1 de septiembre 2020
Israel Alvarado decidió que, para sobrevivir, debía abandonar el área covid-19 del hospital regional de Boaco “José Nieborowski”. Tenía 18 días en el nosocomio y su saturación de oxígeno no superaba el umbral del 90%. “Si sigo aquí (hospital) me muero, aquí me espera la sala donde están los complicados y luego la bolsa plástica”, cavilaba este hombre de estatura media, piel morena y contextura recia.
Este boaqueño, de 38 años, abandonó el hospital la tarde del pasado domingo 12 de julio. Su objetivo era llegar a Managua donde tenía la esperanza que un médico privado lo atendiera.
“Seis o siete días (antes de irme), me habían suspendido el medicamento, solo me daban una aspirinita y me mantenían el oxígeno. Yo sentí que me estaba complicando nuevamente. Le dije a los médicos que estaba solo por el oxígeno, que me dieran de alta, que iba a buscar afuera un médico privado”, relata Alvarado, quien vive en San Lorenzo, un municipio localizado a menos de 30 kilómetros del casco urbano de Boaco.
Los médicos le informaron que no le darían el alta, porque no saturaba más de 85 u 88% de oxígeno, y el límite para dejarlo ir es 95%. Sin embargo, ante la insistencia del paciente los doctores le indicaron que, si se quería ir en esas delicadas condiciones de salud, la única opción era firmar el abandono.
“Un médico me dijo vas a firmar abandono en este momento, y te voy a mandar con un poco de medicamento, pero a la hora que salí, no me dieron nada, ni la hoja firmada, ni el medicamento”, relata.
“Incluso —añade— estaban viendo la opción de mandarme a la casa en ambulancia, porque así trasladan a los que le dan de alta, o hablar del hospital al centro de salud de aquí (San Lorenzo), para que me mandarán a traer, pero ni lo uno ni lo otro”. Alvarado se fue por sus propios medios.
Cinco días en Managua
La decisión de Israel fue consensuada con su esposa. “Le dije: aquí una de dos, o la bebemos o la derramamos, como dice el dicho, pero yo tengo que salirme de aquí (del hospital)”.
En Managua, Israel se quedó en la casa de un hermano, en el barrio Milagro de Dios. El boaqueño fue atendido por un doctor que en las mañanas trabaja en el hospital Antonio Lenín Fonseca, y por las tardes en su clínica privada.
“Entre inyecciones y medicamentos, la primera compra que hicimos se fueron unos 12 000 córdobas, luego seguí con más medicamentos, redondeando gasté unos 30 000 córdobas, como mínimo”, subraya.
En la capital estuvo solo cinco días, siempre con la asistencia de un tanque de oxígeno que había comprado. Todo el dinero salió de los ahorros familiares. Él trabaja como maestro de obra en construcciones, y su esposa es enfermera. Alvarado volvió a su vivienda el viernes 17 de julio.
“Hoy digo que mucha gente se muere por falta de dinero, porque si muchos tuvieran la posibilidad, se salieran de ese hospital a buscar medicina afuera”, reflexiona este sobreviviente de covid-19, y padre de dos niños.
En el hospital de Boaco, Alvarado estuvo junto con cinco pacientes más en una de las tres salas que integran el área covid. “Ellos (doctores) nunca dicen que es covid, ellos siempre te dicen es que es neumonía, y así se maneja. Pero si están claros (que es covid-19), porque hay enfermeros y médicos que son abiertos y te dicen todo lo de la enfermedad”, menciona.
Médicos privados
La búsqueda de atención privada es algo que se repite en los departamentos de Boaco y Chontales. Los médicos privados han sido una opción para aquellos pobladores de la ciudad o el campo, que temen asistir a los hospitales o centros de salud del Estado.
“Me atrevo a decir que llegó un momento que en nadie iba al hospital porque la gente lo miraba como un mecanismo de defensa: ‘Si voy, adquiero una mayor carga viral’. Entonces, cuando comenzaron a morirse (los pacientes), la gente tenía horror ir a al hospital y las unidades de salud”, señala el epidemiólogo Claudio Sequeira Gómez, quien atiende en Boaco.
