11 de diciembre 2015
“Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez
humana. Y del Universo no estoy seguro”.
Albert Einstein
El orteguismo, a cierto punto de su consolidación como poder absolutista, es decir, cuando el control policíaco de Ortega, con la ley de seguridad soberana, se ha extendido ya jurídicamente a todas las actividades cívicas del ciudadano, inicia un proceso de avance de tal control antidemocrático en profundidad, y las formas represivas calan como ácido en las entrañas de la sociedad. Inicia una deformación cultural sistemática en el país, que mutila la capacidad crítica. Ortega intenta, ahora, influir en la conciencia y en la formación del pensamiento, con medios represivos que intervienen en el proceso de adquisición del conocimiento profesional. La mano burocrática del censor, inspirándose en la inquisición y en la operación secreta de la Gestapo, por encima de la ley, traza los límites del pensamiento, barriendo de la escena a los catedráticos que disienten racionalmente.
Convertir las universidades en cuarteles
Ahora, la consigna del orteguismo es convertir las universidades en cuarteles, para producir gente obediente sin capacidad reflexiva.
El lunes, 30 de noviembre, como parte de este proceso culturalmente degenerativo, fueron destituidos dos decanos en la Universidad Americana (UAM), debido a las posiciones críticas de estos profesionales, que no eran afines a los intereses de los dueños de la universidad (el Instituto de Previsión Social Militar). Y debido a que sus enseñanzas analíticas molestaban a quienes –desde el COSEP- conciben que el pensamiento estudiantil deba ajustarse totalmente a los planteamientos políticos del régimen orteguista corporativo. Para ellos, el centro de estudios superiores debe ser una gigantesca impresora 3D, que capa tras capa reproduzca en el estudiantado el modelo servil de pueblo-presidente.
Es una época oscurantista, como si en el mundo hubiésemos retrocedido, a solas, antes de la Ilustración y del racionalismo de la duda metódica, de principios del siglo XVII.
Jorge Luis Borges afirmaba que la duda es uno de los nombres de la inteligencia, y que las tiranías –enemigas de la duda- fomentan la estupidez. Estupidez que desgraciadamente conduce –agregaríamos nosotros- a la confrontación violenta y a la destrucción.
En la universidad, esta máxima se cumple por la uniformidad chata, si se inculca en los estudiantes el interés exclusivo por saltar individualmente de las aulas –como de una barca en llamas- hacia algún jugoso puesto burocrático, eliminando el debate de ideas, o sea, la capacidad de adquirir y de generar conocimiento, y de analizar multidisciplinariamente la contradictoria realidad social.
Comunicado contradictorio de la UAM contra la libertad de cátedra
En un comunicado público, del 2 de diciembre, la UAM explica falazmente las causas del intempestivo despido de los decanos críticos de la realidad del país. Estos son los extractos principales:
• “Fortalecer las líneas estratégicas que UAM ha venido desarrollando en los últimos años: internacionalización, incorporación de las TIC a la docencia, ampliación de la oferta de estudios de pre y Posgrado, estrechar alianzas con el sector privado, desarrollo de la investigación y mayor eficiencia en el uso de recursos.
• Se realizó un estudio del personal en posiciones claves para la implementación de las nuevas líneas estratégicas, y se cambió las autoridades en dos de las Facultades, con el objetivo de ofrecer una educación integral de calidad a sus estudiantes.
• La UAM rechaza cualquier intento de involucrarla en la confrontación política que desgarra al país”.
¿Piensa la UAM que una universidad sea una torre de marfil? La universidad, desde sus inicios históricos, ha sido un radar para predecir movimientos y eventos confrontativos en desarrollo que pueden impactar en la sociedad. Capta información indispensable para la toma de decisiones con plena conciencia de sus efectos. Ve hacia el futuro con metodología científica, señala los problemas estructurales de la sociedad, y aporta soluciones objetivas en interés de las futuras generaciones, formando con este fin la capacidad profesional para dirigir el proceso de cambios profundos hacia la eficiencia productiva y hacia la igualdad de oportunidades.
