14 de mayo 2020
“Me siento tan nicaragüense como estadounidense”, afirma Patricia, Trish, Wilson Belli. Y se nota. Se nota en su mirada y en su voz cuando habla de su tiempo en Nicaragua. Basta con preguntarle sobre su conexión con el país para que los recuerdos fluyan, la voz se quiebre un poco y los ojos le brillen.
Wilson, galardonada en dos ocasiones con el Premio Pulitzer de periodismo --uno de los máximos reconocimientos a nivel mundial--, vive actualmente en Washington D.C., Estados Unidos, desde donde conversó con CONFIDENCIAL acerca de su trayectoria periodística, sus raíces nicaragüenses y su actual puesto como editora de la sección Clima y Ambiente de The Washington Post.
El más reciente Pulitzer le fue otorgado este cuatro de mayo, en la categoría de periodismo explicativo, por la serie multimedia 2ºC: Más Allá del Límite compuesta por 12 entregas y que, usando datos históricos de la temperatura de la Tierra, demuestra que el cambio climático extremo altera la vida en el 10% de su superficie.
“Todos sabemos que el clima se ha calentado en el mundo, poco a poco, desde la Revolución Industrial con el uso del carbón como combustible. El planeta se ha calentado, en promedio, un grado centígrado en un siglo, eso quiere decir que hay lugares en el mundo que se han calentado más de un grado. Afortunadamente, tenemos datos de temperatura que hemos recogido por siglos por todo el mundo y están disponibles al público. Recopilamos y analizamos estos datos y descubrimos las regiones que han experimentado un aumento de dos grados centígrados y los identificamos como puntos calientes. Los científicos han dicho que sería un desastre si todo el planeta se calentara en promedio dos grados centígrados. Suena como poco, pero su impacto sería devastador. Lo que estábamos tratando de decir al mundo es que el momento es ya. Si vamos a evitarlo, hay que bajar emisiones ahorita”, explica.
El equipo creció hasta llegar a ser 53 personas, entre redactores, fotógrafos, diseñadores y otros profesionales. Varios viajaron a Rusia, Uruguay, Qatar, Canadá, Japón, Angola, Alaska, Tasmania y varios sitios en Estados Unidos. “Descubrimos que el calentamiento global es global, pero que el cambio climático es bastante local”, agrega.
“Creo que nos quedan nueve años antes de que empecemos a ver más consecuencias del cambio climático en el planeta. Para mí, el cambio climático es la historia periodística más grande del mundo. La solución es bastante clara. Tenemos que dejar de emitir enormes cantidades de dióxido de carbono y otros gases que provocan el efecto invernadero y, hasta que lo hagamos, vamos a seguir yendo hacia el barranco”, opina.
Las raíces nicas de Trish Wilson Belli
La mamá de Wilson, Helen Belli, es nicaragüense. Cuando se mudó a Nueva York para estudiar, conoció en una cita a ciegas a Kenneth Wilson, estadounidense y estudiante de aviación de la Academia Militar West Point. Se enamoraron, se casaron y tuvieron siete hijos, Patricia es la cuarta. Por el trabajo como piloto de su padre, vivieron en Grecia, Tailandia y Panamá, pero su conexión con Nicaragua siempre estuvo presente.
Visitó el país por primera vez cuando tenía cuatro meses de nacida, hizo su primera comunión junto a sus primas y cuando su padre se jubiló, la familia entera se mudó a Nicaragua en 1977, pensando que ese sería su hogar definitivo. Sin embargo, los planes cambiaron cuando empezó la guerra entre los guerrilleros sandinistas que buscaban derrocar la dictadura de Anastasio Somoza y la Guardia Nacional que defendía el statu quo.
“Al principio estaba agradecida de estar, por fin, en un país que era mío, o medio mío. Era muy joven, tenía 16 años y estaba en busca de una identidad, de un país, muy feliz de estar con mi familia, mis primos, pero después empezó la guerra. Cuando asesinaron a Pedro Joaquín Chamorro todo cambió y estábamos viviendo algo como lo que estamos viviendo ahora, en un mundo completamente diferente, con el temor… Todo mundo parecía estar del lado opuesto a Somoza. En ese entonces se sentía como si los sandinistas eran los héroes, a diferencia de cómo se les ve hoy día. Era una época de mucha esperanza, pero también de mucho temor. Había ataques armados. Estuve en medio de uno en León cuando iba camino a la playa. La Guardia estaba por todos lados, había retenes camino a la escuela todos los días, huelgas. Las fotos de ‘los muchachos’ en las portadas de La Prensa todos los días eran desgarradoras, inolvidables”, recuerda.
Luego de bachillerarse en 1979 como una de las dos mejores alumnas de su clase en el Colegio Americano Nicaragüense, partió a Estados Unidos, en junio de ese año, justo en la víspera de la caída de la dictadura somocista, para realizar sus estudios universitarios. Sus familia también partió.
Wilson siempre aprovechaba sus vacaciones para visitar el país. Cuando terminó su carrera en Servicio Diplomático en Georgetown, en 1983, regresó por unos meses para realizar una investigación. “Algunas de mis primas estaban trabajando con el nuevo Gobierno. Había mucha experimentación, muchos extranjeros, trabajadores extranjeros, de izquierda, socialistas, soñadores. Fui a Solentiname, fue bello, fui a muchos lugares por toda Nicaragua con mis primos, varios estuvieron involucrados en la campaña de alfabetización. Había mucha esperanza”, describe.
