22 de enero 2023
Ese día cayó en domingo, el último libro del escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes de literatura, es una colección de diez cuentos sobre el amor, la muerte, la memoria, la violencia, y el poder, que transcurren en diversas épocas entre Managua, León, Masaya, San José, Guatemala, y en cualquier ciudad latinoamericana.
El “hilo conductor”, explica el escritor, son las historias de los “personajes pequeños” que, como los jugadores de la histórica selección nacional de béisbol de 1972, protagonistas de uno de los cuentos del libro, encaran la tragedia con dignidad y fallecen en el olvido.
El libro se estrenó en noviembre de 2022 en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, y el diario El País lo incluyó en la lista de los mejores 50 libros publicados en España en ese año. “Esos son los pagos por abonos que un escritor recibe, más que las regalías o los derechos de autor,” ironiza Ramírez, al celebrar que “sea recibido como un buen libro”, y anuncia que está revisando el borrador de una nueva novela que escribió en retazos en los últimos siete años, y ya “está lista”.
El viernes 20 de enero, Ramírez recibió en Madrid el premio internacional Erasmo de Rotterdam, que le otorgó la asociación Humanismo Solidario, y recordó a su maestro y mentor Mariano Fiallos Gil, el rector de la UNAN-León y fundador de la autonomía universitaria, que le enseñó el camino del “humanismo beligerante”.
En esta entrevista con CONFIDENCIAL y Esta Semana, que se transmite hoy domingo a las 8.00 P.M en el canal de Youtube Confidencial Nica, para vencer la censura televisiva, el escritor revela las claves de su proceso creativo, la narrativa de Ese día cayó en domingo, y la música que se asoma en su literatura sin dejar por fuera a la salsa, el rap y el reggaetón.
El escritor, exiliado en España desde 2021, cuando el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo emitió una orden de captura en su contra y lo acusó por “incitación al odio y menoscabo de la soberanía”, también habla de la deriva del poder absoluto del régimen, de la inmensa dignidad y la soledad de monseñor Rolando Álvarez, y la esperanza que representan los presos políticos. “Lo mejor del país está preso; y el país lo van a hacer ellos, en primer lugar. Es decir, el gran cambio de Nicaragua lo van a encabezar estos presos, que representan la moral de Nicaragua”, sentencia el escritor.
Tu último libro que se llama Ese día cayó en domingo, reúne diez cuentos sobre historias muy diversas que van desde la tragedia, el desamor, el poder, la nostalgia, la crueldad de la represión, el narcotráfico, y hasta un periódico de nota roja en el Mercado Oriental. ¿Hay un hilo conductor en todas esas historias o en tu forma de narrar esos cuentos?
El hilo conductor de estas historias es la percepción de la realidad pasada a través del filtro de la imaginación y cómo para mí las historias pequeñas son siempre dignas de convertirse en una narración. La inmensa mayoría de estos cuentos es el resultado de mi blog de notas, donde yo voy anotando y subiendo a mi archivo desde la red o de los periódicos, todas aquellas notas periodísticas que me parecen atractivas, y que pueden desarrollarse como una historia narrativa. Muchas de esas, que yo anoto, no dan resultados, se quedan ahí. Entonces, algunas evolucionan y maduran.
La voz y la memoria de las víctimas
Una de ellas es, por ejemplo, este cuento que se llama Antropología de la memoria, que narra la eliminación total de una aldea en el altiplano de Guatemala, borrada por la fuerzas represivas de Ríos Montt, y esta es una nota que yo leí en The New York Times en la página de Ciencias, hablaba de unos arqueólogos que estaban ahí limpiando cráneos, desenterrando huesos, con esos instrumentos que usan los arqueólogos, cepillo, brochas, y colocando los huesos hasta recomponer los cuerpos. Y no se trataba de una vieja tumba maya, del período preclásico, buscando los huesos de los miembros de alguna dinastía, sino que eran los huesos de estos campesinos, que un día aterrizaron unos helicópteros llenos de soldados, ordenaron que fueran a matar una vaca porque iban a hacer una fiesta y los eliminaron, los ametrallaron, los mataron a todos y los dejaron mal enterrados, dentro de la campaña de represión de Ríos Montt.
