23 de junio 2020
El rivense Lino Guevara, de 33 años, pasó cinco días con dolor de cuerpo, decaimiento, fiebre, picor en la garganta y tos persistente. El martes dos de junio decidió ir al centro de salud del municipio de Buenos Aires, en Rivas, ya que había perdido el sentido del olfato y el gusto. A pesar de los síntomas visibles de la covid-19, las autoridades del dispensario diagnosticaron al joven con una “infección respiratoria aguda” y lo enviaron a su casa, con cinco pastillas de acetaminofén y una bolsita de suero.
Guevara no quería asistir al centro de salud, pues temía que lo remitieran al hospital departamental “Gaspar García Laviana”, en el casco urbano de Rivas. “Todo mundo sabe que si va al hospital te tiran como un animal, encerrado y solito. Les decía (a mis familiares) que prefiero morir en mi casa que ir al hospital a morir como un animal viejo, que ni mi familia me ve. Mejor prefiero morirme aquí encerrado”, dijo el joven.
Lino llegó con 38 grados de temperatura al centro de salud municipal, donde lo atendió una doctora, a quien le detalló los síntomas que tenía. Ella solo le tomó la presión, la temperatura y auscultó con el estetoscopio. “Después de dos horas de muchas preguntas, al final ella (la doctora) con la directora del centro, me empezaron a explicar lo que estaba pasando, y que ya sabía obviamente”.
Las palabras covid-19 o coronavirus nunca fueron pronunciadas por las doctoras del centro de salud. No le hicieron ningún examen de sangre o tomaron una radiografía del tórax. El joven sospechaba que podía estar contagiado con el virus, y consultó a un amigo médico y a una enfermera, quienes llegaron a verlo la noche del martes. “Me dijeron todo lo que tenía que hacer y que si me complicaba hiciera tal cosa, pero que nunca fuera al hospital”.
“Si la condición de Lino no se hubiese intervenido de una forma oportuna, no estuviéramos en el cuadro que estamos actualmente. Parte del éxito de mejorar los cuadros infecciosos, es el tratamiento oportuno. Cuando hay retardación de la terapia, es cuando más se manifiestan los cuadros severos o graves, él (Lino) llegó hasta un cuadro moderado de síntomas respiratorios”, explicó a CONFIDENCIAL, vía WhatsApp, el médico que atendió a Guevara, que solicitó omitir su nombre.
Temor al hospital
Según las pocas estadísticas del Ministerio de Salud, en Rivas no existe ningún caso de covid-19. Sin embargo, fuentes médicas y familiares de pacientes en este departamento, reportan más de 25 fallecidos.
El último informe del independiente Observatorio Ciudadano COVID-19 registra 98 casos sospechosos, y 55 muertes relacionadas a la pandemia, en Rivas, a poco más de cien kilómetros de Managua.
Médicos de la ciudad consideran que la población no está asistiendo a los centros de salud o al hospital para atenderse.
Uno de los casos más conocidos de pacientes con covid-19 que no quisieron ir a un hospital, fue el del fallecido doctor Luis Ocampo Donair, de 32 años, quien reconoció en él los síntomas del virus y pidió a sus familiares que “por ningún motivo lo llevaran a un hospital”. El joven murió el pasado 21 de mayo, y fue atendido en la clínica de su padre, el doctor Luis Ocampo Jara, forense de Rivas.
“La gente no va al hospital porque le da miedo que si lo que tiene es un zika, chikungunya, un dengue o una infección que da ese tipo de síntomas —como problemas respiratorios, gastrointestinales, problemas a nivel febril—, automáticamente sea encasillado como un sospechoso de covid, y sea pasado a los pabellones de covid. La gente dice: ‘Y sino lo tengo y me voy a infectar’”, comentó Gilberto González, cirujano privado, con una clínica en San Jorge.
“Te puedo asegurar con certeza que el 80% de los pacientes se están tratando en casa de forma privada, o de la forma que ellos puedan hacerlo. He tenido pacientes de las zonas rurales que han decidido no llevar a su familiar y mejor morir en sus casas”, dijo un médico privado, que pidió la reserva de su nombre para evitar represalias de fanáticos sandinistas. Este profesional afirmó que ha atendido a unos 60 pacientes sospechosos de covid-19, desde marzo pasado.
“Ley del bozal” en hospital
El departamento de Rivas dispone de centros de salud en sus diez municipios, aunque el ‘área covid’ solo está en el hospital Gaspar García Laviana.
Según reportes de medios locales, esa ‘área covid’ abarca dos pabellones y lo que era el área de Emergencia. Sumando más de cincuenta camas. El hospital cuenta con nueve ventiladores mecánicos: cinco en el ‘área covid’ y cuatro en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
“Hay una ‘ley del bozal’ en todo el personal de Salud, nadie habla respecto a lo qué sucede en la ‘sala covid’. Nadie tiene acceso a los resultados de las pruebas que se realizan respecto al covid. La información solamente se maneja a nivel de dirección del Silais (Sistema Local de Atención Integral en Salud) y del hospital”, denunció el médico privado.
El Ministerio de Salud oculta también los datos de los trabajadores sanitarios contagiados con el coronavirus. Sin embargo, el Observatorio reporta nueve casos sospechosos de contagio en Rivas.
“Del personal de Salud, los primeros infectados fueron enfermeros. Hubo dos o tres enfermeras que estuvieron bien infectadas, pero se han recuperado. Hay una que está con una secuela severa: una fibrosis pulmonar irreversible. Tiene que ir buscando un subsidio permanente, una incapacidad por esta enfermedad”, subrayó el doctor.
El Observatorio registra 61 muertes de personal de Salud por causa sospechosa de la covid-19. De estos fallecimientos, cinco ocurrieron en Rivas.
Cuido en casa
Lino Guevara es uno de los soportes económicos de su familia. Trabaja como cocinero en un bar-restaurante del municipio, pero no sabe si le mantendrán la plaza. Él vive con sus dos padres, una hermana y dos hijos de ella. Durante el confinamiento, el joven ha permanecido en un pequeño cuarto de la vivienda familiar.
Guevara y su familia son de escasos recursos. No tenían posibilidades de pagar por el tratamiento contra la covid-19, que el Minsa no le proporcionó. Durante ocho días, una brigada de salud visitó al joven, a quien solo le tomaron la temperatura y le revisaron la respiración. Nunca le dieron más allá de las cinco pastillas de acetaminofén y la bolsita de suero.
El médico que atendió a Lino indicó que el tratamiento fue conseguido “con la ayuda de una enfermera amiga de él, y de una gran cooperación de parte de la comunidad de la Iglesia, a la que los dos pertenecemos. Esta enfermedad aparte de llevar un desgaste físico y mental, también te genera un desgaste económico increíble”.
El cirujano González manifestó que “es impresionante la forma como están especulando y acaparando las medicinas. Se ha hecho del covid, en Nicaragua, un gran negocio. Los precios se han disparado: una azitromicina que podía costar, de un laboratorio regular, 20, 30 o 40 córdobas, ahora está costando 120 o 150, 200 o 300 córdobas, una sola pastilla”.
Al costo económico del cuido en casa, se le debe sumar un deterioro mental que conlleva el confinamiento. “Es algo duro estar encerrado. Yo me desespero, a veces quiero salir corriendo, tirarme por la ventana, porque es muy difícil estar así en cuatro paredes; psicológicamente te destruye. Yo no puedo dormir porque me agarra una angustia; los nervios se me disparan. Siento a veces que me falta el aire, pero me doy cuenta que no es así —narra— que es la angustia, es la ansiedad que me mata”.
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