28 de octubre 2022
La crisis sociopolítica de 2018 y la pandemia de la covid-19 incrementaron los niveles de violencia de género en Nicaragua que se traducen en un aumento de femicidios consumados y frustrados, violaciones, denuncias de amenazas y violencia psicológica, revela el estudio “Quebrar el cuerpo, quebrar el Alma”.
“Las viejas prácticas de violencia que ya existían en la sociedad nicaragüense, se han reconfigurado en el nuevo contexto de crisis y pandemia, adquiriendo nuevas formas, simbologías y potencias pretendiendo su naturalización”, señala la investigación realizada por el Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (Cetcam).
El análisis de las estadísticas oficiales y del observatorio Voces, de Católicas por el derecho a decir, realizado por Cetcam apunta que en los últimos cuatro años, el país sufre una tendencia a la alta de femicidios consumados y frustrados. Estos últimos pasaron de 50 en 2018 a 140 en 2021.
Asimismo, las estadísticas de la Policía Nacional, del Poder Judicial y de Medicina Legal revelan un aumento de casos de abuso sexual, violaciones agravadas y a menores de 14 años, intimidaciones y violecia psicológica.
“En todas las fuentes se puede observar un incremento de las violencias a partir de 2020, lo cual hace suponer que el confinamiento a causa de la pandemia por la covid-19 tuvo una influencia significativa en ese cambio”, explican.
La investigación revela que las niñas y adolescentes son las principales afectadas por la violencia sexual; mientras que las jóvenes y adultas son las más afectadas por la violenciaintrafamiliar.
Violencia virtual y en pandemia
La violencia virtual hacia las mujeres también incrementó. Según explica una especialista en comunicación consultada para el estudio, la participación de las mujeres en plataformas de discusión y redes sociales, como Twitter, incrementó. Esto provocó que los hombres, que eran quienes dominaban la conversación política, respondieron a estas con violencia.
“Uno de los comportamientos más comunes es el acoso o linchamiento para obligar a las mujeres a cerrar sus cuentas para no exponerse a esa forma de violencia. Otra expresión es el llamado mansplaining, que es una forma de violencia discursiva”, señaló.
Este tipo de violencia incrementó con la pandemia y detonó que por ejemplo, las ciberactivistas y jóvenes que participaron del estudio “cuidaran su contenido” y se autocensuran para protegerse.
“El efecto en las mujeres es fuerte desde el punto de vista psicológico y emocional, por lo que han optado por modificar su identidad digital, el uso y la configuración de las redes. Desde el punto de vista de la especialista, en ese tipo de violencia no hay distinciones ideológicas o políticas. Es un asunto de género”, explica.
Por su parte, la llegada de la pandemia reforzó la violencia doméstica. En esa situación de emergencia fueron las mujeres las que soportaron la carga de realizar las labores del hogar y la atención a los enfermos,.
“Las mujeres también fueron las que se hicieron cargo de ir y volver a los hospitales si las personas enfermas de la familia tuvieron que ser internadas. También se hicieron cargo de los duelos por los decesos provocados por la pandemia. Eso las convirtió en el punto principal de soporte emocional y psicológico para la familia”, explican.
Asimismo, la permanencia prolongada de las mujeres, niñas y adolescentes en el hogar incrementó la violencia doméstica, tanto física, psicológica y sexual como se observa en las estadísticas oficiales.
Violencia en el Caribe
Las mujeres de comunidades indígenas y afrodescendientes han experimentado un incremento de violencia, sin embargo, existe poca o nula información que permita medir el impacto de esta, señala el estudio. Sin embargo, la llegada de la pandemia y de los huracanes Eta y Iota, que desaparecieron comunidades enteras y tuvo como efecto de desamparo y pobreza, agravó la situación de violencia de género.
“La destrucción de viviendas que provocaron los huracanes Eta e Iota terminó con la privacidad de las mujeres e incrementó la violencia sexual por el hacinamiento”, revela el estudio.
Esta población, que es la más vulnerable por los niveles de pobreza y desastres naturales, también se enfrenta a otros tipos de violencia provocados por los grupos de colonos. De acuerdo con una defensora de los pueblos indígenas que participó en el estudio, desde 2013 hasta la fecha se han producido más de 40 secuestros que incluyen a mujeres.
“Una de las masacres más recientes se produjo en agosto de 2021, cuando un grupo de colonos atacó a una comunidad indígena y asesinaron a más de 12 personas de las etnias mayangna y miskita, entre ellas dos mujeres que también fueron violadas”, señalan.
Por otra parte, no hay instituciones que las protejan y cuando sí las hay, no les aceptan las denuncias. Esto provoca que lo ocurrido en estas poblaciones no se conozca y las mujeres indígenas lo sufran solas.
La violencia contra las mujeres también se realiza desde el Estado. Según el Registro Mesoamericano de Agresiones a Mujeres Defensoras, entre enero y noviembre de 2021, en Nicaragua se produjeron 2625 agresiones a defensoras, un promedio de ocho agresiones por día.
“Durante este período las agresiones también se han dirigido hacia organizaciones feministas y de mujeres, de tal manera que desde el 2018 hasta la fecha se han cancelado las personerías jurídicas de al menos 140 organizaciones vinculadas con la defensa de los derechos de las mujeres”, señalan.