Entonces se me ocurrió que esta historia había que narrarla como si se tratara de un reportaje periodístico, sin agregar nada de mi parte, simplemente como un reportero que está relatando los hechos de manera absolutamente objetiva, sin intervenir, sin opinar. Y por lo tanto, yo encuentro la medida del cuento en el procedimiento que necesita. Este cuento necesitaba el procedimiento de un reportaje.
Luego, cuando otro cuento muy diferente, pero que también es muy trágico, que se refiere al asesinato de un niño de rodillas durante la represión en Masaya, en el 2018, al cual un policía le mete un tiro en la cabeza y el niño le está pidiendo que no lo mate. Yo leí muchísimo sobre este caso, y tuve mucha reflexión sobre la manera en que debería narrarlo, y al final decidí darle la voz a la madre, me pareció que la única voz que debía resonar ahí es la madre, como si yo, un reportero también, le hubiera puesto una grabadora, y que ella con su voz, en un lenguaje oral, coloquial, contara lo que había pasado. La historia de su hijo, ese es el cuento que se llama El mercado viejo.
Y hay otra historia también de una joven que le llaman Lady Di, que es víctima de la represión y de abusos sexuales. Cuando el narrador se mete en la piel de esos personajes para contar estas historias como si fuese un testimonio, ¿es doloroso contar esto como un cuento de crueldad y de represión?
Claro. Y el riesgo es involucrarse sentimentalmente en el cuento, por eso a mí me parece que la distancia mejor es la del narrador que narra como periodista, que no tiene derecho a involucrarse, no tiene derecho a opinar. No existe un solo reportaje periodístico narrado en yo personal, yo hice, yo vi, sino que es la narración cerrada alrededor de la persona de quien narra y cortándole el hilo al globo para que se eleve solo. Y esta historia es el diálogo entre Lady Di, la mujer trans que está hospitalizada en Costa Rica, y la enfermera costarricense de la Costa Caribe, ella le está contando su historia, y la piedad viene de parte de quien la está escuchando, la enfermera, y es el diálogo lleno, para mí, una gran ternura vista la distancia entre las dos.
También es otra manera de narrar. Como te decía, la distancia es muy importante porque si no, cuando uno se termina involucrando sentimentalmente o políticamente, entonces se comienza a hacer un alegato en base al cuento, lo está arruinando.
La tragedia del Mundial de 1972
Yo empecé a leer este libro de atrás para adelante, con el cuento que le da el título al libro sobre el juego de béisbol que Nicaragua le ganó a Cuba en el Mundial de 1972, un hecho sobre el que todo mundo sabe en Nicaragua lo que pasó, y uno cree que ya no hay nada nuevo que conocer o que contar, pero bueno, me encuentro con un cuento que está contado desde adentro de la Selección Nacional en la memoria de uno de los jugadores.
A mí este cuento es de los que más me toca, porque para mí el béisbol es la pasión de la infancia. No porque yo fuera un jugador, siempre fui un mal atleta, sino porque yo soy alguien que estuvo sentado en la graderías, y quizá de los momentos más sentimentales para mí de recordar es cuando mis tíos, que eran músicos muy pobres, comenzaban a hacer “vacas”, como decían, para reunir dinero y alquilar un bus y ver quién se montaba para ir al Estadio a ver jugar al Cinco Estrellas contra el Bóer, que era el gran clásico, y sobre todo cuando iba a batear Marvin Throneberry, que era un gran jonronero que llegó a estar en los Yankees de Nueva York. Entonces, eso de entrar por el pasillo, que olía a orines del Estadio, a la grama iluminada, es decir como que entraras a otro día, a una noche en el día, eso para mí era realmente el summum de las emociones, y estar ahí en la gradería, aunque no hubiera mucha gente o estuviera el estadio lleno, viendo el juego.
De manera que cuando se da este histórico juego de 1972, desgraciadamente no vi este juego, yo vivía en Costa Rica, y hay una doble circunstancia, que para mí siempre me llamó la atención de que el gran triunfo de Nicaragua contra Cuba, que en ese tiempo nadie le ganaba a Cuba, Cuba era invencible, tenía un trabuco de bateadores y un staff de pítcheres realmente impresionante, de verdaderos Grandes Ligas; y Nicaragua era una selección muy buena, pero incapaz de ganarle a Cuba. El verdadero clásico de esa serie fue Cuba-Estados Unidos, que se disputaron el primer lugar, Nicaragua no tenía ningún chance, pero le ganó a Cuba y esa era una reivindicación del honor nacional y esto tocó las fibras verdaderas del país, sin saber que pocas semanas después vendría el terremoto, hace 50 años, que destruiría la ciudad de Managua.