Después de su visita a Nicaragua durante la Revolución, regresó a Estados Unidos sin un plan claro sobre lo que haría como profesional, cuando encontró un trabajo en un periódico en el puesto más básico en lo que llamaban “la morgue”, una especie de biblioteca en que, antes de la Internet, se archivaban datos e información que pudieran servir para añadir contexto y antecedentes a los artículos periodísticos.
Su trabajo en la Associated Press
Wilson fue reportera por varios años antes de realizar su maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Florida, en 1989. Posteriormente, continuó trabajando para distintos medios de comunicación por todo Estados Unidos, cubriendo principalmente Ciencia, Medicina y Ambiente, hasta el 2011, cuando fue contratada por la agencia de noticias Associated Press (AP) y se mudó a Ciudad de México para ser la editora para Latinoamérica y el Caribe dirigiendo los reportes diarios en inglés y supervisando a más de cien periodistas en 23 países.
Desde ahí, le tocó también coordinar la cobertura de Nicaragua. Recuerda que en ese momento su reportero no pudo conseguir una visa para establecerse y trabajar como periodista en el país, por lo que tuvieron que sacarlo. “Pasamos entre nueve meses y un año tratando de conseguirla, pero la Administración del Presidente Ortega no la concedió”, cuenta. Observa que actualmente sigue siendo difícil cubrir Nicaragua porque el Gobierno no quiere periodistas ‘occidentales’ o corresponsales extranjeros.
Después de dos años en ese puesto, Wilson pasó a trabajar como editora de investigaciones internacionales de la AP durante cinco años en Washington D.C. “Las historias más emocionantes son las investigativas. A los periodistas nos llaman adictos a la adrenalina y yo me considero una editora de investigaciones, hice investigaciones con AP y en mis trabajos anteriores, así que era una movida natural para mí, pero fue triste tener que dejar México”, dice.
Fue entonces cuando trabajó en la historia con la cual ganó su primer Pulitzer en 2019, por una serie sobre la guerra de Yemen que reveló el despliegue de niños soldados y la tortura de prisioneros. “La reportera egipcia Maggie Michael quería investigar lo que pasaba con la guerra en Yemen. Escribimos algunos reportajes previamente y en 2018 lanzamos una serie, ella encontró historias increíbles. Escribimos juntas sobre cómo el Gobierno de Estados Unidos estaba haciendo todo tipo de tratos con todo tipo de personajes en Yemen, incluyendo con Al Qaeda que, supuestamente, es enemigo de EE.UU.”, enfatiza.
“Las mejores historias son las reveladoras, te dicen cosas que no entendías o no sabías que existían. Mejor aún si las historias pueden corregir un problema o producen una solución”, reflexiona, tras varios años en el campo del periodismo investigativo y como líder de equipos numerosos. “Los redactores, fotógrafos, diseñadores son todos personas creativas. Traen mucha pasión al trabajo que hacen. Mi trabajo como editora es ayudarles llegar al cielo. Quiero que se esfuercen más, que el producto final sea hermoso, que tenga drama, que sea atractivo y que tenga impacto. Me gusta que sea, además, un proyecto colaborativo”, revela.
A veces ha sido difícil trabajar en algunas salas de redacción en que las mujeres en posiciones de poder no eran bien recibidas. “Como mujeres enfrentamos la misoginia. Está allí. Trato de poner eso al lado y enfocarme en el trabajo”, afirma.
Desde hace año y medio trabaja para el Washington Post. Dirigir la sección ambiental bajo la era de Trump no es fácil, admite. “Escribimos lo que vemos, lo que está pasando, tratamos de informar al mundo sobre lo correcto. No es opinión, no es una cosa de política, es una cosa de Ciencia”.
Wilson comparte, además, una de las claves para cubrir los temas ambientales: “Decidimos que, para cubrir el cambio climático de una forma impactante, debes dejar de escribir del futuro, debemos escribir sobre lo que está pasando ahora”.
En medio de la pandemia de coronavirus, la periodista también comparte cómo ha sido la cobertura de una emergencia sanitaria inédita en tiempos contemporáneos. “Estamos tratando de cubrir lo que está pasando en los hospitales, averiguar datos ciertos y escribir lo que están diciendo las autoridades, contrastando eso con lo que está pasando en el país. Es muy parecido a lo que tenemos que hacer con cambio climático”, reflexiona.
Los riesgos del oficio
Consciente de los grandes riesgos a los que se enfrentan los periodistas hoy día, Wilson insta a los reporteros a cuidarse y seguir: “Como periodistas tenemos una responsabilidad de contar lo que está pasando en nuestro mundo, en cada país. Cuando estamos en lugares peligrosos donde matan periodistas como Irak o en Honduras o Nicaragua, tenemos que ser listos, tenemos que tener estrategias para proteger a los reporteros y fotógrafos para que nada les pase, pero hay que hacerlo y contar lo que está pasando, es nuestra responsabilidad”.
Así es que reconoce la valentía de la prensa nicaragüense de hoy, que en los últimos dos años ha sufrido serios ataques por parte del Gobierno de Daniel Ortega, como el asesinato del reportero Ángel Gahona, el encarcelamiento durante más de seis meses de los periodistas Miguel Mora y Lucía Pineda, la destrucción y robo de edificios y equipos de medios de comunicación independientes, el bloqueo estatal de tinta y papel, el exilio de decenas de reporteros, y la censura y confiscación de los medios 100% Noticias y CONFIDENCIAL que hasta hoy persisten. “Creo que lo que ha pasado con CONFIDENCIAL es absolutamente terrible. No entiendo a qué le tiene tanto miedo el Gobierno de Ortega. Pero creo que es un medio de comunicación valiente, y me alegra que estén allí y me alegra que no se hayan rendido”.