27 de noviembre 2020
La familia de Ramón Sedeño Alvarado, de 52 años, retornó a su casa en Wawa Bar, pero de esta solo encontraron la parte de la cocina. Ramón no se fue de la comunidad, es hombre de mar y por eso se preparó: primero, aseguró con amarres de mecate parte de la estructura de su casa, y él se pertrechó con linterna, salvavidas y la firmeza que podía flotar cuatro a cinco horas, por si el mar lo engullía.
Esta semana empezaron a llegar las decenas de refugiados de Wawa Bar, quienes salieron con las pertenencias que podían cargar en brazos y fueron casi expulsados de sus casas por la furia de dos potentes huracanes: Eta y Iota. Los ciclones les quitaron todo lo que habían construido durante años en cuestión de horas. Las tres iglesias-morava, evangélica y adventista-, un colegio y el puesto de salud, no esquivaron el poder de los eventos naturales. Esa tierra quedó semidesierta.
Wawa Bar es una comunidad miskita y fue una de las más devastadas por la furia del huracán Eta, que tocó esa paradisíaca zona del Caribe nicaragüense en categoría 4, el 3 de noviembre. Leo, originario de Wawa Bar, comprobó por sí mismo cómo es sobrevivir a un huracán. Mientras las familias corrieron a refugiarse en los albergues destinados por el Gobierno o en casas de familiares en Puerto Cabezas, él decidió quedarse junto a otras siete personas para cuidar lo que sus familias no había podido cargar.
Él observó cómo el viento de 240 kilómetros por hora de Eta voló los techos, envolvió las casas de tambo, las devoró y escupió sus despojos. Sintió miedo, tanto que cuando se enteró que Iota estaba en camino hacia su comunidad, no dudo en salir para buscar refugio.
La emergencia de Iota provocó que 59 964 personas fueran llevadas a albergues y "casas solidarias". Este miércoles, según declaraciones de la vicepresidenta, Rosario Murillo, tan solo 5033 personas seguían en los refugios en Waspam, Bilwi y Prinzapolka.
Tienen que dormir a la intemperie
Los habitantes de Wawa Bar debieron navegar por unos cuarenta minutos por mar desde Puerto Cabezas para retornar a sus casas o lo que quedó de ellas. Iota fue implacable y terminó de botar lo que Eta dejó en pie. Cándida Tebas asegura que, con el primer huracán, hubo casas de madera que quedaron lastimadas, pero aún estaban ahí, y eso les permitió improvisar champas para resguardarse, pero ahora esos cimientos desaparecieron. “Ya no está, lo hizo en pedazos”, en referencia a la casa donde ellos se estaban quedando, después que pasó Eta, cuenta vía telefónica.
De unas 500 viviendas en Wawa Bar al menos unas cinco de concreto sobrevivieron, estima Tebas. De las construcciones de madera solo hay retazos dispersos a lo largo de la zona. “Hoy me sentí muy triste cuando vi regresar a todas las familias y nadie donde quedarse. Ni una champa donde quedarse, agua o una vivienda o comida, dónde comer y hacer las cosas”, expresó Tebas, originaria de Wawa Bar.
En su caso, ella buscó refugió en la casa de familiares en Puerto Cabezas, y asegura que no puede regresar a su tierra porque no existen las mínimas condiciones, en especial, porque su hijo mayor es discapacitado y debe asegurarle, por lo menos, un lugar dónde dormir antes de volver. Sus primos sí han estado viajando a la comunidad, ellos recopilaron pedazos de zinc para construir un techo, colgar hamacas y dormir a la intemperie. A ella le han relatado y enviado videos del desastre.
La gente que está regresando se agrupa y se apoyan entre sí. Buscan refugio en parte de las estructuras de las casas que quedaron en pie porque no hay casas de madera dónde ir. La principal demanda es agua, los pozos siguen contaminados desde el paso de Eta, relatan los comunitarios.
La familia de Ramón está conformada por ocho personas, cuatro de ellos, niños y niñas; todos salieron del albergue, donde la estancia no era fácil. Cargaron consigo 20 libras de arroz, un poco de azúcar, un poco de agua, alimentos que les capearán el hambre por unos días. En la zona no hay acceso a agua limpia, pero está lloviendo “un poquito”, por lo que con plástico negro recogen el maná que les llega en gotas, mientras que la ropa la lavan en el mar y así, sobreviven.
Sin señal de plan techo
Ramón desconoce si la ayuda que, el Gobierno afirma está llegando a las comunidades, algún día la tendrá en sus manos. Explica que el zinc es muy importante porque ya viene el “viento frío” y necesitan hacer su “casita” para protegerse del clima. Hasta ahora no tiene información si su familia saldrá favorecida con las 15 láminas de zinc que empezaron a entregar en Bilwi.
- Además: “Estamos sin techo y sin comida”: el testimonio de una sobreviviente a Eta y Iota en Alamikamba.
El martes, Murillo informó en su monólogo de mediodía, que ya habían entregado 56 000 planes techo de los 270 000 que fueron trasladados, principalmente, al Caribe Norte y Las Minas. Sin embargo, en Wawa Bar las personas que retornaron no cuentan con un plan de apoyo por parte de las autoridades para empezar a reconstruir sus vidas, después de la catástrofe.
Los árboles que derribó Iota se traducen en leña para todos los comunitarios; sin embargo, ahora todo está mojado, y se debe esperar dice Tebas. Ella explica que el Gobierno no ha dicho nada sobre la ayuda. Incluso, asegura que en los barrios de Bilwi han surgido problemas porque hay personas que necesitan la asistencia de las autoridades y no han recibido nada.
A Wawa Bar la gente volvió y están buscando cómo resolver. “Nadie ha dicho regresen, nosotros les vamos a apoyar, les vamos a dar martillo, clavo o lo que sea. No, no lo han hecho”, lamenta Tebas.