Entonces, yo abordo este cuento desde la perspectiva que siempre me ha impresionado, estos héroes del deporte que estaban ahí tendidos en el terreno, con el uniforme de la Selección Nacional. ¿Quiénes eran? Gente muy humilde, macheteros, cortadores de caña, campesinos, y yo entro a examinar sus vidas, sus historias, que terminan siendo trágicas generalmente, porque mueren en el olvido, mueren alcohólicos, mueren en una silla de ruedas, olvidados, mal pagados, cuento la historia de este jugador que terminó siendo expropiado, incluso durante el tiempo de la Revolución acusado de agente de Somoza. Somoza le había prometido una casa que nunca le entregó. Y termino con el entierro de Argelio Córdoba que era el manager de la Selección Nacional.
Es un cuento para mí muy sentimental, también visto a distancia, narrándolo desde dentro, desde la casa donde está reconcentrada la Selección Nacional, que ahí les dan de comer, no pueden salir, están como prisioneros, y el momento que salen al Estadio a jugar, cómo se desarrolla el juego, es tan importante para mí como las vidas de quienes están jugando adentro.
En tu libro hay todo tipo historias, de amor, de desamor, de familias, del poder, de la muerte, pero casi siempre hay un elemento trágico en todos tus personajes.
En primer lugar, son personajes pequeños lo que Antón Chéjov llamaba los pequeños seres, gente que nunca va a estar en los titulares de los periódicos por algo glorioso, sino por alguna tragedia, por haberse visto envuelto en algo que no valdría la pena en sus vidas, por eso es que son muy atractivos para mí, es decir, sacarlos del anonimato a estos pequeños seres. No entiendo yo un cuento contado alrededor de un gran personaje histórico, a menos que tenga algún rasgo de su vida, que yo pueda encontrarle un ángulo impredecible.
El poder, León en los años 50, y la soledad
Aparece un personaje prominente, que es un gobernante, un dictador, pero el cuento no es sobre él, sino sobre el jardinero del palacio.
Claro, es su doble, que es uno de estos pequeños seres, es el jardinero del palacio que cuida los patos canadienses en el estanque del jardín del palacio presidencial, se lleva mal con la primera dama, y de repente descubren que se parece mucho al presidente de la República y lo entrenan para ser el doble. La historia está contada desde la perspectiva de alguien que suplanta al que tiene todo el poder, y termina teniendo el poder… no vamos a hacer un spoiler del cuento, pero termina teniendo el poder, en realidad.
Siempre me ha fascinado la historia de los dobles de los poderosos. Leí mucho sobre los dobles de Stalin. Eran un secreto de Estado, nadie podía saber dónde vivían, y no tenía uno, sino varios. Y lo más atroz de estas historias es que es un personaje que está para arriesgar su vida en lugar del dictador, pero tiene que copiar su manera de ser, tiene que aprender a comer como come, a hablar como habla, y a esto se refiere el cuento. Es decir, es la historia de un verdadero prisionero.
El primer cuento del libro se titula Soledad, estamos ante el enigma de una mujer en León que se entretiene llenando crucigramas y está esperando que llegue el cadáver de su marido. ¿Cómo te sientes con esas voces femeninas, con la psicología de los personajes femeninos?
Ya he ensayado yo con las voces femeninas en un libro como Sara, donde me meto dentro de la piel de esta mujer del Antiguo Testamento, que en La Biblia casi nunca habla, y de las pocas frases que dice yo creé su propia personalidad, su sentido del humor, su sentido de la risa. También en La fugitiva, donde interpreto la voz de tres mujeres, la de Amanda Solano, que es la protagonista, pero también de las tres mujeres, que una vez muertas cuentan su propia historia.
Este es un desafío, porque el escritor es un suplantador, el escritor tiene que meterse en la piel de otro y convertirse en el otro, y hablar como el otro, pensar como el otro, sentir como el otro, y este desafío hay que cumplirlo para que sea creíble. Si una mujer lee esta historia y me dice: “Así no piensa una mujer, así no habla una mujer, esto es una falsificación”, el cuento está perdido, la primera que me tiene que certificar la credibilidad del personaje es una mujer, y este cuento está construido en base a mis recuerdos de León.
