26 de noviembre 2024
Una semana después de desterrar en secreto al obispo de Jinotega, Carlos Enrique Herrera, la dictadura de Daniel Ortega aprobó en primera legislatura una reforma total a la Constitución Política de Nicaragua, que entre el centenar de artículos modificados y derogados, uno de ellos eleva a rango constitucional la persecución religiosa que ya ejercía por la vía de los hechos.
El nuevo texto constitucional en su artículo 14, advierte que: "Las organizaciones religiosas deben mantenerse libres de todo control extranjero". Es una amenaza clara contra la Iglesia católica, cuya naturaleza como institución y expresión de fe, obedecen a la jerarquía basada en El Vaticano.
Para el obispo hondureño, José Antonio Canales, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo pretende aislar a Nicaragua y a sus feligreses, pero "la Iglesia no tiene fronteras". "No se concibe una Iglesia aislada. Es muy difícil que los nicaragüenses olviden al Papa", valora.
Canales es una de las pocas voces de la Iglesia católica en América Latina que denuncia públicamente la represión en Nicaragua. Es secretario del Episcopado de Centroamérica.
En una entrevista con el programa Esta Semana, transmitido en redes sociales a causa de la censura televisiva en Nicaragua, el obispo de la Diócesis de Danlí, se refirió a los hechos de persecución religiosa más recientes en el país: el destierro del presidente de la Conferencia Episcopal, Carlos Enrique Herrera, y la amenaza de más represión.
"En momentos donde mucha gente pensó que la Iglesia se hundía, nunca se hundió y siguió adelante", asegura.
El régimen de Daniel Ortega desterró en secreto al obispo de Jinotega, Carlos Enrique Herrera. Usted logró conversar vía telefónica con él. ¿Cómo está el obispo Herrera?
Bien. Cuando platiqué con él vía telefónica, lo encontré sereno, tranquilo, pero al mismo tiempo, impactado. Ningún ser humano puede estar totalmente tranquilo cuando de la noche a la mañana te sacan de tu entorno, de su quehacer pastoral.
Era una combinación de emociones. Serenidad, pero también esa incertidumbre, ese impacto humano de cuando cualquier persona es sacada abruptamente de su entorno, y un entorno que él ha amado mucho.
Una fuente vinculada a la Iglesia del país dijo a CONFIDENCIAL que la Policía lo detuvo mientras circulaba en Managua y le dijeron que sería desterrado por atentar contra el orden y la seguridad pública. ¿Le comentó él las razones y la circunstancia de su destierro?
No pudimos hablar de esos detalles. La mayoría de las personas han podido ver el video cuando él reclama de una manera bastante molesta. Él reclamó el hecho de que estuvieran perturbando con estos parlantes la Santa Misa que oficiaba, y se notó el malestar en este video.
En ningún lugar del mundo te expulsarían de tu país porque reclamaste por unos parlantes que fuertemente estaban frente a tu casa, por ejemplo. Ningún país civilizado del mundo te expulsaría por eso. Pero en este caso, se trata de un acto sacrílego, como lo dijo él, que atentaba contra la celebración mayor de nuestra fe católica en un país que ha sido considerado el más devoto, el más católico de Centroamérica.
Me he dado cuenta por medios serios de la Iglesia de Nicaragua, que ya varias veces le habían enviado cartas al alcalde de Jinotega y él no atendió los llamados de que terminara ese ataque que había contra la Iglesia en ese sentido.
Monseñor Herrera es el cuarto obispo exiliado y desterrado por la dictadura nicaragüense. Centenares sacerdotes y religiosas han sido perseguidos, encarcelados, exiliados. ¿Ocurre algo semejante en otra parte del mundo?
Nicaragua es un país muy sui géneris en ese sentido. Es cierto que la Revolución Cubana en la primera parte de la Revolución a principios de los 60, expulsó a muchos sacerdotes. Pero, con diálogo, con acuerdos entre la Santa Sede y el Gobierno cubano, -una relación que persiste hasta el día de hoy- pues ahí está la Iglesia en Cuba, sacando adelante la tarea pastoral. No recuerdo otro caso similar a lo que ha ocurrido (en Nicaragua).
La dictadura, reformó la Constitución Política del país, y entre el centenar de artículos reformados, uno de ellos advierte que las organizaciones religiosas deben mantenerse libres del control extranjero. ¿Eso qué significa para la Iglesia católica?
Hay cosas que uno las ve venir. Hay un plan para aislar totalmente a Nicaragua de toda relación con el mundo extranjero. Todo el trayecto que ha tenido desde 2018 el Gobierno de Nicaragua, es crear una Corea del Norte en América. Pero la situación geográfica de Corea del Norte es muy diferente a la situación geográfica de Nicaragua en pleno corazón de América.
