13 de febrero 2017
Tendido en una cama y soportando el dolor de un disparo en una de sus piernas y otro en la cadera, el joven Zeikel Nash solo pensaba en vengarse de quién le había disparado: un viejo amigo y excompañero de clases, con quien afirma que la noche del 29 de octubre de 2016 coincidió en el malecón de Bluefields, y sin mediar palabra le disparó después de arrebatarle su celular y una cadena. “Quería matarlo", confesó Nash.
Al joven que Nash señala del robo y disparos es un supuesto líder de un grupo de jóvenes del barrio Beholdeen, acusado de varias agresiones contra otros chavalos como él, con quienes la única diferencia es que viven en el vecino barrio Punta Fría, dos de los cuatro barrios más antiguos de esta ciudad cabecera de la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur (RACCS), y cuya coincidencia es el predominio de los blufileños de la etnia creole.
Durante el último lustro, jóvenes de ambos barrios se han enfrentado en una rivalidad que en el último año ha dejado al menos cinco muertos, tres heridos y media docena en una lista de sentenciados a muerte.
Líderes y miembros de la sociedad civil, organismos, padres de familia y guías religiosos no logran identificar el origen ni razón de estos enfrentamientos juveniles, que ya no solo se confrontan en las calles de sus barrios, sino en plazas y parques del resto de la ciudad, e incluso en bares caribeños de Managua, donde uno de ellos fue asesinado a balazos un par de meses atrás, y por el que algunos de sus amigos han prometido “tomar venganza”.
El ruego de “Puopó”
En el barrio Beholdeen, a Dalilah Marquínez la conocen mejor como “Puopó”. Su fama ha trascendido este barrio y la misma ciudad de Bluefields por su apoyo al equipo de béisbol de la Costa Caribe. “Viva la Costaaaaaaa”, grita “Puopó” y las comparsas blufileñas se adueñan de cualquier terreno de juego.
Pero el lunes 31 de octubre de 2016, los gritos de “Puopó” se escucharon a las 6:00 de la mañana en el noticiero de Radio La Costeñísima y no eran por béisbol ni baile. “Basta ya, basta ya”, rogó Marquínez. Lo repitió varias veces, porque entre sollozos, apenas se le entendía.
“Puopó” contó que la noche anterior, a unas calles de su casa, el joven Kelton Hodgson fue asesinado a balazos. Le llamaban “Little Sugar” y aún no cumplía los veinte años de edad.
Pilar Miller, madre de “Little Sugar”, afirma que a su hijo “lo mataron por error”.
“Yo estaba en la iglesia y estaba saliendo cuando me llegaron a avisar. Mi hijo estaba con unos amigos y otro grupo de muchachos pasó y disparó contra sus amigos y lo mataron. Dicen que eran de Punta Fría, pero yo no sé. Yo lo dejo en manos de Dios, todo en manos de Dios”, dice Miller en un accidentado español.
Un familiar interrumpe la entrevista y pide que no se aborde más el tema. “Nosotros no queremos hablar más de eso. Lo dejamos así como está. No queremos que vengan más problemas a esta casa”, dice el familiar, que luego se dirige en lengua creole a la mamá de “Little Sugar”. “Miedo”, le repite, y Miller se disculpa porque “prefiere” no hablar más.
“Puopó” reconoce el temor que tienen muchos blufileños al hablar de esta rivalidad juvenil. “A veces siento que ninguno de nosotros toma en serio lo que está pasando”, lamenta.
En las calles de Beholdeen y Punta Fría, como en cualquier otro barrio de Bluefields, hay muchachos sentados en las aceras o reunidos en las esquinas. La mayoría de ellos conversan, escuchan música, y a veces fuman, pero dan la vuelta cuando uno se acerca.
A muchos, dicen, los tienen amenazados desde otros barrios; otros prefieren pasar desapercibidos para que el vecino de un barrio “enemigo” no lo reconozca, y, en el mejor de los casos, sus padres les han prohibido hablar con gente ajena al barrio.
Un enfrentamiento “sin sentido”
Verónica Johnson ha vivido toda su vida en Beholdeen y no recuerda cómo empezaron los enfrentamientos. “En verdad no hemos encontrado porqué estos muchachos se agreden o matan, pero sí sabemos que esto ya está afectando a la siguiente generación”, asegura la madre de familia, que ha logrado criar a dos hijos al margen de la violencia, pero ha visto morir a vecinos que hasta hace algunos años corrían y jugaban por sus calles.
