige un primer ministro o Canciller; y el Estado financia las campañas electorales de los partidos si obtienen más del 5% de los votos emitidos. Medios de comunicación públicos y financiamiento electoral para todos es muy democrático, pero eso no termina la desigualdad de oportunidades entre partidos con poder económico y partidos sin recursos.

IV

Es justo tomar en cuenta que la americanización no se refleja de modo absoluto en el pensamiento y en todas las actuaciones políticas de los alemanes, aparte de que en cuenta la actualidad su política exterior sí está influenciada de americanismo. En el libro citado hay un ejemplo entre las páginas 123 a la 204 del ensayo La campaña electoral en los Estados Unidos, de Wolfram Brunner, que me vale la pena conocer:

“La adaptación del ejemplo de EE. UU. en Alemania sabe tanto de su connotación guillermina, como su variante weimariana (…) pero también de su recepción por los nazis, frecuentemente obviada por los amantes de la simplicidad de la teoría del totalitarismo. En efecto, así fue: mientras que la Juventud Hitleriana se divertía en fiestas auspiciadas por Coca Cola, Joseph Goebbels implementaba ´exitosamente´ lo que había aprendido de su venerado teórico americano en relaciones públicas: Edward Bermays.“

Aclaramos: guillermina es una referencia a la época de Guillermo II, finalizada con la derrota de Alemania en la I Primera Guerra Mundial (1914-1918); y weimariana se trata de la República de Weimar (1919), cuando se adoptó la primera Constitución democrática en la historia de ese país.

Lo del nazi Goebbels llama la atención en que: a) su “teoría” de la mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en una verdad, tuvo paternidad ideológica en un publicista estadounidense; b) con la propaganda basada en esta “teoría”, se pretendió ocultar y justificar los crímenes de lesa humanidad cometidos por los nazis durante la II Guerra Mundial; c) Coca Cola no fue la única empresa estadounidense con afinidades ideológicas y objetivas con la Alemania nazi.

De esa “teoría” fascista de la mentira que se puede convertir en una verdad gracias a su repetición, hay un ejemplo actual: se está aplicando en la propaganda por todos los lados en torno a la guerra ruso-ucraniana. En esta trampa están cayendo periodistas de todo el mundo, aunque no estén ligados orgánicamente a ninguna agencia de prensa internacional.

V

Vamos a nicaraguanizar el tema de la americanización en el lenguaje oral y escrito. En nuestro país, no es muy dominante ese colonialismo cultural, pues se utiliza muy poco, igual pasa con el patronímico estadounidense; solo los políticos tradicionales utilizan el adjetivo los americanos. Los adjetivos preferidos del pueblo, en particular para calificar a los invasores armados de 1912 a 1933, fueron y aún son: “Los yanques”, “los gringos”, “los machos”, aunque este último ya se escucha menos.

El adjetivo “Machos” no se refiere al machismo, sino a lo zoológico por la brutalidad con que algunos invasores actuaron. (Macho, sinónimo de mulo, es un híbrido resultante del cruce entre caballo y burra). Quizás esto de los “los Machos” como referencia a los invasores sea un caso único en el lenguaje “político” latinoamericano y mundial.

Siguen ideas sueltas extraídas del ensayo de Brunner, dedicado al estudio de los matices de la política electoral estadounidense (2002)…

Al margen de estas cuartillas

*En EU.UU. se celebra gran cantidad de elecciones en muy diferentes niveles; alrededor de 500 000 cargos electivos incluido el presidente…

*Cualquier campaña electoral comienza con el dinero; cuantos más recursos fluyen hacia las campañas, tanto más importante es el cargo electivo en disputa…

*Durante la campaña, los candidatos dedican un promedio del 20% a un 30% del día a recaudar fondos…

*Existe similitud entre la mentira goebbeliana y la consigna de los consultores mediáticos estadounidenses: “repetir, repetir, repetir”

*Crearon el nuevo estamento profesional, que son los consultores políticos, y una gran industria de consultoría…

*Hoy por hoy 3000 empresas especializadas en el negocio de las consultorías políticas ocupan entre 7000 a 10 000 personas

*Un comercial electoral que llega siete veces a los espectadores de un mercado cuesta (en 2002) entre 1000 y 50 000 dólares…

*Y en un ciclo electivo de cuatro años, facturan unos 15 000 millones de dólares…

*Las ideas en los discursos no son originales de los candidatos, pues los redacta un equipo especializado…

*Sus campañas electorales son como una suma de acontecimientos esplendorosos…

*Construyen una imagen glamorosa del candidato…

*Y, no obstante, es apenas un reflejo parcial de la realidad…

Pero suficiente para ver que la ideología, el mensaje ideológico, está en el montaje de las elecciones mismas. Los recursos y las técnicas que utilizan los publicistas en las campañas electorales, descritos en detalles por Brunner en las 174 páginas de su ensayo, hacen pensar en que nada está destinado a convencer a los electores… sino a engañarlos.

Imposible imaginar a cuantos miles de millones de dólares ascenderá hoy el costo de las campañas electorales para el pueblo estadounidense. De lo que estamos seguros es que las campañas en Nicaragua cuestan mucho más… ¡porque se pagan con las libertades y los derechos humanos!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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