Este artículo lo que pretende es que la Iglesia católica, -como todo el plan- no tenga ninguna injerencia exterior. El problema es que no se concibe una Iglesia aislada, porque la Iglesia es comunión con Cristo y con el sucesor de Pedro, que es el Papa. Es imposible pensar en una Iglesia, sin Cristo y sin el Papa, que es su vicario.
Va a ser muy difícil que los nicaragüenses olviden al Papa, que no vivan esa comunión con la Iglesia universal que es parte de la esencia del catolicismo: la comunión.
Pero en términos prácticos de la Iglesia católica como una institución, qué impacto va a tener eso en la jerarquía católica en Nicaragua? ¿Van a obligarlos a romper relaciones con el Vaticano? ¿Rosario Murillo, Daniel Ortega, nombrarán los sacerdotes, delegarán las acciones pastorales en el en el interior del país?
Ya sabemos que la Nunciatura Apostólica está cerrada en Managua. Y ellos (el régimen) hablan de una suspensión de relaciones diplomáticas con el Vaticano. Nunca se atrevieron a decir de una ruptura. Pero en realidad es una ruptura casi completa. Entonces al no haber una Nunciatura Apostólica en Managua, todo el trabajo de esa relación de que la Iglesia universal, está pendiente que que no falten los obispos en los diferentes países, todo eso está casi en cero.
Ha sido muy difícil para la Iglesia mantener este acompañamiento que hace con todos los países del mundo, para nombrar a los obispos, y hacerlo de la forma en que la Iglesia lo hace con las consultas y todo lo demás.
¿Hay algún precedente como el de Nicaragua en América Latina o el resto del mundo que eleven a rango constitucional un concepto similar como eso?
El único caso que conozco es el de China. Ellos lo dicen de esta forma sobre la iglesia: ningún ciudadano chino debe obediencia a una potencia extranjera. Porque toman al Vaticano como un Estado. Sin embargo, nosotros no pertenecemos en ese sentido al Vaticano, sino que pertenecemos a la Iglesia universal, el pueblo de Dios. Sabe que existe, no el Estado Vaticano, pero a lo que nosotros estamos unidos es a Cristo en la persona del sucesor de Pedro, que es el Papa. Es muy difícil, entender el catolicismo sin este vínculo, sin esta comunión con Cristo y con el Papa.
En Nicaragua quedan cuatro obispos y más sacerdotes asediados, vigilados, amenazados. También hay un clima de censura y de autocensura dentro y fuera de Nicaragua. ¿En qué reside la esperanza de la Iglesia?
La Iglesia tiene 2000 años y en estos años hemos vivido de todo. La Iglesia es una barca. La Iglesia ha aprendido a vivir en los tiempos de aguas mansas. También ha tenido fuertes huracanes. Pero la Iglesia ha continuado y los huracanes han sido de todo calibre, como el que está viviendo ahora la Iglesia en Nicaragua.
Jesús es nuestra esperanza, pero también, en que la historia nos da cuenta de cómo en momentos donde mucha gente pensó que la Iglesia se hundía, pues nunca se hundió y siguió adelante. Entonces también nuestra esperanza tiene que ver con la historia de la Iglesia en estos 2000 años.
¿Y que puede hacer la Iglesia, los obispos, los sacerdotes fuera de Nicaragua?
Estar pendiente de qué manera nosotros podemos ayudar, clandestinamente, porque como está la situación ¿no? Lo digo mucho en la Catedral de Danlí y aquí en Honduras, en cualquier momento en que toca hablar: los países tienen fronteras, los países tienen aduanas. Pero la Iglesia no. La Iglesia no tiene fronteras.
Lo que pasa en Nicaragua lo sentimos en todo el mundo, como si fuéramos nosotros que estuviéramos ahí. Eso nos hace estar pendientes de ver de qué manera los signos de los tiempos nos van indicando cómo mantener esa cercanía con el pueblo, de la Iglesia en Nicaragua.
En esa cercanía, en ese acompañamiento, ¿el silencio es una opción ante una dictadura que persigue la Iglesia?
El silencio puede ser y yo lo considero válido. Hay momentos en que el silencio es valioso. Pero, cada uno de nosotros evalúa si es el momento de hablar o no es el momento de hablar. Y todo depende de dónde me encuentre.
No es una pregunta fácil. Yo mismo me la hago. Creo que todos nos la hacemos, los que estamos cerca de lo que vive el pueblo católico de Nicaragua. Pero cuando no parece que sea valioso, a lo mejor el tiempo y la historia nos diga que quizá fue valioso en algún momento. Pero yo confío en que el Espíritu Santo, dentro y fuera de Nicaragua nos va a iluminar para cómo proceder.