Este temor a los hospitales y centros de salud ha incrementado la carga viral que enfrentan los médicos privados; aunque Chontales es uno de los pocos departamentos de Nicaragua que no reporta muertos entre el personal de Salud, según el independiente Observatorio Ciudadano COVID-19, que es la única entidad que lleva un registro detallado. En Boaco se reportan dos fallecidos vinculados a la pandemia. En los seis meses de pandemia, el Gobierno nunca ha brindado un dato específico sobre la situación de la covid-19 en ambos departamentos del centro del país.
“Estuve contagiado con el virus, con un proceso (de recuperación) de más o menos unas tres semanas. Calculó que, en el día, atendía unos 15 casos de covid, y a veces podría ser un poco más”, cuenta un doctor privado de Chontales, que pide omitir su nombre para evitar represalias del régimen.
“La carga viral era grande. Era de esperarse (que me contagiara), porque los casos eran bastantes, a muchos de ellos los mandé hacia el hospital porque eran graves y otros los mandé a sus casas, la mayoría eran leves”, manifiesta.
El último reporte del Observatorio señala que en Chontales se han dado nueve casos sospechosos de contagio entre los trabajadores sanitarios; mientras que en Boaco han sido tres.
Situación en Boaco y Chontales
El período más duro de la pandemia en Boaco y Chontales, según médicos y pobladores, transcurrió en los meses de mayo y junio. El Observatorio Ciudadano registra que en Boaco se han dado 201 casos sospechosos de covid-19; mientras en Chontales han sido 189.
En Chontales, en cambio, se reportan al menos 101 muertes vinculadas a la pandemia, y en Boaco 56, según el último informe del Observatorio. Sin embargo, médicos privados de ambos departamentos ganaderos ponen en duda las cifras.
“Es difícil valorar ese dato porque no sabemos, en realidad, la cantidad exacta de pacientes contagiados. Son datos que es difícil de decir: si o no es válido, depende de cómo se manejan las estadísticas”, comenta el médico de Chontales.
El epidemiólogo Sequeira asegura que, en los seis meses de pandemia, “solo yo he atendido más de 300 casos, como médico privado”.
Manejo político
El temor a ser discriminado por el tema político también pesa a la hora de decidir tratarse o no, a través del sistema público de Salud. Ese fue el caso de Donald Amador, poblador de Santo Tomás, Chontales, quien se contagió en julio.
“Soy adversario político y procuro no hacer uso del sistema, de ningún tipo; (pago) los impuestos porque estamos obligados. Siento que no hay una respuesta correcta de parte del Gobierno con sus ciudadanos”, explica Amador, quien, desde las protestas de abril de 2018, ha visto derrumbarse su negocio de lavado de carros.
“Ir a un centro de salud es solo para que me den una receta”, añade el ciudadano, que afirma ser vigilado por fanáticos y funcionarios de la Alcaldía sandinista de Santo Tomás. Amador consultó vía telefónica a un médico.
Para el doctor Sequeira, el sistema público “no ha llenado las expectativas” durante la pandemia, porque el régimen le “puso una chaqueta política” a la participación social.
Resalta que el oficialista Modelo de Salud Familiar y Comunitario (Mosafc) “es una gran mentira”, ya que “la epidemia lo desenmascaró” y mostró que no era “exitoso”. “Con los pacientes graves en los barrios, no había nadie, no estaba el Estado”, cuestiona.
Sentado en la sala de su casa y respirando con un poco de dificultad, Alvarado sugiere al Gobierno aportar “un poco más de dinero” al presupuesto de Salud, e incluir en el protocolo el medicamento que él uso al abandonar el hospital de Boaco. “Quizás así, la cantidad de muertos fuera menor, porque yo lo pude experimentar en mi vida, la reacción del medicamento que uno compra allá afuera”.