24 de diciembre 2020
Emérita Rodríguez, hermana del preso político Justo Rodríguez, hace un esfuerzo para no llorar y narrar la “situación crítica” en que se encuentra su hermano. Desde el 21 de diciembre, que lo vio al ser excarcelado en el hospital Lenín Fonseca, de Managua, ella repite constantemente que está "muriendo de a poquito",
Antes de ser arrestado, el 20 de abril de 2020, Justo era un hombre “gordo”, evoca su hermana. “Cuando lo vi en el penal me dijo que lo habían golpeado y le habían dejado caer una llanta de repuesto, pero no le pregunté si fue en la cara o en la espalda”, comenta Emérita. Hace cuatro meses –aproximadamente– cuando fue trasladado de la cárcel al hospital se quejaba de dolores en la cabeza, espalda y estómago. Era el preludio de lo que estaba por venir.
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En el hospital “le hicieron unas grandes heridas para sacarle sangre coagulada que le estaba afectando el cerebro”, explica Emérita. Luego “le hicieron una herida para hacerle un dreno y después le hicieron otra herida para meterle un catéter”, continúa la mujer. Durante ese tiempo Justo “decía que le dolían sus nalgas, pero nosotros creíamos que era porque lo tenían mucho tiempo sentado”, hasta que los médicos le comunicaron a un familiar que lo asistía en el hospital que el hombre sería sometido a otra cirugía.
Al familiar de Justo solo le dijeron: “tu tío va para el quirófano, firma aquí”, dice Emérita. Cuando el pariente del enfermo preguntó el motivo de la cirugía el médico le contestó “es urgente, después hablamos”, continúa. “Nosotros no sabemos de qué fue esa operación”, insiste la mujer. Fue “hasta ahora (el 21 de diciembre) que nos lo entregaron y nos dijeron como lo íbamos a curar, que estamos viendo semejante iniquidad”, subraya.
La herida de la última cirugía “es como de una cuarta. Del recto hacia arriba”, detalla Emérita. “Viera cómo le duele eso”, respira profundo y continúa. “Ahorita que estaban curándolo, yo mejor me salí porque padezco de azúcar y me sentí mal”.
Ahora Justo tiene paralizada la mayor parte de su cuerpo, apenas alcanza a mover la cabeza. Algunas veces conoce a las personas que lo llegan a visitar a su casa en la Isla de Ometepe, pero “casi no se le entiende lo que dice”, explica Emérita. “Todos los que lo ven salen con lágrimas en sus ojos y él solo vuelve a ver. Es una grosería, mejor lo hubieran matado de un solo”, lamenta.
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Sus familiares “nos sentimos muy dolidos porque lo están matando de a poquito. Mejor lo hubieran matado de un solo”, insiste Emérita. A medida que pasan los días la salud de Justo se deteriora más. “Ahorita está con fiebre, no quiere comer ni hablar”, dice su hermana. “Lo que nos entregaron en el Lenín Fonseca fue un cadáver, viera que el estómago casi le pega con la parte de atrás”, comenta la mujer.
Agonía bajo asedio policial
Pese a la condición crítica en que se encuentra Justo, la Policía Nacional continúa asediándolo a él y sus familiares. Su hermana, Emérita, señala que el día que fue trasladado desde Managua hacia Ometepe, un grupo de oficiales "nos retuvieron en el puerto de San Jorge", les pidieron sus cédulas de identidad y les revisaron sus pertenencias. "Yo me enojé y les dije que se asomaran a ver lo que traía, son unos groseros", subraya.
Estando en su casa "los antimotines pasan y pasan", dice Emérita. En ocasiones los oficiales se ponen en la esquina de la vivienda a vigilar quien entra o sale de la vivienda. "Como yo vivo a la orilla de la calle ahí pasan y pasan acosándonos a nosotros como familiares porque él ya no está en buenas condiciones", dice la mujer. "No entiendo qué les hago con tener mi hermano arruinado", enfatiza.
Para la familia "es una situación bien dura. No he podido pegar ni un solo bocado de comida, no tengo hambre", relata Emérita.