16 de agosto 2022
Mulukukú, un poblado recóndito del Caribe Norte de Nicaragua, amaneció con una presencia nutrida de antimotines el lunes 15 de agosto, cuando habían transcurrido doce horas desde la detención del sacerdote de la parroquia Espíritu Santo, Óscar Benavidez Dávila, el tercer religioso que el régimen de Daniel Ortega encarcela en el país desde junio pasado.
Los oficiales antimotines, después de la detención de Benavidez, se ubicaron en sitios claves del pueblo—a la salida de la calle de la parroquia, contiguo al puente y en los alrededores de la Policía—para evitar cualquier manifestación de descontento. Un vehículo de la Dirección de Auxilio Judicial recorrió la zona, mientras los pobladores se preguntaban de manera inquietante adónde se habían llevado al religioso. La única respuesta que recibieron es que “está en Managua”, sin precisar si lo trasladaron a la celda policial conocida como El Chipote.
Benavidez fue capturado dos horas después de su última misa dominical el 14 de agosto, oficiada en la capilla Inmaculada Concepción. Lo detuvieron a las 5:50 de la tarde, a dos cuadras del sitio, cuando fue trasladado “sin violencia” a una patrulla desde su camioneta, según “Marcos”, un testigo directo del operativo.
“Como su camioneta es doble cabina, le pusieron un oficial a cada lado. Como diez ó doce policías estaban ahí. Solo dieron la vuelta por la estación de Mulukukú y salieron de paso para Managua en el vehículo de la Policía”, relató.
Para este hombre, quien acababa de salir de su trabajo, fue sorpresivo observar que detenían a un religioso que considera “carismático y muy buena persona”. Para infundir mayor miedo entre la población esa tarde, dos patrullas llenas de oficiales armados recorrieron los alrededores, posterior a la detención.
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El sacerdote Benavidez Dávila es el tercer religioso encarcelado: el primero fue Manuel García en Nandaime, a quien acusaron por la supuesta agresión a una mujer. En julio pasado detuvieron a monseñor Leonardo Urbina, a quien acusan por violación. En ambos casos, los juicios se han caracterizado por falta de debido proceso, según juristas independientes.
Pertenece a la Diócesis de Matagalpa
El padre Óscar Benavidez era nuevo en la localidad de Mulukukú, tomó la parroquia el 25 de mayo pasado. Si bien servía en la Diócesis de Siuna, a la que pertenece Mulukukú, proviene de Matagalpa, bajo persecución actualmente de la dictadura Ortega-Murillo. En 2016, el religioso se desempeñó como asesor de la Pastoral Juvenil Diocesana. “El padre dice la verdad, pide oraciones por la paz en Nicaragua y por monseñor Rolando Álvarez”, explicó el feligrés.
“Marcos” hizo referencia al obispo de Matagalpa, quien se encuentra encerrado desde el cuatro de agosto pasado en la Curia Episcopal de Matagalpa por la Policía que le abrió una investigación por “organizar grupos violentos” y “fomentar el odio”, horas después que la vicepresidenta Rosario Murillo amenazó a aquellos que “siembran el odio o la discordia” con que en el país hay “leyes”.
La persecución a la Iglesia católica se ha recrudecido con la detención de los tres sacerdotes, el asedio policial a otros en Managua y Sébaco, la expulsión de 18 monjas de la orden de Madre Teresa de Calcuta, el cierre de siete emisoras a la Diócesis de Matagalpa y la prohibición el fin de semana pasado de una procesión de la Virgen de Fátima a la Arquidiócesis de Managua.
CONFIDENCIAL llamó a su celular al obispo de Siuna, monseñor Isidoro Mora, para consultarlo sobre la detención del sacerdote de Mulukukú, pero no respondió luego de al menos tres intentos de comunicación a su celular.
El siete de agosto pasado, la Conferencia Episcopal de Nicaragua, de la que forma parte Mora, se solidarizó con Álvarez, ya que la situación que vive el religioso los toca “en el corazón como obispos e Iglesia nicaragüense”.
El mensaje de su última misa
Aunque en la parroquia Espíritu Santo no quedó registro sobre la homilía del padre Benavidez este 14 de agosto, varios feligreses confirmaron el contenido de la misma.
“Carmen” dijo que su mensaje el día de su detención fue que no se “podía callar la verdad” y que “debíamos orar por la situación de Nicaragua, por monseñor Álvarez. Dijo que no tenía miedo. Quizás eso les molestó. Nadie se imaginaba que estuviera (alguien) infiltrado como al final parece que fue”, comentó la mujer.
Según fuentes eclesiásticas, el sacerdote Benavidez Dávila tiene 45 años, es originario de San Isidro en Matagalpa. De familia de origen sandinista, el sacerdote estudió Ingeniería agrónoma becado en Cuba. Sus amigos más cercanos recuerdan con admiración su historia de superación por la pobreza que vivió con su familia en la niñez.
Trabajó ya adulto con la Iglesia católica en el barrio la Chispa, en San Pedro del Norte y ahora se encontraba en Mulukukú. En 2018, tras la crisis desatada por la represión del régimen, el sacerdote empezó a ver cómo la feligresía tenía miedo de asistir a misa y empezaron a renunciar a los cargos pastorales que tenía a su cargo como pastor. “Siempre fue muy valiente y denunció las injusticias”, dijo uno de sus conocidos.