Libertad académica suprimida
No es posible que en sólo diez líneas, el comunicado de la UAM diga que tiene años de desarrollar las líneas estratégicas que menciona, y que luego afirme que estas líneas estratégicas son nuevas (y que de ahí se deriva la necesidad de despedir a los decanos). La propia contradicción es la refutación más profunda de la mentira torpe.
Al no presentar la evaluación supuestamente efectuada, y la pertinencia metodológica de tal proceso evaluativo, no se puede concluir que de la misma resulte válido el despido de estos decanos, de pensamiento crítico. Ni se comprende cómo tal despido ayudaría al objetivo de una educación integral de calidad, si no hay reparos académicos.
En consecuencia, la alarma e inquietud social que suscita el despido de dos decanos universitarios críticos, se agrava con tal comunicado, y crece el temor que la UAM haya suprimido la libertad académica, patrimonio cultural de la sociedad y de la comunidad de profesores y estudiantes universitarios (sobre todo, después de la Reforma de Córdoba de 1918). La libertad de cátedra es prerrequisito insoslayable no sólo para cualquier propuesta estratégica de una casa de estudios moderna, orientada a la adquisición y creación de conocimiento, sino, para su operación cotidiana como universidad con alguna aspiración científica.
¿Habrá necesidad de algún estratega para convertir una universidad en un cuartel? Todo centro de estudios comprende que su éxito como escuela de pensamiento consiste en atraer a sus aulas de enseñanza a los mejores cerebros, y en darles libertad de investigar y de aportar al conocimiento.
Al que no le guste que se vaya
El 3 de diciembre, una junta de decanos, presidida por el rector de la UAM y por el vicepresidente de la Junta de directores aclaró a su modo, ante una delegación estudiantil, las verdaderas razones del despido de los decanos. El vicepresidente exigió:
-Vos tenés que respetar el pensamiento de nosotros, también.
El pensamiento no se respeta. Se respeta la libertad de pensar. Pero, el pensamiento se critica con método y se comprueba, a menudo, por medio de resultados experimentales. La creación de ese método epistemológico es lo que define la estrategia de la universidad. En la ciencia no existen huecos donde pueda asilarse el pensamiento irracional, o los dogmas, donde éstos puedan sobrevivir incólumes, respetablemente aislados de la realidad. El vicepresidente extralimita su rol:
-Tenemos otras personas que nos pueden hacer lo que nosotros queremos, en la dirección que nosotros queremos. Punto. No tiene otra explicación. No importa si los despedidos eran íntegros o no. Buscamos gente que se alinee a los planes que nosotros tenemos.
La UAM busca soldados, no catedráticos. Este grito salvaje del poder burocrático, en una universidad, que se da manotazos en el pecho contra el cogobierno, contra el sindicalismo y la asociación gremial, contra la libertad de cátedra, es la mayor contradicción con el pensamiento científico. Adjunto el enlace del video de esta reunión, porque, sin pruebas, resultan increíbles estas expresiones de señor feudal:
Una universidad debe buscar –por competencia- cerebros capaces en cada rama científica. Punto. No es un centro de maestros domesticados, alineados por un inversionista de pensiones. El vicepresidente concluyó con un exabrupto militar:
-Al que no le gusta que se vaya.
Este es el desplante de un comerciante ramplón. Es la cultura de un acaparador, de un usurero despreciativo que apela con arrogancia a la protección del poder absoluto. Adjunto el enlace del video increíble:
Platón grabó en su Academia, en el frontispicio del Templo de las Musas: “Aquí no entre nadie que no sepa geometría”. Porque el conocimiento superior es selectivo, como la inteligencia, y no se adquiere como un derecho. La geometría, en el mundo antiguo, era uno de los asideros de la filosofía, prerrequisito de estudios superiores.
En cambio, en el frontispicio de la UAM, de ahora en adelante se lee, como en un cuartel mercenario: ¡Al que no le guste que se vaya!
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El autor es ingeniero eléctrico.