24 de marzo 2023
El miércoles 8 de marzo, Silicon Valley Bank (SVB), banco que prestaba servicios financieros a cerca de la mitad del ecosistema de Tech startups en Estados Unidos y a un grupo considerable de esta industria en Latinoamérica, anunció que necesitaba $2,000 millones de nuevo capital luego de perder $1,800 millones en la venta de un portafolio de bonos del Tesoro americano y títulos basados en hipotecas (MBS). Esa misma noche Moody´s le redujo la calificación a grado especulativo. La noticia corrió como pólvora en Twitter y así llegó la estocada final para SVB. Sus depositantes intentaron retirar 42,000 millones de dólares en un solo día, produciendo el segundo colapso bancario más grande en la historia de Estados Unidos.
¿Qué fue lo que salió tan mal?
La historia empieza durante el boom de venture capital (VC)- capital de riesgo dirigido a financiar empresas incipientes en su fase de crecimiento- de fines del 2020 y 2021, cuando Tech startups de todo el mundo se llenaban de efectivo proveniente de generosas rondas de inversión. En Estados Unidos, gran parte de este abundante flujo de liquidez terminó en depósitos dentro de SVB. Y SVB hizo lo que todo banco debe hacer: transformar esos fondos en inversiones que generen un retorno atractivo. Una opción obvia hubiera sido colocar créditos, tal como lo haría un banco comercial tradicional, pero los clientes de SVB ya tenían todas sus necesidades de fondeo cubiertas por dinero de VC.
Frente a estas características particulares de su pool de clientes, el banco decidió concentrar el grueso de sus activos en instrumentos con bajo riesgo de crédito pero que ofrecieran un retorno aceptable. ¿Los elegidos? Bonos del Tesoro americano y títulos basados en hipotecas (MBS). ¿El problema? La alta sensibilidad de los precios de estos instrumentos a aumentos en las tasas de mercado, sumado a la concentración de la base de depositantes de SVB en las Tech startups a las que atendían, las cuales,en su gran mayoría, mantenían depósitos muy por encima de los $250,000 cubiertos por el FDIC (corporación que administra el fondo de seguro de depósitos americano), haciéndolas una fuente de fondeo muy inestable.
Pero, claro, en 2021, cuando “todo lo que subía no necesariamente tenía que bajar “¿a quién le importaba? Recordemos que aquellos eran los años de tasas de interés virtualmente en cero, estándares de due dilligence (investigación de una empresa previa a la decisión de invertir en la misma) ridículamente laxos, y genios-gamers salidos de MIT, Princeton y Harvard que evangelizaban a las masas en las bondades de blockchain y descentralized finance. Nunca el sueño de convertirse en un Unicornio estuvo tan cerca – se conoce como “Unicornios” a las startups financiadas por VC que logran una valorización de $1.000 millones o más-.
Sin embargo, las cosas cambiaron drásticamente la tarde del miércoles 16 de marzo del 2022 cuando Jerome Powell, presidente de la FED, se paró firme frente a las cámaras de televisión en una conferencia de prensa y anunció el fin de la política monetaria expansiva en Estados Unidos. Este nuevo contexto aumentó significativamente el costo del capital en los últimos meses del 2022 y en lo que va del 2023, golpeando duramente las valuaciones de la industria Tech. Además, si a esto le sumamos las cuantiosas pérdidas de los fondos de VC más grandes durante el 2022 (pensemos en Softbank, Sequoia Capital y Tiger Global), así como el escándalo de FTX del año pasado, nos queda un grupo de emprendedores nerviosos que, al ver desaparecer la liquidez que creían eterna, ya no podían mantener los mismos niveles de cash en sus cuentas de depósitos.
El distressed sale (venta forzada) que describimos al inicio, respondió a la necesidad del banco de hacer frente a este inusual incremento en la demanda por depósitos. Las pérdidas producto de esta acción llevarían al segundo momento clave en el drama de SVB: el pánico del jueves 9 y el retiro de los $42,000 millones. Finalmente, esto gatillaría el desenlace trágico del viernes 10, con la toma de control de SVB por parte de los reguladores financieros de California y luego por la FDIC.
Un ave gris y dos ratios de liquidez
El autor del libro “El Cisne Negro”, Nassim Taleb, diría que la caída de SVB fue un cisne gris, un evento extremo, de baja probabilidad y de alto impacto pero que, a diferencia de su primo hermano el cisne negro, sí podría haber sido anticipado. Intuyo que la FED y compañía no estarían muy felices de ser confrontados con esta idea y preferirían mantener el color del ave en un tupido negro azabache.
Lo cierto es que, más allá de la innegable incompetencia en la gestión de SVB, es justo decir que los reguladores decidieron ignorar el enorme cisne gris que tenían enfrente de sus narices. En otras palabras, a estas alturas del partido donde reina Dodd Frank (la serie de medidas que reformaron la regulación financiera de Estados Unidos luego de la crisis financiera del 2008-2009) y Basilea III (conjunto de reformas emitidas por el Comité de Basilea en Suiza para fortalecer la estabilidad de los sistemas bancarios en el mundo), los reguladores debieron poder identificar de forma temprana los problemas de liquidez de SVB.
De hecho, permítanme la audacia de decir lo siguiente: ¡nada de esto debió suceder en primer lugar! Los estándares de Basilea III tienen dos límites de liquidez que surgieron a raíz de la crisis financiera y que hubieran evitado que SVB haga kaputt: el Liquidity Coverage Ratio (LCR) y el Net Stable Funding Ratio (NSFR), los cuales se encuentran incluidos en la regulación financiera americana (Dodd-Frank) pero solo para entidades consideras de importancia sistémica. En términos simples, estos ratios aumentan la resiliencia de las entidades financieras a salidas abruptas de sus fuentes de fondeo de corto plazo como depósitos, además de exigir que los bancos tengan fuentes de fondeo diversificadas y estables para enfrentar un potencial estrés de liquidez en el mediano y largo plazo ¿Suena familiar?
Ahora, la pregunta de los 42mil millones es ¿por qué el banco americano número 16 en tamaño de activos no es considerado sistémico para efectos regulatorios? Pero más importante que eso: ¿habrá un nuevo ajuste a la regulación inspirado por SVB?
Felizmente, en Latinoamérica, los traumas de un pasado tumultuoso nos hacen a los latinos un grupo particularmente cauto, tal vez no en temas del corazón pero sí de estabilidad financiera. Difícilmente encontraremos en nuestro barrio casos en los que estos dos ratios de liquidez tan importantes no se apliquen de forma generalizada, incluso en países que no son miembros oficiales del Comité de Basilea como Perú, Chile y Colombia. Esto debería darnos un poco de calma (por ahora).
*Texto original publicado por Latinoamérica21.