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Adiós al biógrafo de Leonel Rugama

Teófilo Cabestrero se fue a los 85 años, con muchos dolores en su cuerpo y con un gran dolor en el alma por Nicaragua

María López Vigil

4 de agosto 2016

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Rugama

En la madrugada del 1 de agosto, cuando ya se escuchaban en Managua los cohetes que saludan cada año a Minguito, moría en Guatemala Teófilo Cabestrero, un gran amigo de Nicaragua, de su Revolución, de América Latina y de tantas causas justas. Mi amigo también. Los cohetes de ese día se los dediqué a este sacerdote sabio, artesano de la palabra escrita y hablada.

Incansable lector y tenaz escritor, siempre estaba pensando en un próximo libro que debía escribir. Siempre estaba leyendo y escribiendo y se dedicaba a ambas tareas con auténtica pasión y un peculiar sentido del humor. Hombre de la palabra, sacerdote de la Palabra.

En los quince años que pasó en Guatemala, los últimos de su vida, escribió siete libros. A Nicaragua nos regaló seis. Y habrá muchos otros en España, en Paraguay, en Panamá que no llegué a conocer.


De los que escribió para documentar lo que Nicaragua vivió en los años de la Revolución, creo que el que más trabajo le dio y el que trascenderá en el tiempo, el más importante, es la biografía de Leonel Rugama, que él tituló “El delito de tomar la vida en serio”. El libro apareció tras un parto dificilísimo y ya cuando en 1990 terminó la Revolución.

Después de repetirle a Teófilo en la mañana de su partida muchas veces las palabras de Miguel Hernández a su amigo Ramón Sijé, queriendo despertarlo de la muerte: “que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero”, me puse a revisar un archivo de mediados del año 2007. Alguien, no recuerdo ya quién, había leído su biografía de Leonel Rugama y le hacía a Teófilo dos preguntas. Él me mandó sus respuestas. Las copio aquí porque importan viniendo de él.

Teófilo Cabestrero se fue a los 85 años, con muchos dolores en su cuerpo y con un gran dolor en el alma por Nicaragua. Me lo dijo tantas veces…

Así lo expresaba ya aquel año:

¿Cuál es, en la actualidad, el lugar que ocupa Leonel Rugama en la memoria histórica de los nicaragüenses? ¿Le parece que sigue actuando como “un arpón” en la conciencia de los jóvenes?

Lamentablemente, Leonel Rugama vive hoy solamente en la memoria de los nicaragüenses de aquella época gloriosa. Y de algunos más. La derrota electoral del FSLN en febrero de 1990 actuó como un gigantesco terremoto. Causó un trauma colectivo del que una mayoría no se ha repuesto aún. Fue un “pachacutic”, como dicen los indígenas del Perú. “Un cambio de mundo”. Ese cambio de mundo, ese terremoto, actuó también como un borrador de la memoria. Siento que la juventud actual no conoce a Leonel. Siento que quienes tendrían que mantener viva su memoria, y la de tantos otros, no hacen esfuerzos en esa dirección. Nicaragua es el país del olvido. La memoria colectiva es frágil, el mundo comienza cada día, y los heroísmos y las perversidades son efímeras, pronto se olvidan.

¿Qué cree usted que pensaría Leonel de la actualidad social y política de su país? ¿Por qué elementos podría sentirse reconfortado y con qué otros decepcionado?

Creo que sentiría una profunda indignación viendo la traición a los principios del Sandinismo en los dirigentes del Frente Sandinista que hoy gobiernan Nicaragua. Creo que sentiría también un ansia de justicia aún mayor que la que experimentó en los tiempos en que describía a los carretoneros de las calles de Managua, a los pobres de Acahualinca y a las vendedoras de los mercados. Hoy en Nicaragua las desigualdades son más brutales que las que él conoció. Leonel estaría decepcionado con muchos de los que dirigieron la revolución que él abonó con su sangre. Pero estaría reconfortado con todas las profundas huellas que esa Revolución por la que él entregó su vida ha dejado en tanta gente de Nicaragua, huellas de dignidad y de libertad, capacidad de soñar. Yo creo que sentiría que su sangre no se derramó en vano.

Adiós, amigo.


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María López Vigil

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