Hace poco me escribió un amigo diciéndome: “Qué retrato has hecho de la sociedad algodonera de los años 50, nunca antes lo habías hecho”. Yo no me proponía hacer un retrato de la sociedad algodonera de León, pero esa es una consecuencia de la lectura. Es decir, esta estructura que tenía la sociedad de León, de Chinandega, del algodonero poderoso que se aliaba con algodoneros pequeños que le entregaban el algodón, pero las distancias sociales se mantenían. Había gente muy aristocrática, que es la que era dueña de la desmotadoras, dueña de todo el proceso, importar insecticidas, de desmotar el algodón, de exportarlo; y tenía los colonos que son los que le entregaban el algodón en rama. Y aquí, está la historia de un colono que se enamora de la hija de uno de estos hombres poderosos, que lo que quiere es mandarla a estudiar a Suiza, para tener el orgullo de decir que su hija se graduó en Suiza, y termina fugándose con el colono, con el que le entrega el algodón en rama, y no tiene pedigrí, no tiene nombre. Es decir, no tiene nada atractivo para este hombre, y termina desterrando a la mujer de su memoria, de su vida, de su casa. Esta es la tragedia. Pero la doble tragedia es que la mujer, una vez que se fuga con el hombre, se encuentra con un tipo que desde antes tenía otra amante, y ella se ve condenada a un exilio interno, a la soledad de pasar su vida haciendo crucigramas. Esta es la historia.
Por la fecha que pones al final de los cuentos se nota que algunos fueron escritos en un año, en dos años, otros tomó bastante más tiempo. Creo que este es uno de ellos. ¿Cómo sale un cuento del cascarón? ¿En qué momento el escritor dice: “Ya está el cuento listo”?
En primer lugar, nadie se sienta a escribir un libro de cuentos como se sienta a escribir una novela, Yo puedo decir, bueno ahora voy a empezar una novela, me voy a tardar tres años escribiéndola, dos años, lo que toma una novela. Es un viaje largo, 300, 400 páginas. Pero, un cuento puede salir en una sentada. Yo me puedo sentar una tarde y hacer un borrador, porque ya tengo la idea fija del cuento. Pero yo escribo un borrador, lo meto en una gaveta, después tengo otra idea narrativa, lo vuelvo a meter en la gaveta, y los cuentos van respirando por sí mismos en la oscuridad, hasta que lo saco, lo reviso. Y por eso es que es un proceso que puede tomar varios años componer un libro de cuentos. Los cuentos se van escribiendo de manera independiente hasta que reclaman un libro, y el libro tiene que tener cierta vocación orgánica de entenderse, de los unos con los otros, de hablarse entre ellos, lo que es una verdadera colección, por eso este libro yo lo organicé en tres partes de cuentos que, más o menos, tengan la misma textura, y por eso son de distintas fechas, algunos tienen que ver con la represión de 2018; otros tienen que ver con la situación de represión en Guatemala, en tiempos de Ríos Montt; y otros son intemporales, pueden ocurrir en cualquier momento, en cualquier ciudad.
Este cuento sobre el hombre que pierde la virilidad y necesita una prótesis, no está escrito para Managua, sino en una ciudad ‘X’ que puede ser cualquier ciudad latinoamericana; mientras que la historia del hombre que está almorzando y de repente lo llaman de la funeraria para anunciarle que que le ofrecen un plan presidencial de funerales, y él se asusta porque es un hombre que cuida mucho su salud y le tiene mucho miedo a la muerte, se desarrolla en el barrio de Altamira, de Managua.
Como dicen de las películas, hay una especie de banda sonora de tu literatura que está asociada con los boleros, y en muchos de estos cuentos aparecen los boleros, pero también otro tipo de música, desde la salsa de Luis Enrique hasta el rap y el reggaetón. ¿Cómo llega ese tipo de música a tu literatura?
Llega lo que está en el aire. No sé si ahora me tocara escribir un cuento, metería el drama de la ruptura entre Shakira y Piqué, que se ha hecho tan famoso, y que ha dado lugar a una música muy propia, que es algo que a mí me divierte mucho. Todo lo que te divierte, te impresiona, te queda grabado, irá de alguna manera a dar a un cuento, sino es que de una vez lo anotas y lo dejas en el archivo. Son las ocurrencias de la vida diaria, en las cuales la música, verdaderamente, no puede faltar. Sería muy extraño decirte que yo escucho las canciones de Daddy Yankee o de Bad Bunny, no porque sea aficionado de eso, sino porque son parte de la realidad diaria y algunas de esas letras, que mucha gente ve como música totalmente pervertida, de estos reggaetones, a mí me suenan y me gustan porque cuentan historias, y todo lo que cuenta historias para mí es atractivo.
