18 de junio 2019
La Alianza Cívica, para bien o para mal, ya dio todo lo que podía dar. Su mejor actuación, pergeñada de actitudes claudicantes, ha sido cuando no ha actuado. Obligada, por fortuna, a levantarse de la mesa de negociación por la torpe agresividad orteguista. Políticamente es una figura contrahecha, concebida bajo criterios medievales para negociar con Ortega en función de los intereses prevalecientes en su seno (de mayoría empresarial). La conferencia episcopal los designó al margen de la lucha, y al margen de consideraciones políticas. Escogidos a dedo, no fueron delegados por nadie. Y no es la negociación, sino, la lucha consecuente la que genera legitimidad política.
Fuera de la negociación, esta agrupación antinatural está destinada a implosionar espontáneamente, si es que pretende acaparar burocráticamente la forma organizativa de la resistencia del pueblo en esta nueva etapa.
La derrota táctica de Ortega
Ortega, dado que se encuentra a la defensiva estratégica, ha debido liberar en contra de su voluntad a la casi totalidad de los presos políticos, sin que algún comando guerrillero haya debido asaltar ningún palacio nacional. La coyuntura política amenazante para el régimen hizo oportuno que la dictadura intentara negociar a sus rehenes políticos, para obtener algún respiro. Pero, no obteniendo nada a cambio, por torpeza en la negociación, ha debido presentar ante sus bases la liberación de los presos políticos como un gesto de reconciliación poco creíble, y como un esfuerzo infantil, también poco creíble, de amnistiar bajo cuerda a sus sicarios.
Luego de esta derrota clamorosa de Ortega, por la firmeza combativa de los rehenes, entramos a una nueva etapa táctica de la presión del pueblo de Nicaragua en contra de la dictadura. Lo repetitivo es que Ortega se derrote a sí mismo, estratégica y tácticamente. Mueve sus piezas de manera absurda por el tablero político, para quedar, sin proponérselo, en posición de recibir jaque mate.
La pequeña fábula de Kafka
Esta actitud irracional, de buscar la propia perdición sin proponérselo, la ilustra Kafka en su cuento breve titulado “una pequeña fábula”.
El mundo se hace cada vez más pequeño –dijo el ratón. Estas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto, en cuyo rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-Todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato…y se lo comió.
Para escapar de sus propias trampas de ratón, y de su aislamiento que se estrecha cada vez más, todo lo que el orteguismo necesita es cambiar de rumbo a tiempo, y evitaría el desastre. Pero, por su naturaleza opresiva no puede cambiar de rumbo espontáneamente. Los orteguistas confían únicamente en su capacidad represiva. Se dice que el diablo es optimista porque ama el desastre.
Dirección estratégica de la lucha
En pocas palabras, la situación estratégica ha cambiado a favor de la resistencia ciudadana. Y esta situación nueva requiere una táctica de lucha cualitativamente superior. Ortega hace desesperados intentos por ocultar verbalmente su derrota actual. Pero, es una empresa tan ridícula como disimular un embarazo de nueve meses.
La derrota de Ortega no radica sólo en haber cedido, liberando a los presos políticos, sino, en que no ha conseguido nada a cambio, en parte, por autosuficiencia despótica. No ha negociado, porque ha actuado erráticamente en un ambiente de abuso y represión, con un exagerado despliegue policial, con asedio, intimidación, golpizas a los prisioneros, con el asesinato de Eddy Montes (que no sólo estaba desarmado, sino, prisionero).
Esta etapa se centra en liberar la movilización del pueblo y en neutralizar la represión orteguista. Para lo cual, se requiere una dirección centralizada de la lucha. Cualquier subsiguiente negociación con Ortega deberá ser conducida por esta dirección centralizada de la lucha, y orientada por la estrategia integral de la lucha.
¿Por qué el orteguismo resulta tan torpe?
Básicamente, resulta torpe porque no logra interpretar la realidad estratégica. No encuentra un terreno firme sobre el cual situarse para maniobrar con alguna lógica. No es capaz de un análisis estratégico de la tendencia de cambio en el país, con un discurso etéreo, esotérico, alejado de un pensamiento político y de las preocupaciones concretas del pueblo: escudo de tu socorro…, espada de tu triunfo…, luz amorosa que nos guía…, la buena nueva conforta los huesos…, el corazón que late por las victorias de la paz... Frases religiosas del Antiguo Testamento tomadas caprichosamente, sin razón alguna.