Los datos confirman la preocupación de Johnson. En diciembre de 2015, Norman Downs Samuel, de Beholdeen, fue asesinado por un grupo de Punta Fría. Downs es el primero de los cinco muertos registrados entre 2015 y 2016. Solo tenía 19 años. Ahora, a principios de enero, otro protagonizó una balacera en la cancha multiusos de ese mismo barrio. No hubo muertos ni heridos, pero todos los involucrados tenían menos de 16 años.
Emilio Morales Colindres, líder juvenil y miembro del Observatorio de Derechos Humanos y Autonómicos de la Bluefields, Indian and Caribbean University (Bicu), reconoce que no se ha determinado una causa específica por la cual se enfrentan los jóvenes de Bluefields, pero él culpa a la cultura machista, el consumo de alcohol y drogas y el uso de armas. La solución apunta a la Policía Nacional, pero hay padres que no confían en su autoridad.
“Si aquí en Punta Fría pasa algo, y viene (la Policía) a preguntar, yo respondo: ‘En verdad no vi nada’, porque uno no ha terminado de colgar la llamada a la Policía cuando el involucrado lo está llamando a uno para decirte: ‘Ya sé que hablaste y la misma Policía me lo está confirmando’. Entonces uno mejor no se expone”, afirma Gina Gadea, madre de familia que atiende una abarrotería en el barrio Punta Fría y es una líder local.
En la delegación policial, las autoridades se niegan a hablar del tema con los medios de comunicación. La excusa a Confidencial durante tres días seguidos fue que el jefe policial es el único autorizado para hablar y ninguno de los tres días estuvo disponible.
Impunidad, control de armas y revanchas
Ante la falta de seguridad en Bluefields, algunas familias, como la de Gina, envían a sus hijos fuera de la ciudad durante las vacaciones. La falta de vías de acceso y las largas distancias entre las comunidades hacen de Managua el destino por excelencia. Pero aún en la capital, la rivalidad ha cumplido con su lista de sentenciados.
Michael Sánchez Hammod estaba con unos amigos en una discoteca caribeña de Bello Horizonte, en Managua, cuando un par de creoles de Beholdeen entraron a matarlo. Sánchez Hammod había llegado ese mismo día de Punta Fría porque sabía que lo estaban buscando. Dos semanas más tarde, de nuevo en Bluefields, Anthony McElroy, de 24 años, murió apuñalado en el barrio El Canal, cuando iba de camino a su casa, también en Punta Fría.
Gadea recuerda ambos muertos y cuestiona el papel de los padres y la Policía.
“Quizá por no tratar a nuestros hijos de la misma manera en que nos trataron a nosotros, ahora se nos han ido de las manos. Muchos padres y la misma Policía no responden a una de las preguntas más importantes: ¿De dónde estos muchachos sacan las armas? Eso es una incógnita, pero la solución también está ahí, aunque las personas que controlan esta situación no dan la confianza para tal efecto. Entonces la Policía tiene que tomar cartas en el asunto y revisarse”, reclama.
No a la violencia
Sasha Castillo, de la Fundación para la Autonomía y el Desarrollo de la Costa Atlántica de Nicaragua (Fadcanic), apuesta a una campaña de concientización y comunicación masiva que durante el último año ha involucrado a jóvenes del Caribe Norte y Sur y los municipios de Ciudad Sandino y Mateare, en Managua, y ahora se ha extendido por dos años más.
“La estrategia de comunicación hace énfasis en la prevención de la violencia entre adolescentes y jóvenes y contra el consumo de drogas”, explica Castillo.
La campaña ha incluido la organización de jornadas deportivas, intercambios juveniles y campamentos, y la especialista estima que “hay voluntad de cambio en la comunidad”.
“Ves a los muchachos aceptando sus diferencias, dialogando, compartiendo”, celebra.
A Zeikel Nash lo operaron por los disparos a mediados de noviembre. Apoyado en una muleta afirmó entonces a los medios locales que él no buscaría revancha. “Antes solo quería matarlo, a él (el joven de Beholdeen que le disparó) y a su grupo”, dijo y ahora permanece con bajo perfil en otro barrio de Bluefields, lejos de su natal Punta Fría. “Ya —dice— no quiero más violencia”.