Los lectores y la cocina del escritor
Este libro se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, está en las librerías de España, de América Latina, ¿cómo lo han recibido los lectores? ¿Se puede leer en Nicaragua hoy?
Pues Nicaragua creo que no. No lo sé, si ya estará en las librerías. En España, el libro apareció en septiembre, yo debería haberlo presentado en septiembre, pero me encontraba en la Universidad de Princeton, cumpliendo mi compromiso del semestre académico allá y no pude hacerlo.
Me alegró muchísimo que en el recuento de mejores libros del año que hace el diario El País, este libro fue incluido entre los 50 mejores libros publicados en España en 2022. La recepción crítica que ha tenido ha sido realmente muy buena tanto en España como en México, y esos son, pues, los pagos por abonos que un escritor recibe, más que las regalías o los derechos de autor, es el hecho de que el libro sea recibido como un buen libro, que por el esfuerzo que yo puse, por la dedicación que tuve al escribirlo, porque no me gusta improvisar y me gusta cultivar la calidad de la escritura, y si eso es reconocido, pues para mí es satisfacción suficiente.
¿Cómo están tus planes literarios este año? ¿Hay libros que se están cociendo en tu cocina?
Una novela que tengo siete años de estar escribiendo, no porque haya tardado siete años escribirla, sino porque la he ido escribiendo a retazos. A mí me ocurre con las novelas, que yo comienzo un proyecto y lo abandono, porque no encuentro la salida. En determinado momento, no sé hacia dónde voy a ir, y me dedico a otro libro que quizás sale primero.
De manera que, este lo estoy escribiendo desde hace siete años. Está listo, estoy revisando el último borrador. Es una historia que va a sorprender mucho, porque no es una historia que tenga que ver directamente solo con Nicaragua, sino que comienza en Europa y termina en Nicaragua en tiempo de la caída de Zelaya.
Y, una vez que termine este libro, quisiera dedicarme a escribir un libro de historia sobre los emigrantes, desde la perspectiva del escritor de ficciones que usa el reportaje. Escribir una diversidad de historias sobre los emigrantes que están siendo obligados a salir a Nicaragua, por miles, y la historia de los emigrantes se queda perdida en las estadísticas porque podemos decir 180 000 personas solicitaron asilo en los Estados Unidos, tantas otras miles se fueron para Costa Rica, otros en España, que me los encuentro aquí, a cada rato, en las calles, nuevos nicaragüenses que llegan. Pero, eso no es lo que a mí me interesa, la estadística, sino las historias personales: las mujeres que vienen aquí a cuidar ancianos desde Somoto, desde las profundidades del norte de Nicaragua; los que resultan ahogados al cruzar el Río Bravo; las mujeres que se entrenan en una piscina en Estelí, creyendo que así van a poder cruzar el Río Bravo de noche, esas aguas embravecidas y muchos mueren ahogados, hay niños, mujeres; su vida en los campamentos en Arizona; las dificultades que pasan al atravesar el territorio mexicano. Hay decenas de historias. Yo tengo ya un archivo inmenso de estas historias que quiero recrear.
Este viernes 20 de enero, la Asociación Humanismo Solidario, te otorgó el Premio Internacional Erasmo de Rotterdam, en Madrid. ¿Qué significa para vos este reconocimiento?
Esta es una asociación europea, que cada año escoge a alguien para otorgarle este premio de humanismo solidario. Para mí ha sido un gran honor recibir este premio, obviamente, pero sobre todo por lo que para mí la figura de Erasmo de Rotterdam significa. Es una de las grandes figuras de la historia del pensamiento europeo, de la toma de posición cuando se da la lucha entre la Iglesia católica y el surgimiento de la Reforma Protestante. Erasmo no abandona la Iglesia católica, pero se vuelve un crítico profundo del sistema de poder de la Iglesia en ese tiempo, y en este libro tan maravilloso suyo, del cual yo soy lector impenitente, El elogio de la locura, como se ha traducido, es El elogio de la estulticia, en latín, es decir, el elogio de la tontería, locura como tontería, que es una crítica profunda del poder, de toda clase de poder, de la banalidad del poder, pone a Erasmo de cara a lo que yo siempre he creído, y que mi maestro de la Universidad de León, el rector Mariano Fiallos Gil, llamaba el humanismo beligerante. Entonces, humanismo solidario, humanismo beligerante, son dos frases que a mí me dicen muchísimo, por eso, recibir este premio me da la oportunidad, como lo dije en el discurso, de reflexionar sobre el humanismo que ha sido uno de los grandes temas de mi vida.
