14 de julio 2017
El poeta francés Charles Baudelaire decía que la ciudad es la realización de la modernidad. Hoy en día la ciudad es la parte emergente del dinamismo, de la innovación, del desarrollo de un país o de una región. Pero la capital es sobre todo la vitrina de la economía nacional: muy a menudo su puerta de entrada brinda al visitante, turista o inversionista, la primera impresión, la huella muchas veces indeleble de la realidad del país.
Es ahí donde se mueven las cosas, donde se piensa su futuro. En una palabra, la capital de un país es su rostro y a veces su cerebro y sus medios de comunicación.
¿Qué decir de Managua? Cuando uno busca “Managua-urbanismo” en Internet, el resultado no es edificante: “Ciudad vacía, ciudad atomizada, ciudad del caos…”
En realidad, Managua jamás se ha recuperado del terremoto de 1972: “El colapso no solamente fue físico, sino social, económico y político, la ciudad que fue, simplemente se convirtió en un lugar donde vivía la mayor cantidad de personas de Nicaragua”.
Sin embargo, el futuro de Nicaragua se juega en gran parte sobre la imagen de su capital. Habiendo sido director de la alcaldía de París, anteriormente de la alcaldía de Cannes, y en tanto que conocedor, esta cuestión del futuro del urbanismo de Managua me apasiona. Por eso me permito, como amigo de Managua y de Nicaragua, presentar algunas sugerencias.
La primera sería transformar las debilidades de la capital en ventajas. Un escritor francés escribía con humor: «Las ciudades deberían construirse en el campo, ahí el aire es más puro». El futuro está en la mejoría del medioambiente urbano.
Un espacio público de calidad
Managua puede convertirse en la ciudad jardín del siglo XXI: Embellecer los espacios públicos, transformar los terrenos baldíos en espacios verdes tal y como el gobierno y la alcaldía han empezado a hacer. Plantar árboles para acentuar el encanto de Managua. Estos arreglos no son de lo más costoso, y le darían a la capital una gran mejoría en comparación con otras capitales que mueren bajo el concreto.
El complemento sería velar por la limpieza y el mantenimiento de la ciudad, esto no es solamente un asunto de medios, sino también de educación.
El acondicionamiento de un espacio público de calidad se ha convertido en una prioridad para muchas ciudades, para ofrecer a los ciudadanos nuevos lugares para socializar e interactuar. Esta es una realidad en Europa y en varias ciudades sudamericanas como Medellín, en Colombia, o Rosario en Argentina.
De esta manera Managua debe convertirse nuevamente en una capital latinoamericana y no ceder su urbanismo únicamente a los modelos norteamericanos: rotondas, galerías comerciales, grandes vías urbanas, etc. Managua no debe contentarse con los vastos espacios libres para las grandes manifestaciones que acentúan el resto del tiempo el carácter vacío del centro de la ciudad.
Managua puede renovar su identidad, aquella de los parques centrales rodeados de inmuebles abrigando tiendas, cafés, galerías de arte, por ejemplo, con operaciones de urbanismo conjugando partenariado público y privado.
Encanto y seguridad
En este mismo sentido Managua debe reconciliarse no solamente con su historia, sino también con su geografía: abrir la vista sobre el lago, valorizar la presencia de lagunas hasta en el centro de la ciudad, ofrecerle a los citadinos la vista sobre los volcanes del otro lado del lago.
La segunda sugerencia es densificar. Esto quiere decir ante todo, tener un plan de urbanismo y la capacidad de hacerlo respetar, ordenar el desarrollo anárquico y únicamente horizontal de la ciudad para que ésta no se extienda como un retazo de parcelas, sino que se construya una columna vertebral urbana, velando por que la construcción respete las normas antisísmicas y permitiendo que poco a poco la ciudad pueda entenderse mejor, evitando también la explosión del transporte que va de la mano con esta ciudad que posee la densidad más baja en Centroamérica.
Una mayor densidad implica concentración. Imaginemos lo que sería el barrio de negocios de Managua si éste concentrara hoy los inmuebles de oficinas construidos hace una quincena de años. En Managua, la imagen de la modernidad y del dinamismo está dispersa hoy en día como un rompecabezas incomprensible.
Es muy importante que Managua, en su esfuerzo de organización urbana, no se aleje de la característica que define su identidad y su fuerza frente a otras capitales latinoamericanas: el carácter mixto social que le confiere su encanto y su seguridad.
No es inútil fijarse horizontes a largo plazo, privilegiando los ejes de desarrollo. Pienso en la vía uniendo Managua y Granada. ¿Por qué no imaginar mañana estas dos ciudades unidas por un transporte colectivo más adaptado (tranvía, bus), formando una sola entidad urbana, tejiendo un lazo entre la historia y la modernidad entre los dos lagos más importantes de Nicaragua. Una ciudad tan verde que parezca un inmenso jardín, cuidadosa de su medioambiente.
Una ciudad más densa que concentre su población y el conjunto de sus oficinas. Una ciudad más moderna con transporte publico más eficaz circulando en líneas y corredores reservados. Pero, sobre todo, una ciudad que se renueve con su identidad latinoamericana convirtiendo la diversidad en ventaja.
El poeta Pablo Antonio Cuadra hablaba de Managua como de “una ciudad grande y quizneta”. Esta querida ciudad y Nicaragua poseen todas las ventajas para enderezarse.