Shakespeare, en el mercader de Venecia, decía por boca de Antonio que el mismo demonio para disculpar sus maldades cita ejemplos de las sagradas escrituras. Se parece –agrega- a una fruta hermosa comida de gusanos.
Pero, el orteguismo no es torpe solo por carencias subjetivas, por inhabilidad, incompetencia política, ignorancia e irracionalidad, sino, que es objetivamente torpe porque a contrapelo intenta mantener un régimen absolutista en el poder, cuando el sistema inmunológico de la sociedad lo rechaza. El orteguismo va contra la ley de la historia.
Un estratega atento a las necesidades ciudadanas se adecuaría al cambio progresivo de la sociedad. Ortega, sin embargo, no es un estratega, consigue más armas… para abortar la nueva sociedad incubada en el absolutismo. Engels decía que son las condiciones económicas las que ayudan a la violencia a triunfar. En el caso orteguista, el medio, la violencia, el Estado policíaco, es más fundamental que el fin, convirtiendo a la dictadura orteguista en un fin en sí mismo, por encima de la sociedad. La violencia orteguista, la violación de los derechos humanos, es un fin del orteguismo. Y su función es devorar a la sociedad, con asedios, secuestros, despidos, confiscaciones, cierres de empresas, impuestos, supresión de licencias y de personerías jurídicas, bloqueos aduaneros, toma de propiedades…
Alternativa de poder
La correlación de fuerza cambia cuando el impulso que hace retroceder a la dictadura se transforma en un orden de mayor calidad.
La movilización, aunque lo parezca, por la catarsis de ver proyectada en las calles la libertad de la nación, no es un fin en sí. La esencia política de este momento es construir una alternativa de poder. El objetivo no es construir un partido político cualquiera, sino, un partido político combativo de masas, con una política de masas aplicada a la situación concreta, a las circunstancias actuales. Una alternativa de poder en Nicaragua debe ser, antes o después, el parto directo de la rebelión de abril.
Los prisioneros políticos, gracias a la torpeza de Ortega, se han convertido en la alternativa a Ortega, en el embrión de la sociedad que se resiste a ser devorada por el crimen.
Dialécticamente, de la lucha en las mazmorras ha surgido una institución de transición, una institución revolucionaria, los comités de lucha que fueron agrupados por Ortega en la prisión. Allí, obligados por las circunstancias represivas, se reunieron en una nueva trinchera combatientes del movimiento campesino, de las coordinadoras de estudiantes, de pobladores, de comerciantes del mercado, del trabajo informal, de exmilitares, de periodistas. Combatientes que salieron victoriosos de la aparente derrota, que venían delegados de los comités insurreccionales de las principales ciudades y municipios de todo el país. Cuya libertad fue la consigna inmediata del pueblo para infligirle una derrota política a la dictadura.
Hay una sinergia en esta victoria, entre los rehenes y la sociedad que lucha por la libertad. La fuerza moral de los prisioneros fluía como savia por las raíces profundas de los combatientes en la resistencia ciudadana.
Junta de Gobierno Provisional
Esta coordinadora de luchadores de abril, integrada por liberados de la prisión, por luchadores en el clandestinaje y en el exilio, debe gestar una Junta Revolucionaria de abril, que se constituya en Gobierno Provisional para conducir la lucha contra Ortega. Convirtiéndose en una alternativa de poder a la dictadura (cuya legitimidad ha sido rechazada por el pueblo). En esta nueva etapa, ha llegado el momento de disputarle en los hechos la legitimidad política a Ortega. Es una disputa política, no legal, sino, revolucionaria, combativa, antisistema, programática, refundadora de la república.
Las elecciones adelantadas no buscan legitimidad, cumplen la función de liberar el torrente expresivo de la voluntad del pueblo, a partir de la conquista avasalladora de las calles por la movilización popular. Estamos frente a un salto político de calidad, a un salto programático, que luego lo percibirán los historiadores, como sabuesos que persiguen con retardo los rastros cruciales de las luchas políticas con contenido social.
El autor es ingeniero eléctrico.