El exilio, la deriva del poder absoluto, y los presos políticos
¿Y cómo ves Nicaragua al inicio de este año 2023? Además de la migración masiva, hay dos noticias de las cuales no habla el Gobierno ni la prensa oficial, que son la cárcel y el juicio político fabricado contra monseñor Rolando Álvarez y la caída del comisionado general Adolfo Marenco, el jefe de espionaje de la Policía que hoy está preso en El Chipote. ¿Qué te dicen estas noticias?
De las últimas de las dos, me parece que los juegos de poder en los extremos de la corrupción y del acaparamiento del poder van a seguirse dando. Es decir, la represión interna, la vigilancia interna, de que las fichas no se desordenen, el miedo es una de las características del poder absoluto, el temor de la traición, o la falta de control sobre grupos que comienzan a ser independientes por razones económicas o de negocios, todo eso es característico del poder absoluto.
Pero, a mí me parece que la gran tragedia de los presos políticos de Nicaragua, que es tan grande, tanta gente presa sin ninguna razón; han condenado a la familia de Javier Álvarez, eso me parece que es una de las barbaries más grandes que han ocurrido, la mujer de Javier, su hija, su yerno, solamente porque no lo pudieron agarrar a él.
Pero la figura que representa este drama de la represión contra la gente que piensa de manera independiente está en monseñor Álvarez. Este hombre solo, solo, literalmente solo en la sala del Juzgado, frente a sus acusadores; este hombre que tanta dignidad ha representado en el país, abandonado. A mí me parece que Álvarez es la figura del abandono, abandonado por los suyos. Hay una oración que yo escuché en la voz suya, que ahora no la recuerdo literalmente, pasada por las redes sociales, cuando todavía él estaba libre, y lo tenían encerrado en la casa cural en Matagalpa, donde él dice: hablando de la soledad: “Mis hermanos me han abandonado”. Yo creo que sí ha sido abandonado por los suyos y esto es lo que multiplica para mí la tragedia. El abandono del Vaticano yo no me lo explico; el abandono de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, tampoco; el silencio, sobre una losa, me parece que para él el gran dolor, más que el estar preso, debe ser este silencio de los suyos.
Daniel Ortega inició este 10 de enero, su año número 16 de ejercer el poder de forma consecutiva en Nicaragua. ¿Cómo ves el futuro? ¿Tienes alguna esperanza de regresar al país? Te he escuchado decir varias veces que hay que estar preparado para morir en el exilio. ¿Por qué?
El estado de ánimo en el que me encuentro cuando me lo preguntan, si me lo preguntan ahorita diría, no, vamos a regresar todos, yo tengo grandes esperanzas de que volveré a ver las calles de mi pueblo. Cuando me preguntan sobre esto, ¿qué es lo primero que quisieras hacer cuando llegaras a Nicaragua? Regresar a Masatepe, el lugar donde yo nací. No en balde decía T. S. Eliot en uno de esos grandes poemas, que siempre se vuelve el punto de partida, entonces regresar al punto de partida.
Entonces no pierdo esa esperanza, aunque a veces la pesadumbre me haga dudar, pero claro, que todo tiene su fin y todo tiene su principio. Entonces, espero un principio distinto para Nicaragua.
No soy tan entusiasta como para pensar en que habrá en Nicaragua un cambio de inmediato, no veo estas condiciones, me parece que quienes podrían hacer el cambio están presos todos. Yo a las personas que están presos les tengo un profundo respeto, me parece que lo mejor del país está en la cárcel: sacerdotes, intelectuales, profesionales, empresarios, universitarios, lo mejor del país está preso; y el país lo van a hacer ellos, en primer lugar. Es decir, el gran cambio de Nicaragua lo van a encabezar estos presos, que representan la moral de Nicaragua.